En la víspera de la conmemoración del Día de la Filosofía y de uno de los eventos académicos más relevantes en la materia en el país, el Congreso Nacional de Filosofía, falleció uno de los pensadores latinoamericanos con mayor huella en el pensamiento propio de la región, transgresor de los cánones filosóficos establecidos en los Estados Unidos y Europa a fin de cuestionar cuáles eran las ideas propias de esta zona del planeta y las formas de entender el mundo desde el Sur, la periferia, aquellas regiones alejadas de los focos culturales, pero, en las cuales, se ha generado un pensamiento propio y original, condensado histórico de múltiples experiencias.
Radicado en México desde hace décadas, Enrique Dussel promovió, o más bien, detonó la filosofía de la liberación, a la que consideró producto de una serie de sucesos históricos ocurrido en Latinoamérica al paso del tiempo, como los procesos de conquista e imposición de principios del siglo XVI hasta mediados del XVIII; posteriormente, desde los procesos de emancipación del siglo XIX hasta comienzos del XX y la ubicación de América Latina en el sistema mundial con las reflexiones de Mariategui, pasando por la Revolución Cubana y asentándose las bases de la filosofía de la liberación en la década de los 60 a partir de ciertas corrientes teológicas de pensamiento.
En su autobiografía intelectual explica cómo fue descubriendo al entonces llamado Tercer Mundo a partir de sus vivencias en Europa y de la lectura de Leopoldo Zea, así como su acercamiento a la historia y la teología, con énfasis en la ubicación de América Latina en un mundo donde sólo existían Europa y Norteamérica, como parte de una aparente universalidad. Posteriormente, a su regreso a su país natal, se enfrenta a la pregunta sobre la posibilidad de la existencia de una filosofía latinoamericana ante una sugerida dependencia intelectual de las metrópolis coloniales. Es decir, un pensamiento colonial vigente en los que fueron los territorios del reino de España durante varios siglos.
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Por otra parte, realizando trabajos reflexivos sobre la ética, encuentra a Levinas, quien introduce la categoría filosófica del Otro y en cuestiones teológicas se vive un momento de cambio de foco de acción así como de dotación ontológica a los sectores pobres.
De ahí que, éticamente, el filosofar tendría que trasladarse a la realidad latinoamericana de la miseria, de las clases, los pueblos explotados por el capitalismo, de los intentos de saberes silenciados y callados bajo el yugo de una fe única y verdadera.
Entonces, la filosofía de la liberación es una propuesta de filosofía crítica y localizada autocríticamente en la periferia, entre los grupos subalternos, con la capacidad de reconstruir los movimientos críticos a partir de la comprensión del diálogo entre culturas a pesar de la aniquilante idea de globalización en la que todo aquello fuera de lo homogéneo debe de ser erradicado.
Parte de su trabajo consistió en el debate sobre esta imposición de la modernidad de una visión universal, centrada en la realidad de los países del Norte (Europa y Estados Unidos), sin tomar en cuenta a un gran Sur global, en donde las realidades son diferentes, y afortunadamente, surgen perspectivas de pensamiento críticas, las cuales, abren camino a la incorporación de otras temáticas, excluidas históricamente como las mujeres, los pueblos indígenas o las personas afrodescendientes, entre otras.
Para el filósofo, uno de los grandes retos del siglo XXI es la aceptación de lass conforme a sus temáticas, sus valores y su historia a fin de lograr un diálogo simétrico con tendencia al enriquecimiento de las ideas y un reconocimiento ético de múltiples formas de argumentación en un mismo plano de validez, dejando a un lado el eurocentrismo predominante en la reflexión filosófica tradicional.
Por lo que las voces de la India, de China, de Medio Oriente, de Mesoamérica, de África y de cualquier lugar del mundo en el que se produzca una reflexión sobre el cosmos, ese entorno que nos rodea y al cual le damos significación conforme a nuestras propias experiencias deben ser escuchadas y analizadas para buscar soluciones conjuntas, con perspectivas propias, a los grandes problemas aquejantes de nuestros tiempos. Entre ellos el cambio climático, las pandemias globales, la precarización de la vida, pero también la imposibilidad de un diálogo entre culturas cuyo resultado es una catastrófica guerra.
Sólo lograda esa posibilidad de diálogo, de intercambio de experiencias, sin intentar imponer alguno por sobre las demás, escuchando esa unicidad de pensamiento, analizando las problemáticas desde las perspectivas de quienes han sido considerados siempre como las y los Otros, es posible llegar a la Transmodernidad, ese anhelo propuesto por Dussel de pensamiento crítico, pluriversalidad, multiculturalidad, cuyo eje central es la diversidad humana, una diversidad liberada y plena, en la que todas las posibilidades de mundos se conviertan en una realidad.