Recuerdo la emoción que sentíamos todas y todos en la escuela cuando recibíamos nuestros libros de texto. Esos momentos inolvidables de texturas, colores y olores inconfundibles de los libros de texto nuevecitos, de letras claras y de ilustraciones atractivas que nos llevaron a mí y a mis compañeros de clases por el maravilloso camino del aprendizaje.
El libro de texto escolar mexicano es uno de los productos que mejor han transitado del concepto ideológico de verdaderos gigantes del pensamiento mexicano (Jaime Torres Bodet a la cabeza de un gran esfuerzo colectivo) a la aplicación práctica, siempre con el concurso de docentes y padres y madres de familia.
¡Qué emoción de tan solo sentir el olor de los libros de texto en la primaria! Sabíamos que llegaba el conocimiento en esos mexicanísimos tomos llenos de bellas ilustraciones y de ingeniosos textos, la mayoría pertenecientes a autoras y autores de nuestro país, aunque también los hubo de la literatura universal.
Hoy que se ha desatado una polémica por presuntas manipulaciones ideológicas en la redacción de esos libros de texto, me parece que debemos todas y todos poner atención. Se trata de la infancia mexicana la destinataria de tales libros, se trata de la formación de las y los mexicanos del mañana. No es cosa sencilla.
Claro está, tampoco se trata de aventar salvas al vuelo ni de hablar por hablar. La autoridad en todos sus niveles debe tomar muy en serio este asunto, y abordarlo con la seriedad y la celeridad que amerita el valor de nuestras infancias. Primera prioridad, diría yo.
No estamos hablando de lecturas que puedan tomarse a la ligera, sino de instrumentos de enseñanza y aprendizaje que quedarán en la mente y en la conciencia de generaciones de mexicanas y mexicanos. Se tata del bien más preciado de la Patria. Se trata del futuro de nuestra nación, es algo muy serio que no se reduce a un sainete político ni a un pleito de días.
Hacen bien las asociaciones de padres de familia en interesarse por el tema, hace bien el gobierno en tomarlo en serio. Haremos bien en mantenernos atentas y atentos, y también en involucrarnos con seriedad: aquí el único “bando” válido es el “bando” de la infancia mexicana. El bien superior a cuidar y a proteger es la buena educación de esa infancia.
Lo mejor que puede pasar es que la discusión se mantenga abierta, y que participemos todos los que podamos. Ningún argumento serio está de más, porque las infancias mexicanas constituyen el capital de futuro de nuestra nación.
Por lo pronto, nada de darle validez a dichos sin fundamento. Tampoco de menospreciar el tema, porque es bien importante: nada menos que el futuro de la Patria encarnado en sus infancias. No exagero.
Como representante ciudadana, estaré atenta al rumbo de la discusión, y participaré todo cuanto pueda porque estoy cierta que el futuro de nuestro país depende en bastante medida en el futuro de sus infancias. Ellas y ellos tendrán ese futuro en sus manos, y de ahí la importancia de proporcionarles la mejor de las formaciones, en libertad y democracia.
Sin parcialismos pero con pasión de servicio y sobre todo sin indiferencia. Se tata del futuro de nuestra Patria.