Este libro es un emblema de la cultura y de todas las civilizaciones.
Aquí conviven una multitud de historias para contarnos cómo ha caminado la humanidad en este planeta.
Daniel Smith da cuenta de este camino a través de cincuenta de los libros más importantes, cuya influencia marcaron el devenir de percepciones y realidades.
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Fragmento del libro de Daniel Smith “La historia del mundo en 50 libros”, publicado por Crítica, © 2022, © 2024 Traducción: Citlali Valentina Bonilla García. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.
Daniel Smith es editor y autor especializado en historia social, política y economía. Es colaborador en The Statesman's Yearbook, la guía geopolítica por excelencia que cumplió 150 años en 2013.
La historia del mundo en 50 libros • Daniel Smith
Parte I
El Mundo Antiguo
Poema de Gilgamesh
Autor desconocido (tercer milenio a. C.)
Ampliamente considerado como el primer libro conocido de ficción del mundo, el Poema de Gilgamesh es un poema enorme que cuenta las aventuras de Gilgamesh, un rey de la antigua civilización sumeria localizada en la región moderna de Irak y Siria (algunos registros históricos sugieren que en realidad sí hubo un rey con ese nombre que probablemente gobernó durante la primera parte del tercer milenio a. C.). En la actualidad tenemos unas 3 200 líneas del texto, que, se piensa, son entre el 80 y 90% del total del original. Escrito en la última parte del tercer milenio antes de Cristo, Gilgamesh puede justamente considerarse como el primer gran avance en la historia de la literatura (la obra maestra original del pensamiento creativo preservada de manera escrita).
La historia en sí es muy divertida. Gilgamesh, descrito como una tercera parte humano y dos terceras partes deidad (su madre, Ninsun, era una diosa y su padre, un simple mortal), es rey de Uruk, una bri-llante ciudad amurallada al sur de Mesopotamia. Gigantesco y fuerte, también es bastante obstinado, trata con prepotencia a los hombres de Uruk con sus proezas atléticas y ejerce lo que él considera su derecho de involucrarse con las mujeres de la ciudad, en especial con las recién casadas. Los ciudadanos, cansados de este mal comportamiento, se quejan ante los dioses, por lo que, de un pedazo de arcilla, la diosa Aruru le crea un compañero, un gigante llamado Enkidu, con la esperanza de que lo mantenga en el buen camino.
Enkidu es de una naturaleza primitiva, aunque también posee inteligencia humana. Sin embargo, después de caer en la tentación de participar en una prolongada relación sexual con una humana, una prostituta del templo llamada Shamhat (se dice que el encuentro duró una semana completa, o incluso dos, de acuerdo con algunas interpretaciones), los animales lo rechazan y se vuelve completamente humano. Lo expulsan de su viejo mundo y lo lanzan a uno nuevo, con frecuencia más complicado. Su nueva moralidad provoca que rete a Gilgamesh en una lucha feroz; no obstante, al final forman una amistad que los conduce a varias aventuras.
Tiempo después de la pelea, el dúo va al Bosque de los Cedros, del cual planean llevarse algunos árboles sagrados luego de matar a su temido protector, un monstruo llamado Khumbaba el Terrible. Más adelante, la diosa Ishtar expresa su deseo por Gilgamesh, pero él la rechaza, lo que ocasiona que la diosa despreciada mande al Toro Celeste a ejecutar su terrible venganza sobre él si continúa rechazándola, pero Gilgamesh y Enkidu logran matar a la bestia. Las muertes de Khumbaba y el Toro suscitan la ira de los dioses, quienes condenan a Enkidu a sufrir una muerte lenta y agónica durante 12 días, enfermo y postrado en una cama.
Devastado por la pérdida de su amigo y decidido a escapar de un destino similar, Gilgamesh busca descubrir el secreto de la vida eterna de los únicos humanos sobrevivientes al diluvio universal. Para localizarlos, debe emprender un largo y peligroso viaje que de nada le sirve, ya que descubre que la muerte es inevitable. Gilgamesh muere antes de que la historia termine (probablemente de viejo, aunque no se dice de manera explícita) y los ciudadanos de Uruk lamentan la muerte de su gobernante.
Gilgamesh incluye varios tropos que se volvieron elementos bási-cos en las epopeyas clásicas de héroes; tal vez un claro ejemplo sería que sirvió de modelo para la Ilíada de Homero (en la que destacan las similitudes del personaje de Patroclo con Enkidu), y para la Odisea. Muchos eruditos también argumentan que Gilgamesh tiene puntos en común con la Biblia.
