Estamos en la temporada de premiaciones de lo mejor de la filmografía mundial. Las galas cinematográficas más esperadas del año se están llevando a cabo fin de semana tras fin de semana. En ellas se comparte lo mejor del año en cuanto a cine de la mayoría de las latitudes del mundo. Es el momento de anotar los títulos de las tendencias en la pantalla grande, y el streaming también, y de reservar tiempo para gozar de las películas nominadas y las galardonadas.
Este año hay muchos títulos interesantes, los cuales seguramente abrirán debates con respecto a diversos temas como es el caso de “Los asesinos de la luna”, de Martin Scorsese, que revive el caso de una serie de asesinatos a personas indígenas de Oklahoma en medio de la fiebre petrolera de la década de los 20. O el caso de chicos considerados socialmente problemáticos como en “Monster” de Hirokazu Kore-eda, ganadora del Festival de Berlín 2023, reflexión sobre el impacto de la vida hipermoderna en las poblaciones juveniles.
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Aunado a estos debates, por lo regular transcurridos en los entornos urbanos, de unos años a la fecha, en realidad un par atrás, se han posicionado películas ubicadas en los espacios rurales, alejados de las grandes urbes, donde se viven problemas muy particulares como la imposibilidad de que quienes han vivido del campo a lo largo de toda su vida
Una de ellas es “Alcarrás”, de Carla Simón, de España, ganadora del Oso de Oro en Berlín en 2022, ambientada en la Cataluña rural, en las granjas de cultivo de frutos, donde por más de 80 años la familia Solé ha dedicado su existencia a la cosecha anual de jugosos melocotones para su sustento y para seguir la tradición de estas tierras en las que se han forjado identidades y cultura al preservar su lengua, el catalán, y aprender de los ancestros las técnicas para lograr obtener los mejores resultados de la tierra.
Sin embargo, como en muchos otros rincones del mundo, quienes se dedican al cultivo de la tierra son asediados por megaproyectos para beneficiar a las urbes y dejar a un lado a quienes viven fuera de ellas. En este caso, una empresa de energía solar quiere comprar las tierras de los Solé para instalar paneles solares en sus hectáreas de árboles frutales, derribando a todos ellos, pues requieren la extensión territorial, más no la vegetación.
Un proyecto de “energía limpia”, como muchos otros cuestionados por su verdadero impacto ambiental y social, ya que su implantación suele romper con el equilibrio ecosistémico del lugar y con la convivencia social ante la presión para vender tierras a bajos precios y desalojar las áreas a la brevedad posible.
Otro ejemplo de lo anterior, igualmente multirreconocida y galardonada, es “Las Bestias” de Rodrigo Sorogoyen, también de manufactura española, ambientada en Galicia, en una pequeña población asediada por una empresa eólica que desea instalar molinos de viento en los espacios donde las personas de la comunidad solían plantar o pastar su ganado. Allí decide radicar una pareja francesa, entusiasmada por la quietud del lugar y su entorno tradicional.
Dicha quietud se desvanece al momento en que muchos vecinos aceptan la propuesta económica de la industria de “energía limpia” para vender sus tierras y hay quienes no desean hacerlo, incluida la pareja francesa. Poniéndose en jaque la armonía del lugar y en riesgo todo el bagaje de tradiciones y costumbres de la cultura gallega prevalecientes en la zona.
Fuera del talud continental europeo, en la ínsula irlandesa, Martin McDonagh, se inmiscuye en la campiña irlandesa para explorar la relación de amistad entre dos hombres, crecido en un entorno totalmente rural, y dar vida a “Los espíritus de la isla”, su más reciente película, reflejo de trabajos anteriores montados en teatro, igualmente ubicados en la ruralidad irlandesa, para abordar temáticas como la relación entre madre e hija o la vida de una persona con discapacidad,
El cine es un documento social y el interés actual de algunos ojos cinematográficos es mostrar estas realidades de espacios olvidados. Ejercicios que hace muchos años practicó Luis Buñuel al retratar a esa España profunda en su documental “Las Hurdes”, ejercicio de cine muy incómodo para el gobierno en turno. Ahora, las y los directores han optado por desarrollar narrativas de largo alcance, situadas en esos enclaves, para hacerle saber al mundo que los proyectos energéticos y de otros tipos, denominados megaproyectos, están devastando a las personas, las tradiciones, las sabidurías, los campos, e incluso, el planeta.