En momentos en que se ha reconocido el derecho a la no discriminación, se introdujeron las nociones de diversidad, pluriculturalidad, multiculturalidad y pluralidad, se han privilegiado los derechos humanos y las libertades individuales y predomina la libertad de expresión de las ideas y de pensamiento en casi cualquier espacio ¿aún es conveniente hablar de tolerancia?
La pregunta se reabre en un mundo en el que se reviven conflictos armados en algunas partes del planeta como Medio Oriente o la región de Europa Central y que en muchas sociedades persisten los debates sobre la apertura o no a migrantes o a ciertos sectores sociales, además de personas en busca de refugio por vivir en países desbordantes de conflictos sociales o ambientales o de espacios sociales con mejores perspectivas de desarrollo individual y colectivo.
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Recordando la forma en que reflexionaba el pensador griego Sócrates, a través del diálogo, de la pregunta y la respuesta, en uno de sus más recientes libros “La tolerancia explicada a todo el mundo” (Paidós, 2018), el filósofo francés Roger Pol Droit dilucida sobre el concepto de tolerancia en nuestros tiempos, partiendo de la pregunta sobre si sirve para algo o no dicha noción o si con la idea de amabilidad o de soportar es suficiente. En este último caso, diferenciar que el tolerar no implica necesariamente el soportar ni tampoco únicamente respetar.
Después de establecer la diferencia entre la camaradería y la amabilidad con la tolerancia, las siguientes preguntas le llevan a reflexionar sobre la posibilidad de la existencia de varios tipos, como de alta y de baja intensidad, diferenciadas por la no sanción de lo que está prohibido, en la primera, y el reconocimiento de la libertad como un derecho humano en el segundo.
Sin embargo, dichas definiciones no son permanentes, por lo que el autor hace una remembranza de la construcción del concepto de tolerancia a lo largo de la historia de la humanidad, desde la India y la China Antigua, la Grecia y la Roma clásicas, hasta la Europa del siglo XVII, donde algunos filósofos comienzan a observar que el surgimiento de la pluralidad de ideas religiosas provoca que las religiones con deseo de ser únicas comiencen a intentar detener el avance de la libertad del pensamiento y de creencia a través de mecanismos de nula coexistencia con la diferencia.
Pero, ¿el derrotar esa incapacidad de convivencia ante el pregón de otras ideas u otras formas de mirar el mundo es suficiente para un mundo tolerante? En realidad, no, pues de acuerdo con el también columnista, el gran reto de la tolerancia consiste en que todas las personas admiten la existencia de mundos humanos diferentes que no pueden anularse ni dominarse entre sí.
Hoy en día, considera que las dinámicas propias del período histórico en el que vivimos en las que predominan la conectividad y la inmediatez dificultan estas posibilidades de coexistencia debido a la gran cantidad de opciones de vida, de visiones, de formas de explicarse el mundo, de creer o de no creer o de pensar y su rápido posicionamiento en la esfera pública.
Por tanto, la solución, o más bien, la reconfiguración de la definición o de la concepción de la tolerancia recae en la posibilidad de que cada persona pensase en que las demás personas poseen universos en los que viven y piensan y que no son menos legítimos que otros, es decir, en el mundo, todas las personas tienen su lugar y sus propias convicciones.
A pesar de este planteamiento, el tolerar tampoco significa la permisión de todo, ya que hay situaciones que no tendrían cabida desde ningún ángulo moral como el ejercicio de la violencia, tomando en cuenta que está deriva de la imposición de una voluntad por sobre otra.
Desde una visión propia, del pensamiento latinoamericano y mexicano, Luis Muñoz Oliveira plantea que “la tolerancia es una virtud moral y, en ese sentido, hemos de entenderla como cierta disposición del carácter que se aprende y desarrolla a lo largo de la vida” y el gran reto actual es cultivarla y desarrollarla, dotar de esa virtud a las actuales y a las nuevas generaciones, para cuestionar, desde miradas críticas, esos discursos y esas acciones cimentadas en los prejuicios, los estereotipos y el estigma tan dañinas para el mundo debido a los altos costos en recursos humanos, naturales, económicos, culturales, entre otros, derivados de cuadros de intolerancia como la guerra, la opresión, la agresión y el disenso ante la imposibilidad de escuchar otras voces y dialogar con ellas.