La historia de Enkidu (un hombre creado de manera divina a partir de barro y expulsado de su hogar después de haber sido tentado por Shamhat) tiene obvios paralelismos con la historia de Adán y Eva y su expulsión del Edén. Pero tal vez lo que más sorprende es la visita de Gilgamesh a Utnapishtim y su esposa en busca del secreto de la vida eterna. En ese episodio, Utnapishtim relata cómo el dios Enlil produjo un gran diluvio en el mundo como castigo por las fallas del hombre. Sin embargo, Utnapishtim recibe una advertencia por parte de otro dios, quien le dice que prepare un barco que pueda albergarlo a él y a su familia y poner a salvo todas las semillas de todas las cosas vivientes. Cuando llega el diluvio, solo los tripulantes del navío se salvan. Finalmente el barco queda en la cima de una montaña y es ahí donde Utnapishtim libera varias aves (incluyendo una paloma) para que busquen tierra firme. Salvo por unos cuantos nombres, la historia es casi idéntica a la del arca de Noé como se narra en el Génesis. Se desconoce si Gilgamesh sirvió de fuente para la historia de Noé o si ambas historias simplemente reflejan una tradición narrativa compartida.
La historia literaria de Gilgamesh es casi tan fascinante como la historia épica que relata. Originalmente era una serie de poemas sumerios en escritura cuneiforme, escritos alrededor del año 2100 a. C.; la versión más completa que conocemos en la actualidad proviene de los babilonios, quienes la grabaron en el lenguaje acadio en 12 tablillas de piedra entre el 1200 y el 1000 a. C. Pero después del 600 a. C., Gilgamesh se convirtió en un clásico perdido en su mayoría. Luego, en la década de 1850, un grupo de arqueólogos liderado por británicos descubrió un gran número de tablillas grabadas en el sitio de una antigua biblioteca en Nínive, cerca del actual Mosul en Irak, las cuales fueron debidamente enviadas al Museo Británico. Después de varios años, el museo recurrió a un voluntario —un grabador de billetes llamado George Smith, quien había abandonado la escuela a los 14 años (y que ya desde esa edad sentía una gran fascinación por la historia y la cultura asiria)— para que los ayudara a analizar los fragmentos que habían permanecido sin revisar en un almacén. Durante aproximadamente diez años, entre las décadas de 1860 y 1870, logró traducir varias tablillas y de esta manera reintrodujo la historia al mundo. Fue la poesía elegante de un aficionado entusiasta, y no la de un renombrado hombre de letras, la que reconectó al mundo con la primera y grandiosa obra literaria de la historia.
¡POR GEORGE!
No se sabe a ciencia cierta si George Smith se percató del alcance de su logro, dado que murió en 1876 en un viaje de estudio a Alepo, con tan solo 37 años. Gran parte de su emoción por los fragmentos que decodificó se debió a que creía que validaban la veracidad del Génesis. Se dice que se levantó de un brinco de su silla y que corrió eufórico por los pasillos del Museo Británico cuando leyó sobre un diluvio universal que había acabado con la humanidad, salvo por un hombre y su familia. Cuando le comunicó su descubrimiento a la Sociedad de Arqueología Bíblica, el primer ministro británico, William Gladstone, se encontraba entre la audiencia y los descubrimientos de Smith llegaron a los titulares en el mundo entero.
Tao Te Ching
Atribuido a Lao Tse (primer milenio a. C.)
El Tao Te Ching, que de manera general se traduce como «El camino y la virtud», es la guía espiritual principal para los seguidores de la antigua filosofía china del taoísmo. Los taoístas abogan por llevar una vida sencilla, humilde y piadosa, y con ello, lograr equilibrar el Tao, que equivale al universo en sus manifestaciones materiales y espirituales. En términos más simples, sus adeptos buscan una existencia pacífica en armonía con la naturaleza y exponen conceptos como virtud (de), naturalidad (ziran) y no-acción (wu wei).
El supuesto autor del libro, Lao Tse, es un personaje altamente controversial, quien pudo haber vivido alrededor del siglo vi a. C., como contemporáneo de Confucio, aunque algunos eruditos han sugerido que vivió después, en los dos siglos siguientes. Muchos otros dudan que Lao Tse (que con frecuencia se traduce como «Viejo Maestro») haya sido real, incluso existe una gran escuela de pensamiento que cree que el Tao Te Ching es una colección de poesía y frases provenientes de varios autores.
La finalidad del libro es proporcionar una guía a los taoístas sobre cómo pueden vivir en armonía con el universo. Aunque el taoísmo permite deidades, la energía universal en el centro de su filosofía no se considera en términos de una divinidad suprema. Más bien, esta energía se conecta con todo, creando un todo unificado, y sus seguidores intentan vivir en equilibrio con sus fuerzas opuestas; por ejemplo, luz y oscuridad, fuego y agua, acción e inacción. Estas dualidades se encuentran resumidas en el concepto del yin y el yang.
