Apenas arrancamos el periodo de precampañas electorales y las tónicas de las y los aspirantes siguen por rumbos difíciles de entender. Hasta ahora, es confuso señalar qué es lo que cada propuesta representa para el ciudadano común o para el país. No somos nosotros el centro de atención: son las fallas o señalamientos hacia los otros lo que, por el momento, determinan los contenidos políticos de las dos alianzas y el partido que contenderán por la presidencia.
Del lado de Morena: evitar el regreso de los malos gobiernos, del neoliberalismo, o de los fanáticos de la corrupción. Todo lo anterior con la sugerida continuidad de la cuarta transformación cimentada en un segundo piso, cualquier cosa que eso signifique. El detalle está en que la idea cuatroteísta todavía es de una corporalidad tan amorfa que describirla con precisión es todo un desafío, más cuando se excluye a la figura de López Obrador de la ecuación. Para muchos votantes él, y solo él, representa una idea y forma de gobierno con la que se puede estar de acuerdo o no.
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Estoy convencido de que la doctora Sheinbaum tiene tablas suficientes para dar contenido a una alternativa propia, audaz, interesante, de ofrecernos a los mexicanos más allá de los lugares comunes de continuar algo que está todavía por entenderse y evaluarse. Quizás el tiempo le dé la oportunidad de enfatizar con mayor contundencia lo que hoy sigue ausente.
En el caso de Xóchitl Gálvez la antítesis es la no continuidad de Morena: un partido que, desde las denuncias de la alianza que encabeza, en poco ha acertado para hacer de México un mejor país. Inclusive, se señala que se ha traicionado a sí mismo en las promesas de combatir la corrupción, defender la democracia y mejorar las condiciones de vida de los mexicanos como unidad, en lugar de segmentos que se toman como botines a cambio de favores y transferencias sociales.
El equipo presume de contar con las figuras más destacadas de la economía, del oficio político, o de la cultura en el país, que ahora engrosan las filas del equipo de campaña. Pero hace falta respondernos: qué quieren para nosotros, para los ciudadanos, en esa cosmovisión donde Morena deja de gobernar con las mayorías que hoy tiene.
Y finalmente está el caso de Samuel, el vendedor del destierro de la vieja política, cuyas palabras son muy claras al apuntar el sepulcro del PAN-PRI-PRD, para convertirse en la competencia única del hoy partido gobernante. Es de reconocer las habilidades de comunicación de la dupla García-Rodriguez que atrae a un electorado significativo que consume y toma definiciones en redes sociales. Sí: los buenos spots hacen buenas campañas. Pero sin contenidos de qué es lo que está sobre la mesa hacia el futuro, solo quedan esqueletos de protagonismo que complican entender hacia dónde quieren llevar a México.
El déficit de contenidos, pues, supera a las expectativas que debemos estar demandando a quienes nos pretenden gobernar. No es solo culpa de ellos y sus spots creativos: es también nuestra responsabilidad como ciudadanos de exigir que piensen en nosotros, y no únicamente en los otros a la hora de ir a pedir nuestro voto.