Parece que las precampañas no movieron ninguna tendencia entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Algunos analistas políticos las calificaron de aburridas. Otros consideraron que las estrategias de ambas fueron predecibles. La oferta de continuidad, por un lado. La promesa de un cambio de rumbo, por el otro.
A pesar de los intentos de Xóchitl por abrir el debate, éste no se dio. Con los resultados de las encuestas publicadas la negativa de Claudia era obvia. Para la candidata puntera, no es tiempo de debatir. Le sobran razones. Lo cierto es que las actividades proselitistas transitaron por carriles separados. Distantes. Sin sorpresas ni grandes emociones.
El intento de consolidar la candidatura de Samuel García, gobernador de Nuevo León, apenas representó un chispazo comunicacional que prometía un mejor “espectáculo”. Pero fue tan fugaz que el tema quedó pronto en el pasado. El anuncio de que Jorge Álvarez Maynez será el candidato de MC tampoco impactó lo suficiente para hacer el ruido que necesitaba.
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La intercampaña inició hace una semana. Las restricciones son importantes. Sin embargo, la buena noticia es que el silencio de otros tiempos ahora no será total. Las precandidatas y el candidato podrán dar entrevistas, declaraciones y difundir propaganda solo para “informar”. Tendrán permitido asistir a cierto tipo de actos. Participarán en las redes sociales.
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Con base en la ley vigente, la intercampaña tiene tres objetivos principales. Uno, que los partidos resuelvan sus diferencias sobre la selección interna de sus aspirantes. Dos, que la autoridad electoral disponga del tiempo necesario para revisar el cumplimiento de requisitos de las solicitudes de registro de las postulaciones. Y tres, que las y los aspirantes sigan informando, pero sin hacer proselitismo.
Es evidente que en las disposiciones jurídicas hay errores, omisiones y confusiones. También que cualquier error será aprovechado para llamar la atención de la ciudadanía o poner en aprietos al adversario. Lo que no se prevé son sanciones que pongan en peligro el registro de quienes aparecerán en la boleta electoral.
Aunque las explicaciones que ha dado el INE sobre cómo funcionará esta etapa han sido detalladas, los primeros días de intercampaña dan cuenta del enorme grado de dificultad que hay para expresarse. Asistimos a otra situación absurda de la sobre reglamentación que tiene nuestro sistema electoral desde hace más de una década.
Los efectos más nocivos de las disposiciones establecidas por las autoridades electorales son la autocensura, la simulación y las limitaciones que sin duda se imponen a la libertad de expresión. Las reglas no impiden la inequidad. Mucho menos el engaño o la mentira. De hecho, no hay ley en el mundo que prohíba con eficacia cualquiera de estas injusticias.
Los sesgos que desde los medios y las redes sociales se dan en las narrativas y mensajes para alentar la guerra sucia son inevitables. También es muy difícil acabar con las acciones de judicialización de la política o la politización de la justicia. Desde las elecciones del año 2 mil, México ha superado pruebas muy difíciles que no pusieron en riesgo la gobernabilidad.
Los obstáculos y conflictos que nuestra democracia ha tenido con la alternancia no han impedido garantizar los principios rectores de certeza, legalidad o máxima publicidad que, entre otros, debe garantizar el INE. Esperemos que así se mantenga, a pesar de las malas señales que se han dado recientemente en esta institución y en el Tribunal Electoral.
Por todo lo anterior, el “silencio” de la intercampaña 2024 será el más ruidoso de la historia moderna de México. Todos los partidos y aspirantes aprovecharán el momento. Unos, para mantener su ventaja. Otros, para seguir subiendo en niveles de reconocimiento, popularidad, confianza e intención de voto. Que se escuche fuerte y lejos: el silencio no le conviene a nadie.
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Como consecuencia de que los debates formales están prohibidos, el reto será establecer las diferencias a partir de la técnica de creación de noticia y del debate atemporal e indirecto. La creatividad, claridad en el mensaje, constancia y contundencia son elementos indispensables para dejar las cosas como están o avanzar. Por lo tanto, lo que se haga y deje de hacer en la intercampaña será decisivo para el periodo formal de la campaña.
En los 42 días de intercampaña, las acciones previsibles, rutinarias o superficiales no moverán ni un punto en las encuestas. Para Sheinbaum, la mejor forma de defensa es el ataque. La inmovilidad motivada por la confianza excesiva que le dan las tendencias la podría poner en zona de riesgo si opta por mantenerse en la línea de flotación… o en la comodidad de la defensiva. En otras palabras: no puede ni debe bajar la guardia ni un solo día.
En cuanto a Gálvez, el reto es mucho mayor. Una vez que encontró su narrativa, tendrá que evitar el desorden de quienes la apoyan, mantenerse a una distancia prudente de los partidos que la respaldan, acelerar el ritmo en su reconocimiento, evitar el crecimiento de Álvarez Maynez y meter en la agenda cotidiana a su adversaria, con o sin debates. Si no sube en forma significativa la intención de voto en las próximas semanas, la posibilidad de triunfo se habrá alejado para siempre.
¿Se puede hacer todo esto y más con las restricciones? La experiencia dice que sí.