GOBIERNO

El regreso de los Virreyes

Los malos gobernadores perdieron el miedo a hacer negocios turbios. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Uno de los efectos que dejó la alternancia electoral en el 2000 fue el incremento en el poderío de los gobernadores. Siempre influyentes en el mosaico nacional, los alcances de estos gobernantes estaban, no obstante, supeditados a las lógicas políticas y arreglos de los Presidentes de México emanados del PRI. En Los Pinos no solo se definían buena parte de las candidaturas estatales, sino también las posibilidades a apuntalar o destruir carreras políticas. El arreglo funcionaba a partir de las complicidades que permitía el esquema de partido único.

Con la llegada de Fox a la presidencia, sin haber logrado mayorías en el Congreso, inició la época de gobierno dividido que cambió las relaciones entre el poder estatal y federal. A principios de siglo, había 19 gobernadores del PRI, que vieron en la debilidad presidencial una ventana para afianzar poder. En 2001 convocaron a una primera reunión de gobernadores que, un año después, se formalizaría en la Confederación Nacional de Gobernadores, conocida como CONAGO. Ya en 2003 se integrarían gobernadores de todos los partidos.

Durante los gobiernos del PAN, la CONAGO fue referente indiscutible en la negociación entre las agendas locales y federales. Pero fue durante esa época donde, también, surgieron los más estrepitosos escándalos de corrupción en las entidades: deudas públicas desenfrenadas, dinastías locales que se traspasaban el poder, desvíos de recursos para propósitos personales o partidistas, vínculos con criminales, entre una larga lista de actitudes inconfesables. Los malos gobernadores le perdieron el miedo a hacer negocios turbios, porque no rendían cuentas a nadie. No por algo llegaron a ser considerados como los nuevos virreyes de la democracia mexicana.

Cuando Enrique Peña Nieto ganó en el 2000, y el PRI logró remontar a 20 gubernaturas tras un breve declive de años previos, las relaciones cambiaron otra vez. El partido ganó la presidencia y el Congreso, definiendo así los pesos y centavos para los estados. Así, con un control que tendía a la centralidad, la relevancia de los gobernadores comenzó a diluirse. A esto se sumó, además, la detención inédita del mayor número de ex gobernadores durante un sexenio, y que llevó priístas y panistas tras las rejas por casos de corrupción, fraude y vínculos con delincuencia organizada.

Tras la llegada del Presidente López Obrador, controlando también designios presupuestales, la relevancia de los gobernadores se minimizó. La CONAGO comenzó a volverse cada vez más irrelevante e, inclusive, terminó fracturándose en la fracasada Alianza Federalista, que se extinguió en 2021 cuando Morena hizo pedazos al resto de los partidos en las contiendas a gubernaturas. Hoy el partido en el gobierno tiene 21 gobernadores, y podría llegar a 22 de ganar Estado de México, o 23 si contamos a San Luis Potosí de su aliado el Verde Ecologista.

Para efectos prácticos, y aunque la CONAGO todavía siga existiendo, la relación entre el poder federal y los estados se parece más a los momentos previos al 2000: un Presidente que aprueba candidaturas, gobernadores que son obedientes al mandato de Palacio Nacional, y con prácticamente ninguna crítica hacia las políticas nacionales. Ya no es solo el dinero del presupuesto lo que importa: sino dónde se harán los grandes proyectos de infraestructura federales y, sobre todo, hacia dónde se asignan las fuerzas de seguridad pública.

La duda está si este modelo va a sobrevivir tras 2024. Si, en efecto, Morena termina ganando la Presidencia, pero la oposición logra avanzar en el Congreso, podríamos estar frente a nuevos escenarios de gobiernos divididos que permitirían a los gobernadores regresar a situaciones similares a hace 20 años.

Más aún: si en la próxima presidencia quien gobierne no tiene los alcances para centralizar las decisiones dentro del partido y en la estructura gubernamental para llamar a los gobernadores a cuentas, es altamente probable el regreso de los virreyes. Esta es parte de la ecuación que el Presidente López Obrador, y los partidos, deben incluir en la ecuación de a quién se apoyará para la candidatura.