El 20 de noviembre de 1910, cuando estalló la Revolución mexicana, en Chiapas nada sucedió; fue un día tranquilo, como cualquier otro. De hecho, los políticos locales se mantuvieron a la expectativa hasta que renunció el gobernador Ramón Rabasa, el 27 de mayo de 1911, dos días después de que Porfirio Díaz dejó la Presidencia y cuando había pasado una semana desde que se firmaron los tratados de Ciudad Juárez.
El cronista José Luis Castro (qpd) afirmaba que la Revolución llegó a Chiapas hasta 1914, cuando el 14 de septiembre entraron a Tuxtla las tropas carrancistas del general Jesús Agustín Castro, al frente de la División 21 y promulgaron la Ley de Obreros que abolió la servidumbre.
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Sin embargo, en el transcurso de esos cuatro años, hubo en Chiapas dos importantes rebeliones, la de la Mano Negra en 1911 y la Mapache en 1914, que, de acuerdo con Thomas Benjamin, fueron reacciones locales en contra de las decisiones centralistas, y no tuvieron como eje las demandas populares de un liberalismo democrático –sufragio efectivo, no reelección, bandera de Francisco I. Madero– o la lucha por la tierra que encabezó Emiliano Zapata.
Aunque los autodenominados revolucionarios chiapanecos surgidos en la rebelión Mapache terminaron por salir victoriosos en 1920, cuando Tiburcio Fernández Ruiz se convirtió en gobernador, la realidad es que representaban a las elites regionales conservadoras que se fueron acomodando a la Revolución y a la institucionalización de la misma.
El inicio de la Revolución mexicana en tierras chiapanecas reactivó el enfrentamiento entre las élites de San Cristóbal de las Casas y las de Tuxtla Gutiérrez, latente desde que Emilio Rabasa en 1892 había trasladado la capital a Tuxtla. Sólo en el año de 1911 hubo seis gobernadores interinos: José Inés Cano, Manuel Trejo, Reynaldo Gordillo, Policarpo Rueda, Manuel Rovelo y Marco Aurelio Solís.
Los sancristobalenses iniciaron la rebelión de la Mano Negra el 3 de julio de 1911, para imponer a Manuel Pineda como gobernador. En respuesta, el gobernador Gordillo León formó un grupo armado de voluntarios, llamado, “Hijos de Tuxtla” para enfrentar a los sublevados.
La rebelión fue apoyada por el obispo Francisco Orozco Jiménez y por un líder chamula llamado Jacinto Pérez, apodado “El Pajarito”, que reclutó a centenares de indígenas con el argumento de que los tuxtlecos iban a quemar las iglesias y a terminar con la religión católica.
El enfrentamiento en Chiapa de Corzo el 8 de octubre arrojó una centena de muertos y el horror cuando diez soldados chamulas fueron desorejados para infligir miedo. Los sancristobalenses optaron por negociar y cinco días después se firmó un acuerdo de paz, pero siguió el conflicto político.
A principios de 1912, y para evitar otro pronunciamiento en San Cristóbal, Madero nombró a Gordillo embajador en Guatemala y como gobernador se designó a Flavio Guillén. Fue una frágil tregua que terminó el 13 de febrero de 1913 al ser asesinado de Madero. El único legislador que tuvo el valor civil para denunciar públicamente el magnicidio y el golpe de Estado del general Victoriano Huerta, fue el senador Belisario Domínguez, que en represalia fue asesinado el 7 de octubre de 1913.
Durante la dictadura huertista se designaron gobernadores militares en 26 entidades. Para Chiapas se nombró al general Bernardo Palafox que permaneció en el cargo hasta el 12 de agosto de 1914. A propuesta de este gobernador se convocó a un concurso para componer un Himno a Chiapas (cuyos autores fueron el poeta José Emilio Grajales y el músico Miguel Lara Vasallo), que hasta la fecha se toca en todas las ceremonias oficiales.