30 de diciembre 2023. Quiroga, Michoacán. – Salió de casa dando sus últimos pasos en libertad, traía con su mano, la cabeza de su hermana escurriendo de sangre. La acababa de matar y pasar un cuchillo por la garganta. Le prendió fuego a la recamara, escena del crimen, donde dejó desnudo el resto del cuerpo, y empezó a caminar como un Perseo con la testa de la Medusa. Lo movía una ira, ¿provocada por una droga? Paso por la fuente que está a la entrada del edificio principal, caminó lentamente por las palmeras que dan la bienvenida a su morada, que bien podría ser una mansión con tejados típicos de Michoacán y cientos de metros cuadrados de jardín. Cruzó la puerta blanca y principal donde vivían los dos, con sus padres. “Fuera de sí” y también de su hogar, alcanzó la carretera que va a Pátzcuaro. Los vecinos testigos del horror, cuentan que traía un arma larga y una botella de tequila José Cuervo Especial con la que obligaba a beber al cráneo de su hermana. Eran aproximadamente las 10 de la mañana, cuando sin oponer resistencia se entregó a la policía municipal, que lo arrojó al suelo para esposarlo. Mientras la cabeza quedaba en una jardinera de la nueva gasolinera de Pemex, que colinda con la casa del feminicidio. Ambos habían perdido la cabeza. La Unidad Médica Familiar del IMSS fue testigo mudo de ese drama social silenciado, pero que avanza sin control, y se mete a los hogares como víbora silenciosa para morder con sorpresa: la violencia intrafamiliar.
El fratricida en octubre acababa de cumplir 19 años, la víctima 25, él dejó trunca la secundaria, y se dedicaba al cultivo de aguacates; ella una carrera de abogada que laboraba en la Fiscalía del Estado de Michoacán. Sebastian se llama y no tuvo una pareja estable. Bebió una temporada, quizá fumaba mariguana, pero al decir de unos vecinos no se drogaba, últimamente. Era tranquilo, y le gustaba la ropa de marca. Sus carros no eran pretenciosos, dos Mitsubishi Pickup, y una Hilux, de modelos recientes. Tenía meses sin beber, cuentan algunos de sus excompañeros de la escuela, extrañados por los motivos de la tragedia. Ahora él está en una cárcel de Morelia, a donde lo entregaron unos policías vestidos de azul, en la Dirección de Justicia Cívica y Mediación Administrativa de la Guardia Civil michoacana, vestido de pantalón de mezclilla, calcetines grises, sin zapatos, una camisa negra con motivos de colores, y una camisa oscura de cuadros grises, con rastros de sangre, y un rosario en el cuello. A su hermana la sepultaron el último día del año. Hubo misa como a cualquier difunto, coincidió con el calendario católico, en el mismo día para honrar a la Sagrada Familia, y poner como ejemplo de unión a Jesús, recién nacido, y a sus padres José y María. A la salida del templo, esperaba al ataúd de madera, con una Virgen de Guadalupe tallada en la tapa principal. Un mar de curiosos, imaginando, con morbo cómo iría aquel cuerpo de la mujer descabezada, pero todo el pueblo se pregunta ¿por qué la mató? Fue la noticia de la cena de fin de año de todas las mesas de Quiroga. Pueblo chico, infierno de chisme grande. Aquí ya era una noticia nacional, y fue la nota más leída en todos los portales digitales de Michoacán.
El feminicida dejó colgada en su Facebook la canción “Dale Suave” interpretada por Sabino; que entre otras cosas se escucha, “Ya nunca voy a estar pa`ti / aunque me busques ya me fui…”. Y poco más adelante tiene una estrofa reveladora: “Lo tengo todo aunque no te tenga a ti / Voy a mi modo como me lo prometí / Voy a ganarles y no te va a tocar a ti / Acompañarme a recoger los frutos no baby / Tu pudiste pero no quisiste acompañarme / Y aunque es triste preferiste compararme / Tu quédate con todo lo que te convenga / Ya estuvo bueno mira se cayó tu jenga”. Los párrafos con rimas elementales sin ningún arte, poesía nula y síncopa fácil, dicen mucho de una falta de autoestima y mucho de un derrumbe anímico. La vida de un lobo solitario que explota la violencia en su propia casa es precisamente un juego de jenga. Acomodar maderitas, una tras otra, hasta que no sostengan el equilibrio. El matón cantó rap-reguetón: “Explícame porque hasta ahorita tú te mortificas / Me maltratabas cuando estabas a mi lado pero / Si me doy mi lugar resulta que soy el culero / Y no te olvides de ese trato trato / De guardar luto aunque sea por un rato…”. Música asesina, que va taladrando la sesera, gota a gota, hasta verte con el trofeo la muerte en tus manos. El abuelo del muchacho, su padre y él mismo, se dedicaron a trabajar la madera. Apilar murillos, vigas, tablones, tejamaniles, o convertir un árbol en un mueble. Sabían claramente la primera lección de un carpintero, el primer madero mal acomodado, acaba por destruir la casa, la silla, o tu vida. El Jenga se vino abajo.
