Lía Limón, alcaldesa en Álvaro Obregón acusa un día sí y otro también al gobierno de la ciudad de casi todos los males que le aquejan en la demarcación que gobierna. La última nota pagada a medios de comunicación es que la titular de la alcaldía afirma que SACMEX (Sistema de Aguas de la Ciudad de México) “manipula” las válvulas de manera arbitraria que se encuentran en distintos puntos de la red y que permiten controlar el flujo del líquido vital, y que además reparten pipas a nombre del partido político Morena. Acusa que una diputada de ese partido es la responsable de repartir las pipas y que además dicha representante popular acusa a la alcaldía por desabasto de agua, lo que es falso.
Este tipo de “diálogos democráticos” es justamente el ejemplo de todo lo equivocado que ocurre en nuestra ciudad y como los gobernantes se ofuscan y nublan su limitada visión de la política con acusaciones que sólo sirven para esconder su incapacidad, o peor, para evitar una discusión seria sobre cómo se resuelve un tema verdaderamente importante para la población. Claro que también revelan que no tienen mucha idea cuando se apuntaron para gobernar, o simplemente ni siquiera entienden.
La gravedad de la escasez de agua en la ciudad es solo una de las manifestaciones de una política pública fallida – y que cada vez será más agudo si no enfrentamos una de sus causas principales: el cambio climático.
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Es cada vez más frecuente la necesidad de implementación de acciones de gobierno que enfrenten emergencias como la atención a escuelas, hospitales, comercios y vecinos en general a través de la entrega de agua vía pipas o tandeo por el bajo nivel de las fuentes de agua que alimentan a la ciudad.
El nivel de temperaturas en la ciudad en general, con extremos más marcados, y en época invernal, especialmente en las zonas altas, en donde las temperaturas ya alcanzan -4 grados centígrados y por ende se genera una obligación adicional de implementación de acciones al respecto (200 mil cobijas en 448 colonias y 9,650 cenas calientes en 82 colonias en el año 2022) en la capital del país.
El número de días con aire limpio en la capital del país, el alza de temperatura en verano, inundaciones graves como en Parres Tlalpan, unidades habitacionales de Iztacalco, El Capulín o Golondrinas en Álvaro Obregón, o el hundimiento de la ciudad (40 centímetros en las zonas más afectadas por año), sólo por nombrar algunos son los efectos y consecuencias que afecta la vida de manera determinante. Parece poco pero es un verdadero sufrimiento diario.
Esto es una realidad, y no es una obviedad, ya que golpea con mayor profundidad a los que menos tienen, por el porcentaje de sus ingresos que deben destinar para enfrentar las situaciones derivadas de esos eventos.
En estos momentos el cambio climático se discute en Dubai al celebrarse la COP 28 y ha pasado casi por desapercibido en el país -no digamos la élite política, responsable de fijar la agenda nacional y la narrativa-, tomando en su lugar la discusión de unos tenis fosforescentes y la persona que los usa. Una de las premisas de aquel encuentro es la incapacidad para llegar a las metas que se fijaron y los acuerdos que se tomarán para remediar el atraso y avanzar más rápidamente al objetivo (disminución de las emisiones de carbono).
Sabemos y lo tomamos como hecho que una variedad de industrias en diversos países son las responsables del pasado y presente de la situación que se vive y que preponderantemente son las relacionadas con el sector energético, pero también otras como la construcción, aviación, plásticos, e incluso ganadería.
También es un hecho público la premisa que ha asumido el gobierno federal al respecto tomando como base el imperialismo contaminante, es decir, que hasta 1950 Estados Unidos y Europa fueron los espacios donde se generó el 85% de la emisión de carbono, por lo tanto, quienes deben asumir mayor responsabilidad al efecto. Sin embargo, de esa década hasta el día de hoy son responsables solamente de un tercio, repartiéndose en el resto del mundo la emisión de carbono.
Actualmente Asia (fundamentalmente China) son responsables de más del 53% incluyendo los Emiratos Árabes Unidos, y específicamente Dubai, que además de manera casi sarcástica -por no decir hipócrita- al mismo tiempo de ser sede y celebrar compromisos ambientales, en el cuarto de a un lado, se filtró información de negociaciones de adquisición histórica de petróleo -que tanto presume su asistencia y participación el expresidente Felipe Calderón y que a los que estudiamos el tema, nos genera una especie entre risa y vergüenza.
México, hoy en día, y dentro del parámetro mundial es responsable de la emisión de 490 millones de toneladas anuales, y entre 2 a 5 toneladas por persona, lo que representa 1.4% del monto total. A Estados Unidos se le atribuye 15% correspondiente a 16.2 toneladas por persona, y el promedio por persona a nivel mundial asciende a 4.8 toneladas al año.
