Las tareas que realizan el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada de México son esenciales para salvaguardar nuestra soberanía, la integridad territorial, la seguridad nacional, y para brindar asistencia a la población en casos de emergencias y desastres.
En estas labores claves para mantener el orden y la estabilidad social, es imprescindible contar con la visión, preparación y sensibilidad de las mujeres como constructoras de paz, mediadoras de conflictos y luchadoras por la justicia; pues ante las desigualdades que, por razones de género, nos ha tocado padecer, es que hemos aprendido a ser resilientes y a revertir desventajas.
Si bien la creación de estas instituciones protectoras tuvo lugar en 1913, fue hasta veintiún años después, en 1934, cuando por primera vez, hubo representación femenina en ellas, con el ingreso de María González de Carter, en funciones de mantenimiento.
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Desde entonces, con resistencias y dificultades, se ha extendido nuestra participación en la milicia como enfermeras, paracaidistas y pilotos; en los servicios geográfico y cartográfico; en las academias de medicina, odontología, e ingeniería; en la fabricación de armamento, vestuario y equipo; y en muchas áreas más.
No obstante que hemos logrado ingresar a estos ámbitos, nuestra presencia aún es escasa. Por mencionar algunos datos, de acuerdo con el Inmujeres, a 2018, del total de 64 mil 866 personas en activo en la Secretaría de Marina, solo el 17%, es decir, 11 mil 29, eran del sexo femenino; en contraste con el 83% del masculino.
De igual manera, como lo reporta el Observatorio para la Igualdad de la Secretaría de la Defensa Nacional, a octubre de 2023, de un total de 188 mil 248 elementos en sus filas, nosotras llegábamos apenas al 9%, siendo 17 mil 848; a diferencia del 91% de varones, con 170 mil 400.
Asimismo, continuamos subestimadas en posiciones de toma de decisión y en las vinculadas al combate. Así, por ejemplo, a octubre de 2023, mientras que había 522 hombres con el rango de general, solo cuatro mujeres lo ostentaban.
En este sentido, nuestra penetración en estos espacios requiere comprender lo que podemos aportar, fuera de estereotipos y roles discriminatorios; aprovechando nuestras habilidades como tejedoras de redes de conciliación; servidoras públicas comprometidas con los derechos; y lideresas que promueven la edificación de una democracia incluyente.
Decía la veterana de la flota aérea de Estados Unidos, la Mayor Mary Jennings que “poner a la persona adecuada en el trabajo correcto tiene muy poco que ver con el género, la raza, la religión u otra característica”, pero “tiene todo que ver con el corazón, el carácter, la capacidad, la determinación y la dedicación”.
Que este 23 de noviembre, en el que se conmemora al brazo y baluarte marítimo del Estado mexicano, reconozcamos a las mujeres militares que, con valentía y agudeza, han roto barreras en favor de la integración de muchas más a estas instancias preservadoras de nuestra independencia y libertad.