Después de la decisión anunciada de los órganos nacionales de Movimiento Ciudadano, ha quedado más que claro que los naranjas participarán con una candidatura propia en la elección presidencial de nuestro país.
En efecto, la persona que representará al movimiento naranja será anunciada en enero de 2024, en un nuevo toque de audacia por parte de la organización política que no sigue la tendencia de las demás de adelantar los tiempos.
Precisamente ese adelanto de tiempos y formas es el aspecto más cuestionado del proceso del llamado Frente Amplio, que igualó al oficializarlo en eso de brincarse los plazos legales.
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Y es que a estas alturas en nuestro país es una rareza respetar las leyes electorales en cuanto a tiempos y formas, empezando por el oficialismo que emprendió una sucesión adelantada que le ahorra un año de trabajo al actual presidente.
En efecto, al plantear la sucesión adelantada, el último año de la administración del presidente Lopez Obrador se ha convertido en una especie de show de despedida y de anuncios de campaña.
En el gobierno federal ya no se habla de hacer el trabajo que por ley les corresponde, sino de campaña, candidaturas y sucesiones en todos los ámbitos.
Como en la vieja cultura priista, de la cual es heredero, el régimen está dedicado a ganar un lugar en el siguiente gobierno.
El llamado Frente Amplio de los viejos partidos jugó a lo mismo, con razones diferentes: adelantaron la campaña para ganar tiempo y para armar una alianza total que pondrá a prueba la rivalidad histórica en estados y municipios. El pragmatismo puro, por sobre programas e ideologías.
Por eso entre el descaro del régimen y la resignación de los viejos partidos, la apuesta naranja por un proceso novedoso en tiempos y formas resulta interesante.
De entrada, se diferencia de unos y de otros, y acerca una propuesta al electorado joven como joven es nuestro país. Esa juventud tan reacia a las viejas formas pero tan necesitada de novedades y de comprensión.
La apuesta naranja es innovadora en tiempos y formas y es audaz en su planteamiento. Falta ahora ver si los viejos tiempos y las buenas formas de nuestra democracia abren la puerta a una generación joven.
Espero que sí, porque las otras dos opciones son condenar al país a un pasado en el que las personas no cuentan más que para votar.