ADULTOS MAYORES

Del auge al olvido: el oficio de albañil en el Zócalo, “ya casi no vienen clientes”

Eulogio Alejo del Ángel tiene 65 años y casi toda una vida dedicada a la albañilería; desde 1984 acude al Zócalo, pero cuenta que ya no es como antes, ni las personas, ni las empresas llegan a contratarlo, a asegura que tiene que trabajar, porque la pensión de adultos mayores no le alcanza

Eulogio Alejo del Ángel, busca empleo de albañilería en el Zócalo capitalinoCréditos: Laura Quintero
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Eulogio Alejo del Ángel tiene 65 años y casi toda una vida dedicada a la albañilería. Desde 1984 acude al Zócalo capitalino, donde por décadas los trabajadores de la construcción han ofrecido sus servicios directamente a quien necesitara una obra o reparación. Hoy, dice con serenidad, ya casi nadie llega a contratarlos.

“Yo tengo muchos años aquí. Antes venía más gente, había trabajo; ahora es raro que alguien llegue a buscarnos, si sale un cliente a la semana es mucho”, cuenta mientras espera a que llegue algún interesado. “Ya casi sólo trabajo con mis clientes de siempre. Aquí seguimos, por si sale algo”, dice el señor Eulogio.

A pesar de que el trabajo es poco, y de tener 65 años, Eulogio asegura que no puede dejar de trabajar, pues la pensión de adultos mayores que recibe; no le alcanza.

“Aquí no hay seguridad, no me pensionó una empresa, tengo mi pensión del bienestar, pero con eso no me alcanza, tengo que trabajar. Voy a trabajar hasta que el cuerpo me lo permita”, asegura en una plática con La Silla Rota.

Los beneficiarios de la Pensión del Bienestar reciben 6 mil 200 pesos bimestrales, y aunque esto no cubre todas las necesidades de los beneficiarios, es un apoyo para los bolsillos de esas personas.

Para 2026, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) destinará 526.5 mil millones de pesos específicamente para la Pensión para Adultos Mayores.

Con el tiempo puse mi propio anuncio

Originario de Tantoyuca, Veracruz, Eulogio llegó a la Ciudad de México siendo adolescente. “Mi tío me trajo. Él también trabajaba aquí, en paz descanse. Así aprendí el oficio y con el tiempo puse mi propio anuncio”, recuerda.

A un costado de la catedral del Zócalo de la Ciudad de México, hay unos cuantos trabajadores que ofrecen sus servicios, la mayoría son personas de más de 60 años; un pintor, electricista, carpintero, todos esperando que caiga alguna “chambita”, pero cuentan que eso cada vez sucede menos.

Contexto: México es uno de los pocos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en donde los trabajadores dejan laborar después de la edad de jubilación establecida, que es a los 65 años. También tiene una de las tasas de ocupación más alta entre los 65 y 69 años de edad.

Adultos mayores batallan para encontrar trabajo

A pesar de que muchos adultos mayores requieren de un ingreso para sobrevivir; envejecer en México supone una gran dificultad para encontrar trabajo, pues está entre los países de la OCDE que más castigan la edad en el mercado laboral con bajos salarios y con menos oportunidades.

Eulogio admite que el trabajo de albañil sigue siendo demandado, pero no el zócalo, y mucho menos para las personas mayores que hoy buscan algún cliente, pues las condiciones físicas y la edad hacen difícil competir.

“Trabajo hay, eso sí. Siempre se va a construir. Pero ya no puedo hacer obras grandes. Hago arreglos pequeños: un baño, una cocina, un piso, una pared, detalles”, explica.

La falta de seguridad social y los bajos ingresos también pesan: “Aquí trabajamos por nuestra cuenta. No hay seguro ni prestaciones. A veces pasa una semana y apenas hago un trabajito.”

De 200 trabajadores a unos cuantos

Hace años, recuerda, el Zócalo reunía a más de 200 trabajadores ofreciendo sus servicios; plomeros, carpinteros, herreros, entre otros. Hoy quedan muy pocos. “Ya no hay tantos porque los hijos ya no quisieron seguir. Si fuéramos otra vez 200, no habría trabajo para todos. Apenas alcanza para sobrevivir.”

El albañil cuenta que incluso algunos compañeros fueron contratados para reconstruir Acapulco tras el paso del huracán Otis. “Vinieron por ellos hasta aquí. Les fue bien, trabajaron en hoteles, pero ya no regresaron. Uno se queda mientras pueda.”

Un oficio que se hereda

El reglamento entre los albañiles del Zócalo, explica, era casi familiar: los permisos pasaban “de padres a hijos”, para mantener el espacio y el oficio. Pero en su caso, ninguno de sus hijos quiso continuar.

“Qué bueno que mis hijos no continuaron. No me gustaría verlos aquí batallando como yo. Gracias a Dios estudiaron, tienen trabajo fijo y prestaciones. Uno se alegra de que ellos tengan algo más seguro”, destacó.