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Entre historias

De cierto modo, todo es ficticio porque se moldea desde nuestra memoria. | Jafet R. Cortés

Escrito en OPINIÓN el

“Vivir en una ciudad es vivir entre historias”.

Fernanda Melchor

El crimen se difuminaba en la memoria de cada testigo, que permanecía absorto desde aquellos rincones poco luminosos de la habitación. Las pruebas se mostraban en la escena, posicionadas de tal forma que contaban más de una historia, apuntando hacia distintos culpables. 

Nada era claro hasta el momento, sólo el hecho de que necesitaba descubrirse la verdad, entre tanta niebla que cegaba al contacto. Armas punzocortantes en alerta; manchas de sangre pintando la pared, volviéndose charcos en el piso; lesiones profundas que le dieron muerte a varios sujetos.

Cegados por nuestro imperioso deseo de descubrir quién o quiénes eran los culpables para evitar otra tragedia, así como por la incertidumbre causada por la disparidad de confesiones que planteaban al asesino con rasgos físicos diversos, caminábamos sin un norte claro, tratando de darle sentido a cada elemento que permanecía en las sombras. Cada versión de la historia, era contaminada por la descarga emocional del momento, así como por aquella naturaleza humana de recordar lo que conviene, tergiversar aquellos huecos que no recuerda con claridad en busca de una aceptación sencilla, y olvidar lo que no puede entender.

Ficción

Es difícil describir la realidad de manera objetiva, si nuestros sentidos en muchas formas se ven contaminados por nuestros miedos y deseos. Por ello, reflexionar sobre la “verdad”, se vuelve una tarea titánica. De cierto modo, todo es ficticio porque se moldea desde nuestra memoria. El “ahora” no está compuesto por la verdad, sino por lo que recordamos, y la memoria en muchas ocasiones no es una fuente fidedigna que nos ayude a evitar dejar de ser objetivos.

La escritora y periodista veracruzana, Fernanda Melchor, describía en su libro “Aquí no es Miami”, que tanto la novela como el reportaje compartían de cierto modo una raíz ficticia, ya que describen aquella acción de “moldear” o “dar forma”. Claro que damos forma cuando contamos algo, es natural hacerlo; la damos a partir de lo que recordamos, así como lo que olvidamos a propósito o sin querer hacerlo.

Así, las historias no son contadas a través de la realidad, sino desde la memoria. Contamos los detalles que nos acordamos, moldeando, dándonos la oportunidad de sumar detalles que no necesariamente estuvieron en aquel momento pero que utilizamos con la intención de dejar menos resquicios en el relato.

Cada ficción que moldeamos puede estar más cerca o más lejos de lo que sucedió, dependiendo de nuestra capacidad de recordar los detalles y del valor que tengamos de decirlo todo; aunque al final, todo detalle está imbuido en la ambivalencia entre el recuerdo y el olvido.

Ángulos de cámara, encuadres, selección de tomas; todo lo captamos dependiendo de nuestra escala de importancia, lo demás que no es registrado, se pierde, o se oculta de forma sutil al caer en el abismo de nuestros recuerdos más ocultos.

Una ciudad

Podría decir que vivimos entre historias, que se manifiestan de formas diversas. Todo lo que nos rodea tiene aquella posibilidad de contarnos algo, no sólo a través del lenguaje, sino de aquello que podemos percibir con nuestros sentidos.

El lugar donde vivimos está rodeado de relatos que la gente cuenta a través de su voz o sus acciones, que hablan directa o indirectamente de las calles y avenidas, arquitectura, clima y problemas que le conforman. Así, describimos como espectadores lo que pasa en aquella ciudad, comunidad o pueblo donde radicamos, al mismo tiempo que somos actores principales, secundarios, de reparto o extras de las historias en las que participamos.

Lo curioso de la ciudad, si elegimos esta como el espacio físico donde vivimos, es que se vuelve un personaje por sí sola. Incapaz de contar sus propias historias, busca que los demás lo hagan, al mismo tiempo que interpretan roles dentro de las mismas.

La ciudad no necesita que aquellas historias sean fidedignas, en ocasiones se conforma con los murmullos que crecen poco a poco, tomando fuerza, hasta el punto de volverse leyendas, nutridas por la memoria colectiva, ficciones que se aferran al ahora; que buscan, pese a su naturaleza mutante, no ser olvidadas.

Jafet R. Cortés

@JAFETcs