Claro que se podría afirmar que 1.4% no es relevante en el contexto mundial, ni que la inversión requerida para contribuir al planeta resulta ser suficientemente importante como para incidir realmente. Además, se pudiera incluso afirmar que la tecnología tiene un costo demasiado alto en los sectores de construcción, plásticos, aviación, etc. Por ejemplo, la complejidad del hidrógeno verde y las discusiones e inversiones que esto genera.
Sin embargo, la política requiere una cierta lógica más allá de las discusiones egocéntricas y acusaciones superficiales que imperan -o debería ser así- y exige el establecimiento -incluso por supervivencia propia- de objetivos medibles y creación de argumentos convincentes que generen dos criterios fundamentales: confianza y credibilidad. Dos variables que tanto la organización de las Naciones Unidas como Latinobarómetro han medido en Latinoamérica y revelan una profunda decepción de nuestra democracia, la baja credibilidad de los partidos políticos y los actores.
Precisamente por ello, para el presente gobierno y sobre todo para el próximo sí se convierte en una prioridad por varios aspectos: i) la confianza de México a nivel mundial en materia energética y política ambiental, ii) la atracción de capitales que son fundamentales para el desarrollo económico, que hoy más que nunca se requieren para mantener el nivel de gasto social, y iii) la recuperación de credibilidad y confianza (sobre todo basado en la técnica y ciencia) de los gobernantes mexicanos en el mundo. Al final de cuentas, el cambio climático es hoy en día una de las vitrinas más importantes para el envío de mensajes políticos que inciden en el contexto internacional y no podemos dar el lujo de pasar por alto la oportunidad.
Nos encontramos en una situación inmejorable como país para enviar el mensaje por las características de poder e influencia que mantiene el gobierno sobre las dos empresas más contaminantes. El gobierno es rector en ambas materias, con facultades reglamentarias para modificar la política pública hacia estas, y además mayoría en los órganos legislativos. Es decir, no hay pretexto, como si lo puede establecer otras naciones en las que existen una multiplicidad de actores e instituciones que intervienen en el proceso. Esta es una situación casi única en el mundo para incidir y ejecutar al mismo tiempo.
En particular, del 1.4% que produce nuestro país, el principal contaminante se llama Pemex y CFE. La generación de energía, gas, electricidad y la extracción y refinación de hidrocarburos es la principal fuente de emisión de carbono. Los propios reportes públicos de las empresas lo documentan: sólo en el 2021 se aumentó 8% el uso de combustóleo y el principal contaminante de la ciudad de México, así como el responsable que sólo tengamos 100 días con aire limpio en 2022, 127 en 2021 y 108 en 2020 es la refinería ubicada en Tula, Hidalgo y se utiliza como ejemplo.
Es cierto que el gobierno de la ciudad ha hecho un esfuerzo en conjunto en la zona metropolitana con 14 acciones y por su parte ha reducido el 10%, pero es demasiado complejo requiriendo una serie de cooperación de millones de personas, empresas, funcionarios a comparación de lo que pudiera hacer la empresa paraestatal. Es decir, es muy ineficaz trasladarlo a la sociedad y gobierno local, lo que pudiera hacer la empresa desde la propia aplicación de políticas y ejecución de medidas que amortigüe y disminuya el gran porcentaje de lo que es responsable.
El Golfo de México es otro de los espacios donde se lleva a cabo la mayor parte de la generación de emisiones de carbono por Pemex y la ubicación donde se lleva la gran cantidad de extracción de petróleo.
Por lo tanto, existen medidas concretas que se deben tomar de inmediato:
Pemex debe sumarse al pacto celebrado en este COP28 entre las petroleras más importantes del mundo en eliminar la quema y venteo de gas metano en sus sitios de producción. Petrobras de Brasil, Aramco y Sonangol son tres paraestatales que sí firmaron el acuerdo. Ya existe un marco regulatorio en México - cosa que nuestros vecinos en EE.UU. apenas pudieron lograr y anunciaron el fin de semana pasado, que se debe fortalecer.
Pemex sigue subiendo en la lista de las empresas más contaminantes del mundo, cosa que tendrá implicaciones legales si avanzan juicios para daños causados por emisiones. Actualmente está “rankeado” un peldaño arriba de ExxonMobil, en el quinto lugar de las empresas responsables por más emisiones emitidas a la fecha.
México debería sumarse al compromiso firmado por 118 países durante COP28 de triplicar la instalación de energías renovables antes de 2030. Es una verdadera tragedia que en nuestro país, con una abundancia de sol y costas dotadas con mucho viento, no tengamos renovables como la columna vertebral de nuestro sistema energético.
Más vergonzoso es que a nivel hyper local no se tenga dimensión del tamaño del problema, y lo que se puede incidir. Mucho depende de la democracia que queramos tener y vivir.
Se tenía que decir.