La llegada de los periodistas David Faitelson y André Marín a Televisa sigue generando una gran polémica: ¿por qué habría el consorcio de contratar a sus acérrimos críticos? ¿Por qué está dispuesto a meterse a la cama con su supuesto enemigo? Formados en la escuela polemista creada por José Ramón Fernández desde sus días en Imevisión, ambos periodistas en parte han hecho carrera como críticos de la televisora y su club insignia, el América. Al ser de los críticos más locuaces contra la injerencia indebida de Televisa en los asuntos de la Selección Mexicana de futbol, representan lo que muchos hemos dicho por años, especialmente tras el Mundial de Qatar: que Televisa saque ya las manos del futbol. Pero esto es imposible: para Televisa el futbol no es el fin, sino el medio para incrementar su posición dominante. Pero el ADN de su hegemonía, que pasa también por la del América, está impregnado de lo que se conoce en las disciplinas económicas como “captura”.
¿Qué es captura y cómo puede aplicarse al estudio de los consorcios mediáticos? Una de las formas más reconocibles es la captura regulatoria, que se refiere a las acciones de los grupos de interés cuando logran influir en el personal o los miembros de la comisión de los órganos reguladores, y la regulación o gobernanza está diseñada y operada principalmente para su beneficio. Es decir, se vuelven juez y parte. Como ejemplo, al menos en las últimas seis administraciones del órgano que rige al futbol en México, la Federación Mexicana de Futbol (FMF), ha habido algún ejecutivo de Televisa –o al menos alguien cercano, amigable con o (ex)empleado del consorcio– a cargo de órganos clave que toman las decisiones en el futbol, ya sea la propia presidencia de la FMF, la Comisión de Arbitraje, o la Comisión de Selecciones Nacionales. Le pongo en la mesa estos cuatro nombres: Yon de Luisa, Ricardo Peláez, Arturo Brizio Carter y el actual presidente de la Federación, Juan Carlos Rodríguez.
Mientras en otras investigaciones hemos analizado la captura de medios en México y América Latina, en el caso del club azulcrema, la captura se ha gestado a partir de las diversas relaciones imbricadas en la tríada negocio, política y deporte. No en balde, el sentimiento antiamericanista es casi tan grande como su afición, tanto en México como más allá de la frontera norte. Sin embargo, siempre hay un tipo de aficionado, un americanista de hueso colorado, que no ve –o no quiere ver– cuál es el problema con la posición ventajosa que tiene el América por ser propiedad de Televisa y por la injerencia del consorcio en todo el futbol, incluida su posición ventajosa por los derechos de transmisión de los partidos no sólo de su equipo ni de la Selección durante todo el Mundial, sino de los más taquilleros equipos de la LigaMX.
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Un ejemplo es Don Benicio, dueño de un puesto de tortas, quien quincena tras quincena acude al estadio Azteca a ver jugar a su equipo, y sea cual sea el resultado del marcador del fin de semana, los lunes siempre responde a las provocaciones de sus clientes con una variante del tradicional #ÓdiameMás. Habiendo sido fan del club por los últimos 50 años, respondió a uno de sus críticos: “le tienen envidia al América sólo porque tiene más dinero y es el equipo más ganador de ligas de la historia. Al final del día son los jugadores quienes se matan en la cancha, no Azcárraga”.
Pues verá, Don Nicho. Ahí reside precisamente el problema. Imagínese que de pronto su competidor de la otra esquina, gracias al amigo bien posicionado que tiene en la alcaldía y a los muchos sobornos con los que se despacha, logra hacerse de todos los puestos de tortas más estratégicos de su colonia. Cuando menos se lo espera, es él quien tiene más poder e influencia para negociar con las autoridades en nombre de todos los torteros a la redonda, aunque sólo se beneficie a sí mismo y usted no tenga ya oportunidad de crecer. Es él quien acuerda los montos de las cuotas con las que usted se debe despachar con las autoridades cada semana, y pronto no sólo se hace también de otros puestos de comida callejera, sino también del negocio privado de camiones de recolección de basura, desde donde puede controlar el servicio a sus competidores. Además, como también tiene propiedades, se hace de diversas bardas y vallas con las que negocia propaganda política gratis para el partido de la alcaldesa, a cambio de seguir gozando de sus favores políticos. En pocos años, es él quien termina imponiéndole a la alcaldía los funcionarios del área que supuestamente deben regularlo y supervisarlo, y logra otorgarse a sí mismo más permisos para hacerse de más negocios. Por supuesto, el puesto de tortas original que tenía es lo de menos. ¿Puede usted competir realmente contra él?
