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¿Democracia sin chapulines políticos?

El número de chapulines políticos crecerá en forma significativa durante las Elecciones 2024. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El chapulineo político es uno de los fenómenos que generan gran controversia en la clase política. Siempre despierta el interés de los medios de comunicación. En las redes sociales, activa, además, la polarización y se le utiliza como recurso escandaloso para atacar al adversario.

Se les dice chapulines políticos a las y los personajes que cambian de partido. También a quienes abandonan un cargo público para buscar otro. Las razones del “brinco” son diversas. Destacan dos. Una, el desacuerdo con las decisiones de sus jefes o los proyectos que proponen. Otra, la discrepancia con los giros ideológicos del partido o la marginación que se les hace de los procesos de toma de decisiones.

Sin embargo, la razón más frecuente surge cuando se les niega —o no logran— alguna candidatura o posición dentro de una institución gubernamental o en el Poder Legislativo. La decisión se facilita cuando se encuentra en el personaje la oportunidad de arrebatar al adversario un triunfo electoral o, por lo menos, de afectar su reputación.

Es cierto que los chapulines algunas veces pierden, pero también lo es que en otras resultan vencedores y muy fortalecidos. El número de chapulines que nos gobiernan es elevado. Su crecimiento ha sido exponencial, desde que comenzó el proceso de transición a la democracia allá por la década de los 80.

Por si no lo leíste: Claudia Balderas : Senadora de Veracruz deja Morena y se suma al PRI, presume Alejandro Moreno.

En general, al chapulín se le acusa de traición, incongruencia o deslealtad. Y se lanza en su contra campañas de desprestigio, en las que se ocultan sus atributos y se subrayan sus puntos negativos. Algunos llegan a ser sujetos de campañas negras, las cuales pueden impedir el cumplimiento de sus objetivos.

El chapulineo se ha convertido en práctica habitual de nuestro sistema político. De hecho, hasta parece una actividad legítima y normal. La polarización la favorece. A buena parte de la ciudadanía no le interesan las razones que motivan los saltos de los chapulines, sino la confianza que le inspiran los personajes.

Por lo anterior, el chapulineo se puede percibir como una ventana de oportunidad para lograr nuevos beneficios en favor de la política y sí, también para la sociedad. Por ésta y otras razones, los chapulines asumen los altos riesgos y costos que llegan a tener sus decisiones. El pragmatismo se convierte, entonces, en la fuente y el motor que más los motiva.

Consulta: Jesús Romo de la Cruz. "Chapulitics". Ensayo ganador del tercer lugar en el Treceavo Certamen de Ensayo Político organizado por la Comisión Estatal Electoral de Nuevo León, Octubre 2012.

En nuestra democracia los chapulines no sólo saltan de un partido a otro. También se convierten en independientes. Se trasladan a los medios de comunicación para convertirse en líderes de opinión. Incluso, están saltando de un poder a otro, como sucedió con el ministro Arturo Zaldívar, un caso sin precedente que pasará a la historia.

Si queremos remitirnos a otros ejemplos, tenemos que remontarnos a 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez rompieron con el PRI para formar una Corriente Democrática, misma que se convertiría en punto de inflexión de nuestra incipiente democracia.  O cómo olvidar la escisión del presidente Andrés Manuel López Obrador del PRD, acción que dio origen a Morena en 2011 y que quedó registrado como uno de los saltos masivos que registra nuestra historia política.

El caso más reciente es el de la senadora Claudia Balderas Espinoza, quien dejó Morena para incorporarse a las filas del PRI. Sin hacer a un lado la polémica que ha generado la noticia, se trata de uno de esos ejemplos que llaman la atención, porque la mayoría de los chapulines que ha habido en los años recientes se ha ido con el partido dominante.

Por si no lo leíste: Ellos son los diputados chapulines del Congreso de la CDMX.

El chapulineo no sólo se mantendrá en este proceso electoral, sino que se incrementará en los primeros meses de 2024. La mala reputación y el desgaste de la política —que han derivado en una crisis de los partidos— más el gran cúmulo de inconformidades, desacuerdos y decepciones que surgirán en los procesos de selección de candidatas y candidatos que aún faltan, provocarán una oleada de brincos por todas partes.

La guerra que ya se está librando en diversos espacios por la búsqueda de posiciones podría tener repercusiones de diversa índole en las campañas presidenciales. Es necesario considerar que habrá demasiados chapulines y que algunos de ellos crearán escándalos o desviarán algunas agendas. El chapulineo impactará negativamente las estrategias de las candidatas. Y en sus cuartos de guerra tendrán que incorporar el tema como una de sus principales prioridades porque el tema no pasará inadvertido.

El control de daños tendrá que cuidar los mensajes y narrativas, sobre todo porque el chapulineo no tiene ninguna regulación jurídica. En todo caso, se pueden hacer cuestionamientos éticos a quienes lo ponen en práctica. Sin embargo, nunca se podrá poner en duda la efectividad que alcanzan en el cumplimiento de algunos intereses particulares de grupo y, por supuesto, en los cambios que también pueden resultar benéficos para la sociedad.

Recomendación editorial: Ludolfo Paramio. Desafección política y gobernabilidad: el reto político. Madrid, España: Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales, 2015.

 

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata