El triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina generó un tumulto de opiniones en los países latinoamericanos, especialmente en aquellos con gobiernos de corte social, mientras que, para los afines a la derecha conservadora, significó un bálsamo ante el ascenso de los gobiernos progresistas.
Y aunque la discusión general centra sus atenciones en la lucha ideológica, la verdad es que lo acontecido el pasado domingo en Argentina es resultado de la profunda crisis económica que vive el país desde hace más de 40 años y de la que, ningún gobierno sea de corte neoliberal o social han logrado superar.
En este lapso de tiempo, Argentina ha pasado de elegir gobiernos conservadores de derecha a regímenes progresistas sin más resultados que los obtenidos momentáneamente para volver de nueva cuenta a las etapas de bajo crecimiento económico, devaluación y ciclos interminables de inflación aderezados de una deuda externa y déficit fiscal que desde entonces agobia a los gobiernos en turno.
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Javier Milei aprovecho este escenario de desesperanza entre los argentinos de más de cuarenta años que no han visto progreso en ese lapso de tiempo mientras que a los jóvenes de 18 años en adelante, les vendió la ilusión de que una política de choque económico entregado totalmente a la apertura, de “libertad” le llama, sin restricciones al capital privado y extranjero, son el camino para acabar con una crisis que, señalan los analistas argentinos, no podrá superarse en los siguientes 15 años en caso de que la fórmula del presidente electo funcione.
La propuesta de dolarizar la economía argentina no es nueva. En 1985 con el primer gobierno civil luego la dictadura militar que dejó al país sumido en una crisis económica similar a la actual, el presidente Raúl Alfonsín, puso en marcha
el llamado plan Austral que consistió en igualar la paridad del dólar con la moneda argentina denominada “austral”. El programa surtió efecto y en pocos meses bajo la inflación, sin embargo, antes de dos años, los precios al consumidor volvieron a subir para ya no parar.
En 1991 Carlos Saúl Menem, un presidente neoliberal y carismático, ideó que la fórmula para sacar a Argentina de la crisis económica era privatizando todas las empresas en manos del Estado, entre ellas la petrolera YPF que era la principal fuente de ingresos para el gobierno, el proceso de privatizaciones además de incrementar el desempleo fracasó, pues ni llegaron las inversiones esperadas, ni tampoco el gobierno logró superar el déficit fiscal que agobia desde entonces a los gobiernos argentinos. La crisis estructural que vive Argentina se prolongo y en el 2001, los bancos quebraron y dieron paso uno de los eventos más traumáticos para el pueblo argentino con el corralito.
Seguro se preguntará cómo es posible que ante semejantes crisis económicas el país no se ha desmoronado y pese a ello continúa en pie. La respuesta en simple, a través de la contratación de deuda. Argentina es uno de los países más endeudados de América Latina. Quizás ese sea uno de los principales errores de los gobiernos argentinos que han aplicado a rajatabla las fórmulas dictadas por el FMI y el Banco Mundial que no han funcionado.
Los gobiernos de Cristina Fernández y Alberto Fernández, plantaron cara a las excesivas condiciones del pago por el servicio de su deuda que dichos bancos le imponían al gobierno argentino. Desafortunadamente, la afrenta llego tarde y esas dos administraciones tampoco lograron contener el deterioro de una economía que requiere más que soluciones y teorías pragmáticas como las propuestas por Milei.
En principio porque para dolarizar la economía argentina, se requiere de unas reservas monetarias que son insuficientes como también lo fueron en el plan Austral. Milei también propone adelgazar la plantilla laboral burocrática que le costaron a Menem múltiples protestas en las calles y conflictos sociales. Desaparecer el Banco Central es menos que imposible pues amén de ser el eje que distorsiona el mercado financiero interno como señala el presidente electo, es el órgano que regula el sistema de pagos de la banca comercial y privada del país.
Reducir lo impuestos y desregular las importaciones en poco o nada ayudarán a reducir el déficit fiscal del gobierno argentino que en pocos meses deberá hacer frente al pago de la deuda externa por más de 45 mil millones de dólares. Milei ya busca cita con la autoridad del FMI con la intención de capitalizar la deuda (otro préstamo) y fijar las condiciones de pago en su administración. Como economista liberal, el presidente electo apuesta que sea el mercado quien regule las distorsiones de la economía argentina y así, salir de la crisis. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso?
Como economista, Javier Milei sabe que no se puede genera riqueza si no existen los medios para generarla y no es el capital quien la genera, sino la capacidad productiva y la explotación eficiente de los recursos quienes generan la acumulación de capital. A que me refiero. Argentina hace muchos años dejo de ser un país con potencial de desarrollo económico y crecimiento industrial. Su economía está estancada en la producción y exportación de materias primas.
De sus 10 principales productos de exportación, sólo el 40% son procesados con valor agregado, el resto, son alimentos de los que al menos el 65% son exportados como materia prima y no como alimentos manufacturados.
Será difícil que un país con un bajo índice de industrialización supere una crisis como la que vive Argentina, ese es el punto que parecen haber omitido los antecesores de Milei pues el país depende en su mayoría de las importaciones manufactureras que, pueden resolver momentáneamente el sistemas de precios al consumidor, pero se está expenso a los vaivenes de los mercados internacionales y bajo un sistema de altas tasas de interés como el actual, se corre el riesgo de un rebote inflacionario mientras que dólar pierde hegemonía como principal moneda en el sistema de pagos internacionales.
Milei define al “Estado como un enemigo” idea fundada en la corriente del anarcocapitalismo que tuvo su origen en la Escuela de Austria en la década de 1950. Dicha corriente tuvo en Friedrich Hayak su máximo exponente que en 1974 ganó el premio Nobel de Economía y en una visita a Chile en tiempos de Pinochet declaró: “personalmente prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático carente de liberalismo”.
Así, el pensamiento ortodoxo y pragmático del que provienen las propuestas de Javier Milei, le augura a la Argentina cuatro años de intensas luchas sociales sin la seguridad de que las condiciones económicas mejoren radicalmente, pero de esto, hablaremos en la próxima entrega.