A un mes de la tragedia causada por el huracán Otis en Acapulco, es inevitable no sentir una profunda tristeza y sorpresa ante la magnitud del desastre. Las consecuencias han sido catastróficas, con pérdidas humanas, desaparecidos y un impacto económico que dejará secuelas por mucho tiempo. Años seguramente.
La muerte ha dejado un doloroso vacío en las familias que perdieron a sus seres queridos debido a la fuerza destructiva de este fenómeno natural. La incertidumbre y el sufrimiento se hacen aún más agudos para aquellos que todavía buscan a sus seres queridos desaparecidos. La cifra oficial a un mes de la tragedia ronda los 50 muertos y unos 20 o 30 desaparecidos, principalmente en la zona de la Marina, donde varios tripulantes de barcos y yates presuntamente se ahogaron en medio del desastre y junto con las embarcaciones que cuidaban por instrucción de los dueños.
Cerca de 300 hoteles quedaron reducidos a escombros, evidenciando la vulnerabilidad de esas construcciones ante eventos climáticos extremos. La necesidad de reconstrucción es urgente y requerirá de recursos considerables para poder brindar un lugar seguro y digno a aquellos que lo han perdido todo. Los daños estructurales en viviendas tanto en Acapulco y Coyuca de Benítez aún son inciertos.
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Es fundamental que después de la emergencia, se mantenga la eficacia del gobierno federal para brindar apoyo tanto humano como material a los afectados por el huracán Otis. Además, se debe evaluar detenidamente qué medidas preventivas pueden implementarse para minimizar los daños en futuros eventos similares. Acapulco debe reconstruirse, pero aprendiendo de la tragedia.
Acapulco ya era pobre antes del huracán, la mitad de su gente vive en la pobreza y con lo mínimo, el glamour del puerto se quedaba en la Costera, eso debe replantearse. Los saqueos en general, fueron un aviso no sólo del oportunismo de algunos, sino de las condiciones de miseria en la que habita la mayoría.
No podemos pasar por alto la magnitud de esta tragedia ni olvidar el sufrimiento humano causado por el huracán Otis. Es necesario aprender de esta experiencia dolorosa y tomar acciones concretas para fortalecer nuestras comunidades frente al cambio climático y sus consecuencias devastadoras. Urgen alertas, protocolos, refugios preestablecidos y planes de contingencia que se activen de inmediato frente al próximo huracán.
Pero los medios y nosotros, también debemos aprender a cubrir con mayor profesionalismo estas tragedias, se tardó mucho en dimensionar el desastre, 24 horas después ni siquiera dimensionábamos la magnitud de los daños, todo fue caos las primeras 48 horas, el gobierno y la sociedad, tardamos en reaccionar, pero a un mes la cosa es un poco más clara.
Foto: Ulises Castellanos
A un mes de la tragedia, es necesario hacer una reflexión crítica sobre la cobertura mediática que ha rodeado este desastre natural. Si bien es comprensible que los periodistas enfrenten dificultades para informar debido a la falta de acceso a internet y otros recursos, es fundamental mantener una cobertura profesional y equilibrada.
Nosotros llegamos unos días más tarde y ciertamente, no había red celular, ni internet, menos agua, ni luz ni comida, fue tremendo al principio, varios colegas dormían en sus autos sobre la costera y los insumos se terminaban, así como las baterías de drones, cámaras o celulares. Por eso fue lenta la transmisión de imágenes y datos al resto del país.
Pero además, fuimos testigos de testimonios sesgados que solo buscan promover agendas políticas o aprovecharse de la situación para obtener beneficios personales. Esto no solo distorsiona la realidad, sino que también socava la confianza del público en los medios de comunicación y sus autoridades.
Si, la ayuda tardó unas horas, pero la gente también abusó, me consta que familias enteras se formaban más de una vez en los centros de distribución del ejército, al grado que en tres o cuatro días en una casita sin láminas, resguardaban más de 20 kilos de frijol y 200 botellas de agua que comenzaban a vender entre sus vecinos. Y sin embargo seguían implorando ayuda frente los micrófonos de cualquier colega. Por eso se requieren protocolos y una mayor civilidad social.
Foto: Ulises Castellanos
Es obvio, que resultó preocupante la ausencia de las autoridades en los primeros momentos de la emergencia, sobre todo los locales. Los ciudadanos afectados por el huracán Otis necesitaban respuestas inmediatas, claras y acciones concretas por parte de aquellos encargados de velar por su seguridad y bienestar. Es inaceptable que los políticos se aprovechen de esta tragedia para ganar popularidad sin ofrecer soluciones reales. Y eso va para todos y de todos los colores. Así no se puede.
Hoy los periodistas no solo debemos informar con honestidad, sino que adicionalmente tenemos que decir lo que NO estaba pasando, siempre fue falso que los víveres se confiscaran en retenes militares, nunca se comprobó el dicho de una agencia sobre los 350 presuntos muertos reportados por funerarios. También resultó falso que NO se les avisara la noche anterior. Más bien la gente local y los turistas lo desestimaron. Las Fake News hacen más daño de lo que imaginamos, esa es otra tragedia.
En conclusión, es imperativo exigir una cobertura mediática más profesional y equilibrada frente a las emergencias. Debemos rechazar las fake news y demandar información veraz y objetiva. Asimismo, debemos exigir responsabilidad a nuestras autoridades para que actúen con prontitud y eficacia en situaciones de crisis como esta. No podemos permitir que intereses personales o políticos opaquen la verdadera magnitud del desastre y el sufrimiento humano involucrado.
Otis, nos enseñó mucho sobre la resiliencia de un pueblo, sobre su esfuerzo y tenacidad; pero también desnudó a los mercenarios de la información, a los oportunistas que organizaron marchas a la Ciudad de México y a los políticos que los recibieron.
Se necesitarán años y miles de millones de pesos para reconstruir Acapulco, pero se logrará; lo difícil es transformar la mentalidad y reconstruir el tejido social, donde sea inaceptable el crimen organizado que campea el puerto y la falta de reglamentos de construcción que ni siquiera contempla seguros obligatorios a los dueños de hoteles o departamentos en la zona. De la desigualdad económica en la zona, ya ni les cuento.
Foto: Ulises Castellanos
Por lo pronto, les dejo una foto que hice de los primeros turistas en Acapulco, ¿qué haríamos sin la esperanza?, carajo.