En la centuria decimonónica y buena parte de la primera mitad de la vigésima las mujeres no eran en sí o por sí, o no solían serlo. Las mujeres pertenecían a, o dependían de una figura masculina que diera sentido y justificara su existencia. Las mujeres eran “de” o “viudas de”. La calidad “de” denotaba la propiedad: hija de, esposa de. En el primer caso, el paterno, al nacer se le inscribía con el apellido de aquel de quien era patrimonio; en el segundo, el matrimonio, transfería el bien, lo que quedaba expresado en el añadido de un “de” al nombre propio, al que seguía el apellido del marido que desplazaba al materno y lo eliminaba. Y en ocasiones, aunque poco frecuentes, podía eliminar hasta al apellido paterno y tomar su lugar. En tanto la calidad de “viuda de” signaba la orfandad de la mujer que siendo “de” había perdido a su protector y guía.
A pesar de haber nacido a la mitad del siglo XIX, en Culiacán, Sinaloa –en “provincia”, como solía decirse–, se puede afirmar que Guadalupe Rojo tuvo nombre y existencia propias más allá de su calidad de “esposa de” o “viuda de” Alvarado; porque para el caso antes fue de y viuda de Izábal. En efecto, casó, procreó y enviudó. Casó de nuevo y de nuevo enviudó. Y entonces, a los 43 años, asumió públicamente –porque es muy probable que lo hiciera desde mucho antes– las riendas de su vida y se hizo cargo de la empresa periodística “Juan Panadero”, en la cual se especula que participaba desde el inicio, cuando en 1895 empezó a publicarse en la ciudad de México bajo la dirección de su marido Casimiro E. Alvarado. Pero, aunque yo estoy convencida de su experiencia previa, obviémosla y digamos, siguiendo la historiografía que sobre la protagonista trata, que se hizo cargo del semanario tras la muerte de su marido.
Sobre la larga vida de “Juan Panadero” hay bastante confusión entre quienes estudian la prensa y quienes estudian a Guadalupe Rojo. Así, dicen que el matrimonio Alvarado-Rojo lo adquirió en Guadalajara y ahí comenzaron a editarlo sin precisar el año. Pero en ello hay error, la pareja no estuvo en la edición jalisciense, que duró dos décadas, de 1871 a 1891. Aquel “Juan Panadero” fue propiedad de Remigio Carrillo, primero, y lo heredó su hijo Salvador Carrillo, tras la muerte del primero. Este periódico se conserva casi completo, excepto por su primer año de vida.
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Lo cierto es que al matrimonio Alvarado-Rojo corresponde la fundación y publicación del “Juan Panadero” editado en la ciudad de México a partir de 1895 y que vivió hasta 1911, al menos. De este impreso, a diferencia del anterior, sólo sobreviven unos pocos ejemplares correspondientes a los años 1910 y 1911.
En la época se difundieron supuestos, que se recogieron después en algunos escritos, sobre el papel secundario interpretado por Rojo. Así, por ejemplo, en 1900 un individuo de nombre Félix H. Leyva, le enviaría un remitido en el que se quejaba de ciertos dichos sobre su persona expresados en las páginas de “Juan Panadero” y al respecto, entre otras frases que la descalificaba como responsable, apuntaba: “con cuánta infamia se conducen sus verdaderos directores al dirigir sus calumniosos ataques”.
No entraré aquí a discutir la posible autoría de Guadalupe Rojo de alguno de los escritos publicados sin nombre o bajo seudónimo en las páginas de su semanario, pero si sostendré que ella participaba activamente en la definición de la línea editorial y la elección del contenido. El carácter político de oposición al régimen que tuvo el impreso no se lo dieron los integrantes de su equipo, director y redactor, sino que ellos se atuvieron a los criterios marcados por su editora y propietaria.
Tan Guadalupe Rojo tenía un papel protagónico en la edición del dominguero y lenguaraz “Juan Pandero” que tan sólo un par de meses después de haber asumido la responsabilidad editorial fue acusada, detenida y encarcelada en diciembre de 1899, convirtiéndose así en “la primera escritora que ingresa a Belén por asuntos de prensa” diría algún colega del mundo del periodismo. Siendo “el primer caso que se da en México de que una escritora sea reducida a prisión, desde que se publican periódicos”, diría otro. Lo cierto es que muy pocos impresos dieron cuenta de su detención y liberación, pero los que lo hicieron no le regatearon el mérito de ser la responsable del semanario: “siguió redactando el Juan Panadero”; “continuó redactando aquel periódico”; “quedó al frente del Juan Panadero”. Y uno expresó que Guadalupe Rojo “funge como directora de Juan Panadero”.
Y esa sólo sería la primera de varias detenciones por su labor en el periodismo político.
* Fausta Gantús
Escritora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Autora del libro “Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888”. Coautora de “La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892”. Ha coordinado trabajos sobre prensa, varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX y de cuestiones políticas siendo el más reciente el libro “El miedo, la más política de las pasiones”. En lo que toca a la creación literaria es autora de “Herencias. Habitar la mirada/Miradas habitadas” (2020) y más recientemente del poemario “Dos Tiempos” (2022).