ELECCIONES 2024

El debate de no debatir

Bien pudo poner Morena el ejemplo de que, en casa, también se debate. | Carlos Gastélum

Créditos: #OpiniónLSR
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Todos los partidos políticos, sin excepción, son entes profundamente egoístas. En países como el nuestro, su objetivo tiene márgenes perfectamente definidos: obtener recursos públicos, ganar elecciones y hacerse del poder. Cualquier cosa detrás de su arreglo institucional, sea la formación de cuadros, la movilización territorial para el voto, o la atención ciudadana sus funcionarios electos son, al final del día, accesorio de lo principal.

Durante las temporadas electorales, los partidos suelen tomar rutas distintas para atraer la atención de los votantes. Abrir sus candidaturas a propuestas ciudadanas, realizar elecciones primarias, o someter a consulta pública las plataformas electorales, son mecanismos típicos de interacción para hacer guiños de que al pueblo se le escucha y atiende.

Para el proceso que actualmente vivimos en México, una característica atípica emerge del partido que mayor fuerza y dominio político tiene en el país. Morena, tanto para la selección de la coordinación nacional como de las coordinaciones estatales, decidió que a los aspirantes a esos cargos no les fuera permitido debatir entre ellos.

Es una decisión sin duda pragmática, pero poco útil para los electores. Al partido le conviene porque se evitan cuestionamientos públicos entre los militantes que, a la postre, podrían dañar la imagen pública de la o el candidato. También, facilita limar asperezas en lo privado que difícilmente se repararían tras videos, audios o declaraciones fuera del control del espacio partidista. Quizás no sea del todo infalible, como lo estamos viendo con Ebrard en el caso nacional, pero al menos se crea un control en el guion en donde la ruta es la transformación, y nada más.

Desde el punto de vista del elector, no obstante, la decisión del partido limita las posibilidades de conocer las similitudes y diferencias entre cada proyecto. Ahora que estamos en el proceso de selección de las coordinaciones estatales, sí sería deseable entender en qué se parecen Clara Brugada y Omar García Harfuch pero, sobre todo, entender en qué no son iguales como opciones para Ciudad de México. O distinguir qué tipo de Veracruz imagina Rocío Nahle frente a Claudia Tello; el Tabasco que propondría Javier May en contraste del de Mónica Fernández; o el Morelos de Rabindranath Salazar con el de Víctor Mercado.

Lo mismo para los casos de Chiapas, Puebla, y el resto de los estados que elegirán gobernador, en donde las listas de cuatro personas que contenderán en las encuestas ya fueron definidas. Si hay entidades en donde Morena lleva una senda ventaja en las preferencias del voto, lo mínimo que podríamos conocer es la diversidad de propuestas y alternativas que cada candidata o candidato plantea para el gobierno local que aspira dirigir.

Esa oportunidad arrebatada, la de conocer la diversidad y pluralidad que convive dentro de un mismo movimiento sobre cómo gobernar, reduce a las encuestas en concursos de popularidad. No importan las propuestas, importa la imagen y el reconocimiento. Para quienes sí estamos interesados en distinguir entre unos y otros, deberemos contrastarlos únicamente dentro del parámetro de la contienda entre partidos, cuando bien pudo poner Morena el ejemplo de que, en casa, también se debate.

 

Carlos Gastélum

@c_gastelum