Podría ser cualquier pueblo de la República Mexicana, azolado por ciertos grupos delincuenciales o por las propias autoridades, con centenas de casas vacías, muy pocos habitantes. Varios de ellos, o más bien, varias de ellas, mujeres, eternas esperadoras del regreso de los suyos, quienes en algún momento desaparecieron de la faz de la tierra, sin dejar rastro alguno más que el recuerdo en sus familiares más cercanos.
La atmósfera es recreada por Santiago Moyao en “Mandrágora”, novela gráfica cuyo argumento central es la vida de una madre buscadora de los restos de su hijo en las inmediaciones de su comunidad. Un espacio abandonado en el que quedan unas pocas mujeres, todas con algún familiar desaparecido, temerosas de que las despojen de lo poco que les queda en la vida.
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A través de las viñetas, Moyao visibiliza las formas en que estas madres buscadoras viven, los abusos a los que se enfrentan, las largas noches de insomnio provocado por sus pérdidas, pero también por las hordas de hombres armados deambulantes por el lugar, los miedos sentidos después de cualquier anormalidad un hecho insólito, los recursos gastados de su propia bolsa para subsanar lo que no han hecho las autoridades, la elaboración de sus propios métodos de búsqueda, la sororidad establecida entre ellas ante la animadversión y los vínculos generados para poder subsistir ante un panorama desolador, no sólo física, sino también emocionalmente.
En otro espacio y en otro tiempo, en la Inglaterra victoriana, Charles Marlow acepta emprender, en medio de la inmensidad selvática africana, la misión de buscar al jefe de una expedición comercial de marfil, apellidado Kurtz, de cuyo paradero se tenía desconocimiento y se pensaba que podía estar muerto. Este es el argumento central de “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, adaptada al formato gráfico por Peter Kuper, quien a través de una mirada crítica dibuja y presenta su propia versión.
Kuper, considerado uno de los artistas gráficos más relevantes en la actualidad, conjunta la magistralidad estética con la agilidad narrativa para dar vida a este clásico literario, del que el propio ilustrador mantenía ciertas dudas por algunos sesgos racistas contenidos en ella, pero le otorga su visión, evitando caer en estereotipos y dando prioridad a lo narrativo y a la recreación gráfica del corazón del continente africano para que quienes dan seguimiento a la historia sientan la navegación por el río Congo, las vicisitudes y las complejidades de la zona y la nobleza humana.
Ambos trabajos son ejemplo de la producción de novela gráfica actual, de la más alta manufactura, recopilada por el Fondo de Cultura Económica, a través de una colección específica, en la que hay disponibles otros títulos como el clásico español “Kraken”, de Antonio Segura, compuesta por una colección de relatos independientes de los mundos escondidos de Metrópoli, donde se puede encarnar todo el mal posible, pero también puede surgir la esperanza de algo diferente a través de una mirada crítica.
O “El hombre de Pskov”, del italiano Guido Crepax, artífice de la novela gráfica erótica, pero que en este trabajo explora las motivaciones humanas en contextos adversos como la guerra. En este caso, la revolución rusa es el espacio donde el autor ahonda en situaciones como el establecimiento de estrategias de supervivencia, la ceguera provocada por el fanatismo o la traición, a veces voluntaria, y en otras ocasiones, totalmente involuntaria. Y el también clásico argentino, “Ficcionario”, de Horacio Altuna, ambientado en el futuro, descrito a través de los ojos de un migrante, quien debe enfrentar la miseria, el crimen, la corrupción y la segregación, en busca de una esperanza derivada de la propia intrepidez humana.
Caracterizada por tomar temas con una visión más adulta, ya sea de la vida cotidiana, historia, autobiografía o incluso la fantasía, ciencia ficción o los superhéroes, pero con una propuesta narrativa más cruda, la novela gráfica representa una fusión literaria con un alcance cada vez mayor tanto en lectores como en creativos, dando pie a una mayor producción de la misma, abordando un sinfín de temáticas, alejadas de las historias del cómic tradicional.
Más bien, ha sido el motor para que muchas mujeres hayan encontrado en este medio, una forma de posicionar temas feministas en diferentes latitudes del mundo, pues, de este formato, emanaron novelas gráficas clásicas como “Persépolis” o “El azul es un color cálido”, transgresoras de las normatividades sociales tradicionales con respecto a los roles de género.
Y de igual manera, muchas otras obras contienen una amplia crítica social expresada a través de la conjunción de las artes gráficas y la narrativa. Dibujos e historias cuya conjunción son muy necesarios para elaborar una visión crítica de nuestro mundo y nuestro presente, e incluso, nuestro futuro.