La Navidad, que es la gran celebración cristiana del nacimiento de Jesús, ha sido fuente de inspiración de muchas obras literarias. Desde que Gutemberg imprimió la Biblia en 1455 han sido escritas muchas obras que hacen referencia al espíritu navideño, en donde encontramos narraciones llenas de alegría y optimismo, lo mismo que otras invitando a la autoreflexión sobre el amor, el humanismo, la familia, la esperanza y la nostalgia.
Un libro clásico es “Cuento de Navidad”, que el británico Charles Dickens publicó en diciembre de 1843 y hasta la fecha, 177 años después, sigue sin perder su vigencia. La trama gira sobre Ebenezer Scrooge, un viejo avaro y gruñón que es visitado por los fantasmas del pasado, presente y futuro, que le muestran su común humanidad de anhelos y temores con aquellos a los que explota o maltrata, y lo redimen guiándolo hacia un Espíritu Navideño cuyo mensaje es: nunca es demasiado tarde para cambiar y convertirse en una mejor persona.
El tema navideño también inspiró a otros autores destacados como: Nikolai Gogol (“Nochebuena”, 1832), Hans Christian Anderesen (“El abeto”, 1844 y “La Pequeña vendedora de fósforos”, 1845), Fiódor Dostoyevski (“Un árbol navideño y la boda”, 1848), Gustavo Adolfo Becquer (“La leyenda de Maese Pérez el organista”, 1861), Guy de Maupassant (“Cuento de Navidad” y “Una cena de Nochebuena”, 1882), Rubén Darío (“Cuento de Nochebuena”, 1888), Oscar Wilde (“El gigante egoísta”, 1889) y Leopoldo Alas Clarín (“El rey Baltasar”, 1891).
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Más recientes: Agatha Christie (“Navidades trágicas”, 1939), Isaac Asimov (“Navidades en Ganímedes”, 1940), Valentine Davis (“Milagro en la calle 34”, 1947), Truman Capote (“Un recuerdo Navideño”, 1956), Raymond Briggs (“Papa Noel””, 1973), J. R. R. Tolkien (“Cartas a Papa Noel”, 1976), Vladimir Nabokov (“Cuento de Navidad”, 1976) y Gabriel García Márquez (“Esta Navidad siniestra”, 1993), por citar algunos autores.
En la literatura mexicana destaca “La Navidad en las montañas” (1870), la novela más leída de Ignacio Manuel Altamirano, quien la escribió en una época, semejante a la actual, en que existía una profunda polarización ideológica entre liberales y conservadores.
Narra el encuentro de un soldado liberal con un cura español que, por razones del destino, celebran juntos la Navidad en un pequeño pueblo perdido en la montaña. A pesar de las diferencias ideológicas, el militar reconoce que el cura ha logrado modernizar y regenerar su pequeño pueblo.
“He ahí un sacerdote que había realizado en tres años lo que la autoridad civil sola no podrá realizar en medio siglo pacíficamente –dice el militar–. Allí no hay santos; allí no veía yo más que una casa de oración y no un templo de idólatras; allí el espíritu, inspirado por la piedad, podía elevarse, sin distracciones, ni encomendándose a medianeros horrorosos, hacia el creador para darle gracias y para tributarle un homenaje de adoración”.
En ese momento, señala María de Jesús Gómez Lazos en la Introducción de la edición publicada por la UNAM (2018), el pai´s se encontraba en plena Repu´blica Restaurada (1867-1876), la etapa de paz posterior al triunfo definitivo del liberalismo sobre el Segundo Imperio y sobre los movimientos conservadores que reaccionaron en contra de la Reforma.
En esa coyuntura era necesario desaparecer los rencores que permaneci´an latentes despue´s del conflicto armado. Altamirano esperaba la unidad de la nacio´n para consolidar la paz y consideraba que la novela era un instrumento idóneo para inculcar en el pueblo la ideología liberal.