El pasado primero de diciembre arrancó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28) que se celebra en la ciudad de Dubai, una sede por demás polémica pues para muchos elegir a los Emiratos Árabes Unidos, principal productor de petróleo en Medio Oriente como organizador del máximo evento defensor del medio ambiente y precursor de la eliminación de las energías fósiles resulta bastante suspicaz y perturbador.
Ante dicho escenario, no tardaron las voces que aseguraron que elegir Dubai como la sede de la COP28 resultaría en una reunión para cerrar acuerdos para el comercio del petróleo árabe. Lo anterior provocó la reacción de Al Jaber, ministro de industria de Emiratos Árabes Unidos y presidente de la COP28, quien además es consejero delegado de la empresa nacional de petróleo y gas ADNOC, quien señaló que su país no requiere de este tipo de eventos para lograr sus acuerdos comerciales.
El tema podría pasar más o menos desapercibido si no fuera porque la principal consigna dentro de la COP28 es la “eliminación” o, al menos la disminución del consumo de energías fósiles en un 70% para el año 2050 bajo la consigna de que, sólo así se podría evitar el aumento de la temperatura del planeta en 1.5ºC.
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En términos prácticos, estamos siendo testigos de cómo la temperatura del planeta sigue aumentando y cómo los incendios forestales a causa de las sequías y los huracanes son cada vez más peligrosos. El caso de Otis es muy significativo pues amén del desastre ocasionado en Acapulco y las pérdidas económicas generadas, el consenso de los científicos se centró en la rapidez con la que el evento meteorológico pasó de una simple tormenta tropical a un huracán de máxima peligrosidad.
Hasta aquí, el asunto está claro y con el que muchos si no todos coincidimos, el tema está como lo hemos señalado ya en este espacio, en los efectos económicos, geopolíticos y sociales que esto significará pues las asimetrías entre naciones para acceder a las tecnologías de energía limpias y acceder al financiamiento es enorme entre países desarrollados y los que no lo son.
Cierto, realizar la COP28 en los Emiratos Árabes Unidos es más que polémico pues se presta a muchas elucubraciones y una de ellas es la búsqueda de aliados por parte de los Estado Unidos y la Unión Europea para acelerar la transición a energías limpias y que mejor hacerlo junto con el principal productor de petróleo del mundo árabe. Por supuesto, la idea es lograr “consensos” para dicho fin pero, quizás también se podría utilizar la coerción. Un ejemplo es la “filtración” por parte del diario The Guardian en el que revela la conversación entre Mary Robinson, ex enviada especial de la ONU para el cambio climático y Al Jaber en donde éste le espeta a Robinson: “Por favor, ayúdenme, muéstrenme la hoja de ruta para una eliminación gradual de los combustibles fósiles que permitirá un desarrollo socioeconómico sostenible, a menos que quieran llevar al mundo de nuevo a las cavernas”.
La declaración de Al Jaber resume sin duda la visión de los principales productores mundiales de petróleo del mundo árabe y de eurasia, no así la de los principales productores de occidente que a la par de incrementar su producción de petróleo y concentrar los principales bonos de inversión llamados “sustentables”, impulsan la transición de las “energías limpias”.
La reunión virtual entre Robinson y Al Jaber sucedió una semana antes de la inauguración de la COP28 y la filtración de The Guardian ocurrió dos días después de inaugurada la cumbre. Al Jaber se vio obligado a “aclarar” o recular en su posición quizás como un acto de diplomacia o sumisión a occidente, esto lo sabremos al término de la cumbre.
Lo cierto es que mientras occidente presiona para transitar hacia las energías limpias, se adueña del mercado europeo de gas natural y se consolida como el principal productor de petróleo a través del fracking, sistema que ha sido mil veces cuestionado por los ambientalistas por su devastación al medio ambiente, amén del incrementó de los permisos en Estados Unidos para seguir explorando nuevos pozos petroleros e incrementar la producción del energético. Hasta 2022 la administración Biden, había otorgado más de 3,500 permisos de exploración, según datos de la Oficina de Administración de la Tierra (BLM por sus siglás en inglés) y por el Centro para la Biodiversidad.
Y más, la Agencia Internacional de Energía (AIE) revela que este año, la demanda de petróleo alcanzará la cifra récord de 2.2 millones de barriles de petróleo diarios. La producción también va en aumento pese a los recortes de la OPEP. Tan sólo en 2022 la producción de crudo creció 5.4 por ciento.
En tanto que, las seis grandes petroleras (ExxonMobil, BP, Shell, Total Energies, Eni y Chevron) quienes siguen desempeñando un papel crucial en la producción mundial de petróleo, gastarán en exploración alrededor de 7 mil millones de dólares durante 2023, un 10 por ciento más que en 2022. Sólo en los últimos tres años, estas compañías han invertido más de 51 mil millones de dólares para ese fin.
De acuerdo con el informe “The Great Green Investment Investigation: Fossil Finance” las principales empresas petroleras del planeta acumulan un financiamiento de 1,065 millones de dólares entre enero de 2016 y junio de 2023, prácticamente el mismo monto prometido para inversiones sustentables de acuerdo con Blackrock.
De acuerdo con la investigación, más de 400 bancos y firmas de abogados alrededor del mundo, participaron en la colocación de 1,666 bonos de deuda para las petroleras. Las colocaciones sucedieron lo mismo en los mercados financieros europeos, que en América del Norte y Latinoamérica.
De esta manera, los 3 mil millones de dólares para inversiones sustentables anunciados por la Vicepresidenta Kamala Harris languidecen ante los enormes montos de inversión que países y empresas petroleras continúan ejerciendo pese a que cada día “exigen” y presionan más a las naciones en desarrollo para acelerar su tránsito a energías sustentables.