Habían pasado algunos meses desde aquella tormenta que me condenó al silencio. Recordaba poco lo sucedido, pero la fecha, así como la sensación de morir, permanecían en la memoria como cuestiones que le daban sentido al ahora.
Cada momento que pasaba varado en aquel pedazo de tierra en medio del océano, me seducía al olvido. Las imágenes del ayer se desvanecían con los salados embates del viento; aquellas personas que conocí, morían una a una, comenzando por las menos memorables. La lucha por no soltar mis memorias, fue perdiendo valor, dejando únicamente la necesidad sobrevivir cada día.
Curiosamente, el aislamiento, la desconexión con el pasado, me forzó a enfrentarme conmigo mismo, pero la costumbre de estar ahí, se había vuelto contra mí, coartando en ocasiones mi ánimo de levantar amarras, de reconectar con mis ganas de luchar y encontrar alguna forma de salir.
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¿En qué punto de la historia volvemos a conectar, con la vida, la naturaleza, con nosotros mismos?, los tiempos no son precisos, ni existen márgenes establecidos que marquen un principio y final únicos; los caminos varían tanto, que no permiten predecir el momento exacto donde ese intercambio sináptico emitirá, de nueva cuenta, las pulsaciones suficientes como para recomenzar.
Aquellos impulsos llegan sin avisar, no permiten que nos preparemos para el escenario; sólo aparecen frente o a lado de nosotros, haciéndonos reaccionar en consecuencia del entorno; inspirándonos a intentarlo nuevamente, pese a aquellas nuevas cicatrices, aquellas magulladuras en el espíritu; aquellas lágrimas que alguna vez inundaron nuestro mundo, pero que limpiaron nuestro pecho de resentimiento, miedo y heridas, impulsándonos a seguir.
Nodos y conexiones
Hablando del plano colectivo, nos enseñaron desde pequeños que la importancia de las relaciones era el trabajo individual -ser los mejores en lo que hacemos-, mezclando esa idea con una competitividad insana que busca ganar, aunque todo el mundo pierda. Así, olvidamos el importante papel que tienen las conexiones entre las personas.
Nosotros somos aquellos nodos que existen en el espacio, generando lazos entre sí cuando se encuentran cercanos unos de otros, rompiendo aquellos vínculos cuando se alejan lo suficiente o cuando se fracturan tanto como para perecer.
De nada sirve ser excelentes en lo individual, destacados y talentosos, si no podemos construir relaciones duraderas desde el plano colectivo, si nos acostumbramos a vivir dentro de nosotros mismos, aislados del mundo, pensando que nunca necesitaremos nada de nadie; si somos cotidianamente víctimas de nuestro ego, que nos devora en cuanto le dejamos un pequeño resquicio, una ventana de oportunidad.
Resulta casi imposible formar vínculos sólidos con los demás si estamos ensimismados en el ego, inmersos en la desconfianza, sumidos en la competencia por ver quién tiene la razón, quién es mejor que quién; elementos que envenenan los nodos, embriagándoles de males que de un principio no tenían, que fracturan las uniones, haciendo que cualquier jalón, rompa con todo lo que de un inicio no se encontraba debidamente cimentado.
El plan maestro
El amor resulta el principio de toda conexión sólida, por lo que la reconexión que hacemos con la vida, con la naturaleza, con nosotros mismos, significa recordar aquello que amamos, volver a sentir ese deseo de seguir. Un momento de gran valor para volver, motivarnos a pesar de las heridas a seguir amando, es decir, seguir contribuyendo a que las conexiones se fortalezcan.
Los lazos resisten más cuando damos amor a lo que hacemos, cuando cuidamos la fragilidad del otro, cuando dejamos el ego de lado y escuchamos con atención lo que nos dicen, buscando entenderles, teniendo en mente aquellas formas con las que podemos ayudar a que las relaciones sean más sanas, sean mejores.
Pasamos tanto tiempo pensando en aquellas conexiones que se rompieron, que muchas veces no nos permitimos reconectar, o dejamos que aquel pasado nos consuma la vida, que nos ciegue el miedo, que nos coma la desesperanza.
Nutrir las uniones que tenemos con quienes queremos, con quienes amamos, con quienes podemos hacer equipo para lograr más de lo que podríamos por nuestra cuenta. Sanar nuestras heridas para compartir el amor que tengamos para dar. Soltar el pasado, para conectar con la vida que tenemos enfrente; sostener únicamente aquello que no nos entorpezca seguir, aquello que nos ayude a conectar.