En el verano de 1982 en una aula de escuela a la que asistía, el profesor de historia conversaba sobre su viaje por Argentina, además de relatar los lugares que visitó, al finalizar de su charla comentó que era un país muy barato pues con su sueldo de maestro, se había dado vida de millonario.
Por supuesto que en aquel entonces, no comprendí a qué se debía la brecha entre el nivel de vida de los argentinos y el de los mexicanos. En breve la historia nos ilustraría sobre los porqués un país se sumerge en una crisis económica.
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Coincidimos plenamente con el presidente Javier Milei sobre que Argentina vive una estanflación, pero no de hace una década como señala el nuevo mandatario, si no de muchas décadas atrás en las que la economía de su país, ha estado sumida en una crisis recurrente que ningún gobierno ha logrado revertir.
Después de la euforia electoral ya como mandatario, Javier Milei advirtió que viene una etapa de estanflación la cual es necesaria para luego iniciar el camino de la “recuperación y crecimiento”, junto con ello, vino el reconocimiento del ministro Luis Caputo de que por el “momento”, no sería posible dolarizar la economía argentina. En palabras del hoy presidente de Argentina, viene una época de hacer “un esfuerzo entre todos para sacar a flote la economía del país”. En México hablarían de la necesidad de tragarse una “amarga medicina”.
Y es que eso es precisamente por lo que el entusiasta y optimista pueblo argentino votó, por la amarga medicina, considerando que será un cambio “radical”, promesa de Milei, para revertir una crisis que ya abarca cuando menos tres generaciones de argentinos.
El primero en bajar a Milei de las nubes fue el FMI quien le “recordó” que no puede implementar ningún tipo de política monetaria sin un banco central, es decir, le bajaron uno de sus misiles de campaña, y además le recordaron que, “debía mantener una rígida disciplina fiscal”, algo que el organismo le recomendó a todos los mandatarios previos, si es que desea lograr las metas fijadas para recuperar la economía de su país.
Para ello, Milei ni tardo ni perezoso, adelgazó a la mitad el número de ministerios con lo que pretende bajar el gasto público, pero con lo que alimentará las filas del desempleo. Algo que a decir del nuevo gobierno, no importa demasiado pues aunque la tasa de desocupación en el país era baja, “los trabajadores argentinos viven en la pobreza” afirmó el mandatario, y pues sin dinero como afirmó en su toma de protesta, no queda otra opción más que recortar el gasto.
Javier Milei nombró como ministra de exteriores a Diana Molina, una economista de la misma línea dura del neoliberalismo a la que pertenece el presidente, quien se encargará de asistir a los organismos multilaterales para renegociar y contratar más deuda para poner en marcha la política económica que implementará el nuevo gobierno que, más que amarga medicina, puede tener propiedades de cicuta para el pueblo argentino.
La política económica que Milei pretende implementar en Argentina ya ha sido probada en otros países de Latinoamérica con resultados pobres, y en algunos casos catastróficos. En México la propuesta de Carlos Salinas en 1988 fue similar, recortar el gasto público al máximo, privatizar todos los sectores productivos en manos del Estado, aplicar una “rígida disciplina fiscal” y solicitar préstamos del exterior hipotecando el sector energético para echar a andar la estrategia neoliberal durante su mandato.
Los resultados los conocemos todos, y aunque se tuvo “estabilidad” económica por 6 años, la crisis que estalló en 1994 echó por tierra los efímeros logros de la política “liberalista” implementada por Carlos Salinas. Pero a diferencia de Argentina, México cuenta con un sólido sector manufacturero e industrial, así como un fuerte sector exportador. Milei sólo tiene cuatro años para mostrar que su fórmula de choque dará resultados, la pregunta es cuánto más aguantará el pueblo argentino viviendo de crisis en crisis sin que alguien logre encontrar la solución para recuperar una economía maltrecha, y a la que ya no le quedan muchos activos por privatizar y sólo parece depender de la producción de productos primarios.