Usted se enamoró de un club deportivo que, como todos, competía en igualdad de circunstancias con todos los demás, como supone cualquier deporte. Entonces un nuevo dueño, Emilio Azcárraga Milmo, lo compró en 1959. En su momento admitió que no sabía nada de futbol, pero sí prometió que convertiría al club en un gran negocio. Al cumplir con su palabra, cambió literal y metafóricamente las reglas del juego, distorsionó el mercado, se apropió de las estructuras de gobernanza del futbol para garantizar su beneficio, y para siempre desemparejó el piso para todos, pues ¿qué otro club se beneficia de tanta exposición preferencial y visibilidad mediática, tanta cobertura periodística favorable y tantas ventajas por la hegemonía de los otros negocios del dueño, como estadio, patrocinadores, anunciantes y casas de apuesta? Sin contar con que Televisa sigue siendo de los medios que reciben más publicidad oficial por parte del gobierno federal. Es decir, sus impuestos y los míos pueden terminar indirectamente en el América.
Además, debido a que su principal negocio no es el Club América sino todo el consorcio mediático detrás, todas las divisiones están obligadas a tributar al gran fin, que es generar más ganancias. Pasando de sus aficionados, puede incluso sacrificar resultados deportivos si a la larga eso conviene a sus intereses, comprando y haciendo jugar a los jugadores más rentables y carismáticos para los anunciantes, aunque no den resultados en la cancha. Esto no es paranoia ni “mala leche”, Don Nicho. No hace mucho tiempo, Televisa Univision –fusión que, por cierto, aumenta la ventaja competitiva del consorcio y la cobertura al América más allá de las fronteras nacionales– anunció que escindiría su división “Otros negocios” –que incluye al América, al estadio Azteca y a su negocio de apuestas y sorteos– para que cotice como compañía independiente en la Bolsa Mexicana de Valores. Al defender la maniobra, su vicepresidente acertadamente espetó: “Si tienes en una misma compañía los tres negocios: futbol, estadio y apuestas, hace sentido (cotizar en la bolsa)”. Cotizar en la bolsa significa la posibilidad de adquirir capital privado de inversionistas anónimos para financiar sus operaciones, pero a la vez comprometerse a generar condiciones para que los inversionistas tengan un rápido retorno de inversión. Es decir, el América opera para generarles ganancias a los inversionistas a cualquier costo, no alegrías a usted ni a sus aficionados.
¿A usted no le causa ruido que nadie esté hablando del enorme conflicto de interés que supone que una división hace crecer a la otra? Es decir, el club no sólo se beneficie de la principal infraestructura futbolística del país, sino que el consorcio captura las estructuras regulatorias, lo que permite acaparar derechos de transmisión de los partidos, los anunciantes y patrocinadores, y el negocio de las apuestas deportivas, todo ello teniendo un equipo de futbol. ¿No le genera problema que Televisa esté en la posición de garantizar acceso preferencial a sus periodistas tanto a la cobertura de grandes eventos como a sus jugadores, a quienes evidentemente pasa de criticar –incluso teniendo a Faitelson y Marín en sus filas–, sino que tenga el poder, como ya ha ocurrido, de vetar a otros periodistas y medios como José Ramón Fernández, Reforma y Récord?
Así pues, Don Nicho, el #ÓdiameMás no es fruto de ninguna envidia y resentimiento, sino que representa un malestar generalizado contra el débil estado de derecho que impera en nuestro país, donde quienes se supone que deben regular, supervisar y poner orden están cooptados por aquéllos a quienes deben supervisar. Por ello los órganos de gobernanza como la FIFA, la Concacaf o la FMF son instrumentos de los actores dominantes y sus intereses a costa de lo que en verdad importa, que en el caso del futbol es la competencia sana y justa, como lo debe ser en cualquier deporte.
*Profesora-investigadora de la Universidad Iberoamericana