Tomar la decisión de dejar nuestro lugar de origen para explorar nuevos horizontes en busca de oportunidades de crecimiento; para encontrarnos con los que queremos; o para escapar de entornos adversos debería de ser, como dice António Guterres, secretario general de la ONU, “una elección, no una necesidad”; sin embargo, “para muchos es la única opción".
Así se refleja en el Informe 2022 de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) sobre este tema, al registrar que, en veinte años, de 2000 a 2020, ha habido un aumento del 62.42% en el número de migrantes internacionales, al pasar de 173 millones a 281 millones.
En el caso mexicano, este fenómeno de movilidad resulta complejo, pues somos un territorio en el que ocurren diferentes tipos de flujos: de entrada, salida, paso o retorno, de numerosas poblaciones de diversas partes del mundo, incluyendo el tránsito de nuestros connacionales.
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Como refleja el reporte de la OIM, en 2020, éramos el segundo país, después de la India, del que más compatriotas partían hacia otros rumbos, con un total de 11 millones. Asimismo, en ese mismo año, nuestra nación fue el cruce principal de gente que deseaba llegar a Estados Unidos de América, contabilizando 51 millones.
Tener que abandonar, obligadamente, lo que conocemos y que nos da identidad, porque no hay alternativas de supervivencia o de progreso, con la incertidumbre de no saber si dicho viaje nos deparará algo mejor, es una dura realidad que ninguno quisiéramos enfrentar.
Para quienes tienen que sortear tan difícil situación, la empatía de las demás personas se vuelve una virtud esencial a fomentar y afianzar en los sitios por dónde circulan, para poder continuar su camino, o bien, para recomenzar su vida.
Una de las iniciativas que trabajan en favor de este sector, constituida en 1995, es la impulsada por “Las Patronas” de Veracruz, un colectivo de mujeres voluntarias, coordinadas por Norma Romero y Leonila Vázquez, que llevan 28 años, brindando alimento, refugio y asistencia a cientos de centroamericanos que, a diario, se transportan por el tren conocido como “La Bestia”.
Su labor humanitaria, que se ha ampliado a cuestiones de salud, justicia e incidencia social, se ha hecho acreedora al Premio Nacional de Derechos Humanos; además de haber sido materia de varios documentales sobre su actuar, contribuyendo a su visibilidad.
Además de esta agrupación, existen otras organizaciones y activistas que pugnan por el respeto a la dignidad y salvaguarda de las prerrogativas de esta población, que son defensoras de sus libertades, y facilitadoras de servicios básicos durante su recorrido.
Como diría Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, cambiar de residencia "es una celebración de la diversidad y la riqueza de nuestro patrimonio cultural”. Por ello, este 18 y 20 de diciembre, días del migrante, y de la solidaridad humana, reconozcamos la importancia de sembrar este valor en la sociedad, para comprender las dificultades de esta condición, poniéndonos en los zapatos del otro que, al igual que todo individuo, aspira a desarrollarse y a pertenecer.