En los días recientes, por diversos medios y encuestas, se viene observando el registro de un estancamiento dentro de la intención del voto a favor de la principal candidata opositora, Xóchitl Gálvez. Vale la pena preguntarse entonces por las razones que provocan este fenómeno y si a estas alturas, como lo presumen los panegiristas del oficialismo, uno debería pensar coloquialmente que “este arroz ya se coció” a favor de Claudia Sheinbaum.
La primera lectura que surge –y pesa sobremanera– es el desgaste de los partidos que respaldan a Gálvez. Ni el PRI, el PAN o el PRD han hecho acciones novedosas para generar un cambio de imagen, y el hecho de que sus dirigentes aparezcan con ella en todos los actos de relevancia ciertamente oscurece al concepto con el cual ella se quería presentar en tanto una candidata de extracción ciudadana. A pesar de los largos años que se ha mantenido vinculada con el PAN, tanto en su condición de funcionaria pública como en el ámbito legislativo. Estos elementos marcan una inconsistencia que ha sido detectada en las encuestas por cuanto el anti-obradorismo no es un factor suficiente para animar a un sector del electorado para apoyar a dicha coalición, porque sigue sintiéndose agraviado por los fracasos y las injusticias generadas por las gestiones encabezadas por estos tres partidos a lo largo y ancho del país.
De esta manera, hay quienes le aconsejan a Gálvez dar un paso audaz; poner filas atrás a los partidos (que sin duda son necesarios porque le proporcionan el registro) y colocarse al frente de una coalición ciudadana real que pueda irse construyendo desde abajo a partir del diálogo y el encuentro con los liderazgos sociales reales agraviados por el actual sexenio y los anteriores. Reconociendo errores y a la vez generando consensos importantes para atender y dar respuesta puntual a las exigencias de justicia en temas como los feminicidios, la búsqueda de las personas desaparecidas y/o violentadas en sus derechos humanos tanto por el crimen organizado y las fuerzas armadas, así como las personas agraviadas por la falta de medicamentos; sin olvidar al largo etcétera de grupos marginados en situación de pobreza estructural que se ha acumulado a lo largo de los años y que a pesar de las políticas sociales del actual gobierno se mantienen sin mucho avance en su calidad de vida.
Te podría interesar
Implicaría recorrer el territorio de una manera inédita para ir hasta los rincones más desatendidos de la nación. Solo con una estrategia de acercamiento y diálogo desde la base misma de la sociedad, y que ésta se acompañe con la postulación de actores/as que emerjan desde ese México profundo y agraviado, sería plausible pensar que la distancia que ahora se registra entre Sheinbaum y Gálvez pudiera acortarse. Pero para ello, los partidos deben reducir sus expectativas de protagonismo y ser facilitadores de dicho proceso. Como alguna vez lo dijo el ex presidente argentino Raúl Alfonsín, hay momentos en que los partidos deben acompañar con la bandera abajo y facilitar que la ciudadanía vaya al frente.
Desde luego, también debe considerarse cuál será la estrategia que adopte el Movimiento Ciudadano, La suma con el Frente es una opción completamente descartada. Y aunque no hay una candidatura que pudiera generar alguna modificación relevante, los votos del MC pudieran ser suficientes para impedir que la elección se estreche en contra del obradorismo. Sin duda, hay una pretensión de capitalizar el potencial colapso que perciben especialmente dentro del PRI y el PRD para recoger dichos restos y con ello pasar a ser un tercer partido consolidado solo después del PAN, De ahí que la candidatura de MC pueda mantenerlo a flote ya sea con los números que actualmente le ofrece el gobernador neoleonés Samuel García, así como seguir teniendo el escenario alterno de utilizar a Marcelo Ebrard, en caso de que éste fracase en su insistencia por conquistar la nominación del oficialismo.
Las candidaturas independientes con las nueve personas finalmente registradas (que se reducen realmente a tres: el expriista Ulises Ruiz, el exlíder del PES, Hugo Eric Flores y el actor con ideas conservadoras Eduardo Verástegui), nos muestran que puede haber un segmento de la población que se sienta atraído por posturas ultraderechistas similares a las observadas en otras partes del orbe con fenómenos como Donald Trump en los Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y más recientemente Javier Milei en Argentina. Recordemos en la elección de 2018, que las incursiones de Margarita Zavala con México Libre y Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” mostraron que dicho electorado le dio poco más de 5% de la votación a este último. Sin embargo, se ha visto que Sheinbaum, repitiendo la estrategia pragmática de AMLO, no ha descuidado el diálogo con los grupos evangélicos al reunirse y obtener el apoyo de la dirigencia del PES, que aún sin registro puede mover a dichos electores como lo ha hecho en el tiempo reciente.
Esto nos lleva a considerar una última variable: los errores del propio oficialismo, especialmente en los procesos de selección de sus candidaturas para espacios vitales como las nueve gubernaturas que estarán simultáneamente en juego el próximo año. Al igual de lo que se vio en el marco de la contienda por la candidatura presidencial, la posibilidad de imposición y la incapacidad para procesar la suma oportunista de personas provenientes de otros partidos al interior de Morena -desplazando a quienes se consideran con más derechos a los cargos al haber estado desde un inicio-, muestran lo que los especialistas llamamos la “crisis de crecimiento” que experimentan los partidos justamente por la carencia de reglas y procesos institucionales sólidos para procesarlos.
En consecuencia, la segunda estrategia plausible de la oposición sería la de captar a dichos grupos descontentos para al menos impedir como se logró en los comicios de 2021, que se impida al oficialismo el control mayoritario de las cámaras legislativas, especialmente en el nivel de aprobación para definir reformas a la Constitución.
Técnicamente, aún falta mucho por recorrer de cara a los comicios de 2024, pero es muy claro que la ruta para la oposición estará muy cuesta arriba de no percatarse de la importancia que implica construir una narrativa y un repertorio de comunicación política que le implique ir más allá de las cualidades de un liderazgo. Ahí radica el desafío ante el cual deben redefinirse antes de que sea verdaderamente tarde.