Decía el novelista francés Gustave Flaubert que “la vida ha de ser una educación continua”, y es que aprendemos desde que nacemos, de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Gracias a los procesos de enseñanza podemos entender lo que nos rodea, conocerlo, cambiarlo y mejorarlo; además de descubrir y expandir nuestro potencial.
Los métodos y herramientas empleados para transmitir y asimilar nuevos conocimientos están en constante movimiento, y se adaptan según las demandas de los tiempos, como sucede actualmente en la era de la información, en donde las tecnologías tienen un papel protagonista en todos los ámbitos, aumentando los usuarios día con día.
Así lo muestra el Informe Digital 2022 realizado por We Are Social y Hootsuite, que reporta que, el 62.5% de la población global (4 mil 950 millones) se conecta a internet; registrando un aumento del 4% año tras año, y dedicando siete horas promedio de navegación en los distintos dispositivos.
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Su empleo por los menores de edad se ha intensificado. Tan solo la presencia en redes sociales por parte de este segmento pasó de 39% en 2017 a 69% en 2022, de acuerdo con datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones de nuestro país.
El uso intensivo por este grupo etario, sin plena conciencia de los alcances e impactos que puede tener, hace imprescindible que las nuevas juventudes no solo adquieran competencias informáticas, sino que obtengan los aprendizajes suficientes para interactuar con seguridad, ética y responsabilidad.
En esta labor de instrucción, es clave la guía que les brindemos los adultos, ya sea sus progenitores; familiares; maestros; organizaciones o instituciones; con el ánimo de ayudarlos a conducirse con respeto y civilidad en la realidad virtual, sabedores de sus derechos y obligaciones; así como de los riesgos latentes y de los mecanismos para afrontarlos.
Construir ciudadanía digital implica lograr internalizar estándares de conductas positivas en el uso de los medios electrónicos; es decir, que se actúe con “netiqueta”; adicional a promover una asertiva comunicación, participación, bienestar físico y mental, y autoprotección de los peligros que conllevan; además de garantizar prerrogativas y libertades.
Para convivir con civilidad en dicho entorno se requiere salvaguardar la dignidad y privacidad con correspondencia y reciprocidad; relacionarnos sanamente y con un lenguaje incluyente; ser tolerantes a la diversidad de opiniones; priorizar el diálogo sobre la confrontación; no compartir noticias falsas; practicar una cultura libre de violencia y discriminación, entre otras.
El compromiso que tenemos con las generaciones futuras es enorme. Edificar un mundo más protegido debe ser una prioridad, y aún más con las dinámicas que acontecen en el ciberespacio.
Por tanto, en el Día Internacional de la Educación, 24 de enero, cuyo propósito es resaltar la relevancia de este campo para la paz y el desarrollo integral; trabajemos para que, desde las infancias, las innovaciones actuales sean aprovechadas con inteligencia y humanidad.