La voz de José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y figura emblemática de la política latinoamericana, se quebró por última vez frente a un periodista. Fue en una charla íntima con Andrés Danza, director de la revista uruguaya Búsqueda, con quien compartía una relación de décadas.
“Prendé el grabador, tengo algo importante que decir: me estoy muriendo”, confesó Mujica.
Con una entereza conmovedora, el exmandatario reveló que padecía un cáncer terminal con metástasis en el hígado.
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La entrevista —realizada el 1 de enero de 2025— fue la más triste que Danza recuerda haber hecho. Pero también fue una conversación cargada de la sabiduría, la coherencia y la filosofía austera que caracterizó a Mujica hasta su último suspiro, a decir del propio periodista en una charla con La Silla Rota.
Un vínculo de décadas
La relación entre Mujica y el equipo de Búsqueda se remonta a fines de los años 90. Desde que era diputado, pasando por sus años como senador, ministro y presidente, Mujica mantuvo una línea abierta con el medio. Con Danza y el periodista Ernesto Tulbovitz, las entrevistas se convirtieron en extensas conversaciones de confianza.
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“Era una charla de boliche (de debate, de compartir experiencias), de esas que se dan en Uruguay tomando unas copas y filosofando hasta la madrugada”, recordó Danza.
De esas noches nació el libro Una oveja negra al poder, basado en más de 80 horas de grabaciones con Mujica.
Las charlas se llevaron a cabo, la gran mayoría, en casa de Andrés Danza, en pleno centro de Montevideo y en donde Mujica se mostraba como un hombre de hábitos sencillos: llegaba puntual, sin escolta, tocaba el timbre como cualquier ciudadano común. En esas reuniones, Mujica dejaba ver su lado más íntimo, con reflexiones profundas sobre el poder, la libertad, el amor, la juventud y la muerte.
Una vida marcada por la cárcel y la transformación
Exguerrillero tupamaro y preso político durante la dictadura uruguaya, Mujica pasó más de una década encarcelado, aislado, como uno de los "nueve rehenes" del régimen.
“Decía que si no hubiera pasado por la cárcel, sería una persona mucho peor”, relató Danza.
Aquella experiencia, dura y transformadora, relató Danza, lo convirtió en un hombre simple, agradecido por lo cotidiano, comprometido con los valores y con una visión radicalmente humana del poder.
Nunca renegó de su pasado insurgente, aunque evitaba glorificarlo, mencionó. Tampoco fue comunista, ni marxista, ni defensor de los regímenes que se eternizan. A Nicolás Maduro, por ejemplo, lo calificó como dictador y criticó abiertamente su permanencia en el poder. Para Mujica, ningún líder debía perpetuarse:
“Uno o dos periodos y luego retirarse”, sostenía.
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Un fuerte latinoamericanista
El amor de Mujica por América Latina fue constante y profundo. Particularmente, sentía una gran admiración por México. Lo veía como un país clave en la historia de la región, por su cultura, su tradición de asilo y su peso político. De hecho, el libro de “Una oveja negra al poder” se presentó en la ciudad de México y en Tijuana, Baja California, en 2016, en un evento en donde se resaltó el amor que el ex presidente uruguayo tuvo por la tierra azteca.
Mantenía una buena relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien saludó como un “augurio positivo” para México y América Latina, detalló Danza.
Al director de la revista Búsqueda le consta que, hasta sus últimos días, Mujica trabajó por fortalecer la integración de la América Latina. Junto con líderes como Lula da Silva y Gabriel Boric, Mujica impulsaba un documento que buscaba una mayor unión entre los pueblos de la región.
La filosofía de la muerte y la pasión por vivir
Mujica no temía a la muerte, así se lo dijo en varias ocasiones al periodista.
“Él decía que quería quería morirse como los bichos del monte, de forma natural”, mencionó Danza.
A lo largo de su vida, sobrevivió a cuatro balazos, perdió órganos vitales y vio morir a familiares cercanos. Su tránsito hacia la muerte lo asumió con serenidad, convencido de que era parte del ciclo vital.
Andrés, que escuchó horas y horas las palabras de Mujica, detalló que lo que más le preocupaba, sin embargo, era que los jóvenes no perdieran el deseo de vivir con pasión.
“Que se enamoren de algo, de una causa, de una canción, de lo que sea”, insistía.
Huía del individualismo y apostaba por el encuentro, por lo colectivo, por los afectos. Su lucha, al final, no fue solo política: fue una defensa de lo humano.
Un amor inquebrantable
El periodista uruguayo tiene muy claro que hasta el último segundo de la vida de Mujica, Lucía Topolansky, su compañera desde antes de la dictadura, estuvo a su lado. Su historia de amor fue profunda, marcada por la lucha, el dolor, la cárcel y la fidelidad.
“No pudieron tener hijos por las circunstancias, pero estuvieron juntos siempre. Ella lo cuidó hasta el final”, relató Danza. Más radical en política, pero inseparables en la vida, juntos representaron una dupla única en la historia reciente de Uruguay, consideró.
Un país conmovido
La noticia de su enfermedad y posterior muerte sacudió a Uruguay. Incluso los adversarios, manifestó Andrés Danza, reconocen su estatura ética y humana.
“Era un dirigente que hacía pensar”, resume el periodista. Amado y criticado, Mujica fue —y seguirá siendo— una figura central, no solo en su país, sino en el imaginario político de toda América Latina.
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Porque más allá del cargo, puntualizó Andrés Danza, Mujica encarnó una forma distinta de ejercer el poder: sin ostentación, sin privilegios, con los pies en la tierra y los ideales en la palabra. Su despedida no fue silenciosa, sino coherente con su vida: plena, sencilla y valiente.