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El fratricida, algo tiene de suicida, aunque parezca que triunfa momentáneamente, como Caín cuando por celos mató a Abel, o Rómulo a Remo, por no respetar los límites territoriales de la fundación de Roma. Se amputa parte de su vida, no importa si es imprudencial, circunstancial o el hermano sólo haya estado, sin ninguna responsabilidad, en el teatro donde se derramó la sangre. Finalmente es su misma sangre. Así ocurrió con los mitos anteriores, pero también en la vida real con Alfonso de Borbón, en 1956 en Portugal, donde perdió la vida el hermano del que fuera rey de España Juan Carlos; o trece años después, en 1969, con el fallecimiento de Ramón, y como único testigo su hermano, Andrés Manuel López Obrador. La herida permanecerá para el futuro.
El crimen de Quiroga, sin embargo, se da en un contexto social, donde el asesino gustaba del dinero, las armas, la cacería y era “peleonero”, como cuentan los vecinos que lo conocieron. “Todos temían pelearse con él… cuando empezaba una riña no paraba”. Golpear no lo tranquilizaba, por el contrario, lo exaltaba y extasiaba. Buscaba más. Espiral ascendente de violencia que empieza en esos micromachismos tolerados socialmente, inculturados en canciones estúpidas como varias del propio Sabino, de Natanael Cano, Bad Bunny o Peso Pluma que cosifican a la mujer, insesibilizan el sexo, evaporan el amor y endiosan al dinero, la muerte, y hasta el miembro viril. Total triunfo machista en la época de más avances feministas. “En la escuela Sebastián hacía repelar a todos”. Sin embargo, quienes lo defienden dicen que él liberó a la familia de la hermana. Que la hermana era conflictiva. Que siempre lo molestó y “lo hacía menos”. La receta de una sociedad vana frente al triunfo del macho: revictimizar a la fallecida. Velarla con cuatro velas y el reproche social vergonzante de que “se lo merecía”.
“Confía en tu desconfianza”, posteó en su Facebook poco antes de los hechos, el asesino. Y en una foto con amigos, en lo que parece un bosque, advirtió: “es mejor andar con dos o tres leones, que una manada de perros”. Pero lo que más me llamó la atención, de su red social fue una frase de Friedrich Nietzsche: “se paga caro ser inmortal, por ello se muere varias veces durante la vida”. ¿Sebastián estaba dispuesto a pasar por esa situación? ¿Sabía el dolor que le causaría a su madre? ¿Apolo o Dionisio? era el dilema de Nietzsche. ¿Víctima o verdugo? parece ser el dilema de Sebastián. Apolíneo lo Dionisíaco, finalmente la tragedia nace de elegir por uno de esos senderos, o eres un Apolo que te elevas a la estética de los sublime, o eres un Dionisio que se sumerge en lo terrenal y mundano. La sociedad frágil de consumo, de triunfo de lo efímero, de éxito instantáneo, de placer sin límite parece empujarnos a adorar a Dionisio. ¿No estaba celebrando Sebastián con vino su triunfo con la cabeza de su hermana? ¿No es la muerte la celebración más exaltada de lo terrenal? ¿No estamos en el sexenio con más homicidios, feminicidios y desaparecidos, de los que Quiroga, Michoacán conoce un dolor sin consuelo? Dios ha muerto, dijo Nietzsche, quizá, pero lo que dicen crímenes como estos es que el Apolo de Nietzsche muere con cada mujer asesinada. ¿No hay nada más dionisíaco que cantar la muerte de una mujer descabezada? Nace el 2024, Sebastián lo pasará en la cárcel, su hermana en el panteón, sus padres con una herida, y Quiroga, Michoacán contará su historia, entre chismes, culpas, remordimientos, y cuchicheos.
En una cena de fin de año, una señora sentenció: “el diablo anda suelto”. Quizá sea la sentencia más cercana a la realidad: el mal espíritu está ganando la partida.