Si juntamos al 1% de las personas más acaudaladas del mundo, podríamos llenar un estadio de gran capacidad. Ese grupo controla más riqueza que la mitad de la población mundial, según el Informe sobre la desigualdad global 2026, coordinado por el economista Thomas Piketty.
El documento señala que alrededor de 60 mil individuos concentran un volumen de activos superior al total de recursos que posee el 50% de la población con menos ingresos en el planeta. El estudio presenta mediciones comparables entre regiones y analiza la evolución de las brechas económicas en la última década.
A nivel global, la distribución del ingreso mantiene una amplia distancia entre segmentos. El 10% con mayores percepciones capta el 53% del ingreso mundial, mientras que el 50% con menos recursos obtiene el 8%. La desigualdad patrimonial resulta más marcada, con un 10% que reúne el 75% de la riqueza total y un 50% que controla solo el 2%.
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El conjunto que integra el 1% de mayores recursos concentra el 37% de la riqueza global. El informe proyecta que este patrón continuará estable si no se aplican medidas fiscales que modifiquen el actual esquema de acumulación.
Dimensiones globales de la desigualdad
El estudio incorpora otras expresiones de desigualdad además de la distribución económica directa. En materia climática, el 1% más rico genera el 41% de las emisiones contaminantes mundiales. El documento afirma que los costos de estos impactos afectan con mayor intensidad al 50% de la población con menos recursos, ya que vive en condiciones más expuestas a fenómenos climáticos extremos.
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La brecha de género también se mantiene. En todas las regiones analizadas, las mujeres reciben una proporción menor del ingreso laboral total en comparación con los hombres. El informe describe esta tendencia como persistente y la vincula a diferencias de acceso al empleo formal y a remuneraciones promedio más bajas.
El análisis incluye, además, un apartado sobre las desigualdades entre regiones. El estudio identifica una “desigualdad Norte-Sur” en el sistema financiero internacional, señalando que existe un flujo anual de recursos desde países del sur global hacia naciones con economías más desarrolladas. Según la estimación, este flujo equivale a más del 1% del PIB mundial.
Estas tres áreas —clima, género y distribución internacional de recursos— se presentan como elementos que interactúan con la concentración económica, lo que amplía los efectos de la desigualdad en distintos contextos sociales.
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El caso de México: concentración persistente
México se ubica entre los países con mayores niveles de concentración económica, de acuerdo con el reporte. Durante la última década, el país registró avances moderados en algunos indicadores, pero estos no modificaron de manera sustancial la estructura distributiva.
La distribución del ingreso en México se detalla de la siguiente manera: el 10% con mayores recursos recibe el 59% del ingreso nacional, mientras que el 50% de la población con menores ingresos capta el 8%. Esta proporción se mantuvo relativamente estable en los últimos años.
En la distribución de la riqueza, el 10% más acaudalado concentra alrededor del 71% del patrimonio total del país. Dentro de ese segmento, el 1% superior controla cerca del 38% de la riqueza nacional. El estudio clasifica estas cifras como niveles muy elevados de concentración en comparación con otros países de ingreso medio.
El informe documenta una reducción limitada de la desigualdad entre 2014 y 2024. Esa disminución se observó principalmente en la diferencia entre el ingreso del 10% más rico y el ingreso del 50% más pobre, que pasó de 111 a 76 unidades. El análisis atribuye este cambio a transferencias sociales y a programas de apoyo económico dirigidos a sectores vulnerables.
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Recomendaciones del informe
El documento plantea que revertir las tendencias actuales requiere una acción política alineada con esquemas de redistribución. Entre las propuestas destacan el fortalecimiento de impuestos progresivos, la supervisión de operaciones financieras internacionales y la aplicación de mecanismos de fiscalización más estrictos para combatir la evasión.
El estudio señala que los sistemas tributarios actuales no gravan con eficacia a los segmentos con mayores ingresos y patrimonio, lo cual limita la capacidad de los gobiernos para reducir las brechas de manera sostenida. También recomienda mejorar los sistemas de medición de riqueza y aumentar la transparencia en los flujos financieros.
VGB