El Tao Te Ching es relativamente corto, se compone de poco más de ochenta pequeñas secciones y tan solo alrededor de cinco mil caracteres chinos. En el corazón están las «tres joyas» de la compasión, la humildad y la moderación. Sus enseñanzas, con frecuencia resumidas en unas cuantas palabras, suelen ser místicas y difíciles de identificar. En particular, el concepto de wu wei ha inspirado varias interpretaciones, aunque la mayoría coincide en que promueve evitar la intervención perjudicial, que no es lo mismo que la inacción pasiva per se: «No hagas nada y todo estará hecho». En un mundo en el que el impulso es hacia el movimiento perpetuo y la acción sin fin, semejante argumento representa, cuando menos, un reto a la ortodoxia aceptada, cuando no una rotunda amenaza. Además, su crítica implícita a los excesos de una clase gobernante que supervisaba un estado de cambio constante y falta de armonía convierte al Tao Te Ching en un texto mucho más radical y controvertido de lo que podría parecer a primera vista. Considera la naturaleza hiriente de esta observación: «Cuando el maestro gobierna, el pueblo apenas es consciente de su existencia».
La primera referencia significativa de que Lao Tse es el autor se encuentra en los escritos del historiador Sima Qian, entre los siglos ii y i a. C. Se ha sugerido que Lao Tse pudo haber sido un historiador o que quizá trabajó en los archivos imperiales. Otras narrativas posteriores aseguraban que había vivido cientos de años y que era el último de una larga línea de reencarnaciones. Lo cierto es que es difícil discernir un personaje biográfico auténtico, de ahí el creciente apoyo a la idea de que el Tao Te Ching es una antología. Se piensa que la obra pudo haber sido compilada, editada y refinada tal vez a lo largo de varios siglos, en la segunda mitad del primer milenio a. C.
Una serie de tablillas de bambú, que tenían varias partes en común con el Tao Te Ching, se descubrieron en una tumba en la provincia de Hubei, en China central, en 1993. Con una antigüedad no mayor al año 300 a. C., son los ejemplos más antiguos del texto del Tao Te Ching que se conocen. Se han encontrado otros ejemplos posteriores del libro y los comentarios basados en él inscritos en bambú, seda o papel. El uso del título Tao Te Ching surgió durante el reinado de la dinastía Han, que abarcó del año 202 a. C. al año 220 d. C. El taoísmo fungió como una importante corriente filosófica en la vida china a lo largo de los siguientes siglos y compitió por un lugar junto con el sistema de creencias del budismo (bastante relacionado), así como con el confucionismo y el legalismo (que demandaba un gobierno fuerte basado en un sistema de ley y orden). Aunque estas escuelas filosóficas parecían estar en conflicto entre sí, por lo regular el taoísmo proveía los puntos de referencia a través de los cuales podían reconciliar sus diferencias.
El taoísmo floreció en la dinastía Tang (618 a 907 d. C.), y los emperadores de dicha dinastía afirmaban que Lao Tse era su ancestro. Seguiría siendo un rasgo importante del paisaje espiritual de China durante buena parte de los siguientes mil años, aunque su influencia declinó a partir del siglo xvii, especialmente debido a la continua influencia del budismo y el confucionismo. Fue a partir del siglo siguiente cuando entró de manera significativa en el consciente occidental, cuando sacerdotes jesuitas lo tradujeron al latín. La primera traducción al inglés apareció hasta 1868.
ZHUANGZI
La otra gran obra del taoísmo es Zhuangzi, del mismo nombre que su autor, quien vivió en el siglo iv a. C. En ocasiones también conocida como Nanhua zhenjing (que se traduce como «El clásico puro de Nan-hua»), es una colección de anécdotas y fábulas que se inspira en gran medida en el Tao Te Ching, aunque muchos críticos la consideran una exploración más profunda del credo taoísta. La personalidad de su autor permea en el texto, en el que descubrimos a un hombre que usa zapatos viejos unidos con un cordón porque el mundo material no le importa, que no puede llorar la pérdida de su esposa porque su muerte es tan solo una expresión del camino natural y que rechaza un ataúd para su propio funeral porque no le importa si serán los pájaros sobre la tierra o los gusanos debajo de ella quienes se alimentarán de su cadáver.
