La sentencia que la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió en contra del Estado, en el primer caso por desaparición forzada en México resuelto en esa instancia, se mantiene sin cumplir, de acuerdo con familiares y defensores de los derechos humanos que conmemoraron los 16 años de la sentencia Radilla Pacheco vs México con una exigencia de justicia en el Museo Memorial del 68.
Durante las décadas de los 60, 70, 80 y hasta principios de los 90 el Ejército mexicano realizó actos ahora clasificados como terrorismo de Estado, a través de los que intentó infundir miedo a las comunidades del país que se organizaban en movimientos guerrilleros y revolucionarios o que simplemente se oponían al régimen gubernamental o exigían cambios políticos y sociales, especialmente en comunidades rurales y con Guerrero como epicentro.
La contrainsurgencia del Ejército mexicano dejó centenares de desaparecidos a lo largo del país, inhumados, torturados, lanzados desde aeronaves militares al mar, la de sus familias ha sido una lucha por un camino larguísimo en busca de justicia, pero también para reconstruir la memoria individual, familiar y colectiva, una memoria que tenga en el centro el testimonio de las víctimas y no las versiones oficiales.
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En ese camino, Tita lleva andando 51 años.
Apenas en agosto de 2024 el Juzgado Noveno de Distrito resolvió un amparo a favor de Tita Radilla por la desaparición de su padre y ordenó a la Fiscalía General de la República llevar ante la justicia a los perpetradores que desde su autoridad militar o civil estuvieron involucrados en las graves violaciones a los derechos humanos.
El día 0
El 24 de agosto de 1974 Tita tenía 24 años, estaba embarazada de su segunda hija y en cama cuando llegó su padre, Rosendo Radilla Pacheco, un hombre de 60 años que se dedicaba a la siembra de café y que era simpatizante de los movimientos agrarios que se gestaban en su estado y municipio, Atoyac de Álvarez, en Guerrero, del que fue presidente unos años atrás.
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Para ese momento la tensión política en Guerrero pasaba por un momento álgido tras la ocupación militar de los espacios públicos, la instalación de retenes y la imposición de un toque de queda.
“A Genaro lo conocimos muy joven, pasaba mucho tiempo con nosotros en la casa. Le teníamos mucho cariño. Recuerdo esos días bastante bien. El 24 de diciembre de 1971 y estábamos emocionadas de ver al Profe, como nosotras le decíamos”, relata Tita sobre un encuentro con su padre y Genaro Vázquez en el campamento de este último, en un pasaje del libro No hay lugar en este país, publicado por Fundar, Centro de Análisis e Investigación.
“El 2 de febrero de 1972 por la mañana vimos en la televisión que el profe Genaro Vázquez había muerto en un accidente. Todas empezamos a llorar. Mi papá también”, relata Tita.
Estos encuentros, se sabía, ponían en riesgo a su padre y a su familia. Quizá por eso ese 24 de agosto, cuando Rosendo visitó a Tita en su casa le dijo: “Cuídate mucho hija, por mí no se preocupen. Si pasa algo, no lloren”. Y salió junto con su hermano Rosendo, de entonces 11 años.
Un día después, el 25 de agosto de 1974, un retén militar detuvo el camión en el que Rosendo Radilla y su hijo Rosendo viajaban de Atoyac de Álvarez hacia Chilpancingo. Bajaron a los pasajeros pero a ellos no los dejaron subir de vuelta. Entre otras cosas Rosendo Radilla componía y cantaba corridos en los que exaltaba la lucha campesina, eso le recordó uno de los militares que lo detuvo. “Pero eso no es un delito”, dijo Rosendo. “Mientras ya te chingaste”, le dijo uno de los militares, recordó su hijo Rosendo frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Rosendo Radilla tenía 60 años y 12 hijos el día que desapareció, le dio dinero a su hijo y le dijo que se volviera casa. Y no lo volvieron a ver.
El camino de la justicia ha sido largo, entre denuncias, recomendaciones, sentencias, amparos, expedientes, revisiones, Tita ha transitado junto a otras familias el largo recorrido en la búsqueda de justicia y el entrampado aparato de la justicia mexicana, que ha 51 años no termina de llegar. Como tampoco han encontrado los restos de Rosendo Radilla.
La sombra de la impunidad se extendió con los años
Durante este periodo no sólo no se llevó a los responsables ante la justicia sino que se buscó invisibilizar a las víctimas y a sus familias, silenciar cualquier indicio de delito, lo que permitió que con los años la desaparición de personas se instaurara a lo largo de todo el país mencionó David de Jesús Fernández, del Centro de Derechos de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro.
“Se tiene que fortalecer la memoria democrática en este país. Debe haber justicia real y reparación efectiva así como mecanismos de no repetición con cambios institucionales… que el dolor del pasado sea la garantía del futuro”, dijo.
“Rosendo es un medio que hemos tomado como botón de muestra de todo lo que ocurrió, pero son miles los desaparecidos hasta ahora. La justicia sigue pendiente”, dice Tita quien llegó a la Ciudad de México acompañada de su nieto.
VGB
