Le llamaban “El hombre del corbatón”; José Menéndez Fernández (1876 – 1959) , quien no contaba con título de Licenciado en Derecho, fue muy conocido en el tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri de la Ciudad de México por defender gratuitamente a los presos.
En cierta ocasión, un joven abogado que envidiaba la fama de Menéndez, lo encontró en los pasillos de los juzgados y en forma sarcástica le gritó: “Adiós abogado sin título” a lo que éste respondió al instante: “Adiós título sin abogado”.
La historia del “hombre del corbatón”, llamado así porque usaba sombrero de ala ancha, capa y corbatón, es conocida por los abogados de la vieja guardia, pero adquiere actualidad hoy que el asunto de títulos y tesis universitarias ha causado problemas a algunos políticos mexicanos.
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Fue el caso, por ejemplo, del exgobernador Pablo Salazar, que en junio del 2000, cuando era candidato de la Alianza por Chiapas, fue exhibido por Víctor Carrillo Caloca, reportero del periódico Cuarto Poder, quien reveló que era falso el título y la cédula profesional que ostentaba, la 745078, como egresado de la Benemérita Universidad de Puebla (BUAP), pertenecía en realidad a María Leticia Altúzar Coello, psicóloga egresada de la Universidad Autónoma de Morelos.
A los dos meses de asumir la gubernatura, Salazar se tituló como abogado (expediente 4509 BUAP del 15 de febrero de 2001), pero durante todo su sexenio desató una despiadada campaña represiva contra el periódico Cuarto Poder, que incluyó el encarcelamiento de Conrado de la Cruz Morales, hijo del propietario de ese medio.
Más reciente, está el caso de la ministra Yasmín Esquivel, acusada de haber plagiado su tesis de licenciatura, pero donde el Comité de Ética de la UNAM no pudo entregar su dictamen, porque la ministra se amparó y después la jueza novena de lo Civil, María Magdalena Malpica, resolvió que ella “es autora de su tesis de licenciatura”.
Ahora, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) determinó que las tesis de las aspirantes presidenciales Xóchitl Gálvez Ruiz y Claudia Sheinbaum Pardo, son trabajos originales.
La UNAM dejó en claro que “no puede, ni debe, verse involucrada en la disputa electoral” y en lo sucesivo sólo emitirá dictámenes sobre posibles plagios en aquellos casos en donde “sea imprescindible la presentación de un grado académico para desempeñar un cargo de responsabilidad”.
Nuestra Constitución garantiza que cualquier ciudadano, es decir, cualquiera puede llegar a ser presidente de la República, pero no avala eficiencia ni honestidad.
Para bien o para mal ésta es la base de la democracia; el término es una herencia del pensamiento político griego que consideraba diversas formas de ejercer el gobierno: por una persona (mo-narquía), por un grupo selecto de los mejores ciudadanos (aristocracia) o por la totalidad del pueblo (democracia).
La mayoría de los presidentes han sido licenciados en derecho por la UNAM; algunos, como Carlos Salinas y Felipe Calderón hicieron maestrías en Harvard o en Yale, como fue el caso de Ernesto Zedillo. Andrés Manuel López Obrador tardó 14 años en titularse como licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM, pero también hubo algunos contadores como Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo de la Huerta; otros que sólo cursaron el bachillerato como Venustiano Carranza y Manuel Ávila Camacho, o fueron profesores como Plutarco Elías Calles, y los demás, a quienes no se les conocen estudios, fueron militares a los que simplemente les hizo justicia la Revolución.