Su sentencia de muerte pareció haber llegado en la década de 1950, cuando las autoridades chinas implementaron la prohibición de una religión formal; aun así, el taoísmo ha mantenido su posición dentro del país y de manera más extendida en el ámbito internacional. Actualmente, puede jactarse de tener millones de seguidores. El mensaje de buscar vivir en armonía con el mundo natural, tan elegantemente defendido, resuena hoy más que nunca a medida que tomamos conciencia del daño que nuestra especie ha traído a nuestro planeta. «Ama al mundo como a ti mismo; entonces podrás cuidar de todas las cosas», dice uno de sus versos. ¡Cuán moderno y atemporal!
Ilíada
Homero (siglos VIII y VII a. C.)
La Ilíada es un poema épico del antiguo mundo griego que se extiende a lo largo de 15 693 líneas y 24 libros para contar la historia de la guerra entre la ciudad de Troya y sus enemigos griegos. Al igual que con otras obras de la antigüedad, existe un debate académico sobre la naturaleza exacta de su autor, aunque es ampliamente atribuida a Homero, a quien también se le atribuye la Odisea, las dos obras sobre las cuales se afianzó y floreció la antigua literatura griega y que han demostrado ejercer una influencia duradera en toda la cultura occidental.
La Ilíada se encuentra ambientada en el último de los diez años que duró el asedio de los aqueos sobre Troya, situación que se vio precipitada cuando Paris, príncipe de Troya, secuestra a Helena, la esposa de Menelao, rey de la ciudad griega de Esparta. (Que el secuestro de Helena provocara el envío de una vasta flota para rescatarla motivó que, muchos siglos después, Christopher Marlowe cuestionara su belleza con la pregunta: «¿Fue este el rostro que lanzó mil naves?).
La acción tiene lugar al final de la Edad de Bronce, alrededor del 1200 a. C. (unos cuatrocientos años antes de la fecha en la que se cree que Homero escribió el poema). La autenticidad histórica de la epopeya es irrelevante. Durante mucho tiempo, la existencia misma de Troya fue considerada como una invención, aunque evidencia arqueológica descubierta en el siglo xix sugiere que sí fue una ciudad real localizada en la actual Turquía. Pero si la epopeya de Homero refleja un conflicto genuino, si es producto de su imaginación o tal vez un resumen de varios elementos y eventos históricos verdaderos es incierto.
El drama se concentra en unas pocas semanas definidas por un conflicto entre el líder aqueo Agamenón y su más grande guerrero, Aquiles (hijo de la nereida [ninfa del mar] Tetis y Peleo, rey de Ftía). En un relato cargado de dramatismo, intrigas, giros inesperados y batallas épicas, los dioses del Olimpo toman su lugar entre simples mortales, basta mencionar, como ejemplo, que Aquiles busca la ayuda de Zeus, el más poderoso de todos los dioses. Con las discusiones y conflictos entre deidades que contribuyen a las fluctuantes fortunas de quienes luchan en el reino humano, Homero fue tal vez el primero en infundir una vida discernible al conjunto de figuras divinas que dominaban el mundo de la antigua Grecia, y esa sola contribución cambió la naturaleza de la narrativa en el mundo clásico.
La Odisea, obra compañera de la Ilíada, cuenta el posterior viaje de Odiseo, rey de Ítaca, de regreso a casa tras la caída de Troya (viaje que le toma otros diez años, mismo tiempo que duró la guerra). La travesía llena de peligros lo enfrenta a un sinnúmero de retos y retrocesos, entre los que se incluyen la pérdida de su tripulación y encuentros con cíclopes, con peligrosas sirenas que atraen a los marineros hacia la muerte y con los lestrigones, una raza de gigantes antropófagos. Mientras todo esto ocurre, la madre y el hijo de Odiseo asumen que ha muerto y rechazan una serie de prospectos inadecuados que desean casarse con la reina aparentemente viuda. Un tema central en ambas obras es la influencia de la suerte en los destinos tanto de los humanos como de los dioses. Aunque lo terrenal y lo divino conservan la voluntad de actuar y el libre albedrío en el día a día, se considera que las narrativas generales de la vida están predeterminadas, por lo que intentar evitar el destino se vuelve no solo una empresa vana, sino también cobarde e insensata.
EL CABALLO DE TROYA
La Odisea menciona brevemente una táctica militar que ha cautivado la imaginación de generaciones de lectores, pero en gran medida se debe al recuento más detallado que se encuentra en la Eneida de Virgilio. El caballo de Troya era un caballo gigante de madera que los griegos construyeron y que los mismos troyanos metieron a la ciudad como un aparente símbolo de su victoria militar, sin saber que en el interior iba escondido un grupo de soldados griegos. Una vez dentro de la ciudad, los griegos salieron del caballo para abrir las puertas y dejar entrar a sus compañeros: un movimiento que condujo al saqueo final de Troya.