China reafirmó y profundizó sus lazos estratégicos y económicos con los países de América Latina y el Caribe durante una cumbre en Beijing. El evento, descrito por el presidente chino Xi Jinping como similar a un "gran árbol robusto" con una "larga historia de intercambios amistosos", sirvió como una plataforma para anunciar nuevas iniciativas que fortalecen la relación bilateral.
Una de las medidas más destacadas fue la extensión de una línea de crédito de 9,200 millones de dólares a las naciones de América Latina y el Caribe. Esta financiación viene con una condición clave: el crédito debe ser utilizado en yuanes chinos, excluyendo explícitamente las monedas de reserva globales como el dólar estadounidense.
Esta decisión tiene como objetivo impulsar el dominio de la moneda china en un momento en que el gigante asiático incrementa su influencia en la región.
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La cumbre contó con la asistencia de importantes líderes regionales, entre los que destacan el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; el presidente de Chile, Gabriel Boric; y el presidente de Colombia, Gustavo Petro. La presencia de estas figuras subraya la creciente relevancia de la relación entre China y América Latina.
Actualmente, dos tercios de los países latinoamericanos participan en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI) de Beijing, además de que China ya ha superado a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil, Perú y Chile, lo que demuestra el peso económico consolidado de China en el hemisferio sur del continente.
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Como gesto diplomático adicional, el presidente Xi Jinping anunció que China implementará una política de exención de visados para cinco naciones de la región, con planes de extenderla a más países en el futuro. Aunque los países beneficiados no fueron mencionados específicamente durante la cumbre, la medida busca facilitar aún más los intercambios regionales.
EU se autoaisla con su guerra arancelaria
Durante el encuentro, el presidente Xi Jinping mandó una indirecta a EU al afirmar que "no hay ganadores en las guerras arancelarias ni en las guerras comerciales" y que "la intimidación y la hegemonía solo conducirán al autoaislamiento".
Estas declaraciones fueron hechas un día después de que China y Estados Unidos acordaran detener la imposición de nuevos gravámenes a las importaciones durante al menos 90 días, un acuerdo que el presidente estadounidense Donald Trump describió como un "reinicio total".
Según este acuerdo, ambos países reducirían sus aranceles en un 115%, estableciendo un impuesto del 30% para Washington sobre productos chinos y un 10% para Beijing sobre productos estadounidenses. En este contexto de rivalidad comercial global, China parece buscar fortalecer sus alianzas y promover su moneda en regiones estratégicas como América Latina.
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Estado Actual de las Negociaciones
Contexto: Este fin de semana altos funcionarios de Estados Unidos y China se reunieron en Ginebra, Suiza, para conversaciones sobre sus relaciones comerciales. La delegación estadounidense estuvo representada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante de Comercio de Estados Unidos, Jamieson Greer. La delegación china fue encabezada por el viceprimer ministro chino, He Lifeng.
Tras las conversaciones en Ginebra, el funcionario Bessent detalló que hubo "avances sustanciales". Asimismo, el representante comercial Greer afirmó que las diferencias entre ambas partes "no son tan grandes como se pensaba". Bessent informó al presidente Donald Trump sobre el progreso.
El presidente Trump, en su cuenta de Truth Social, calificó las conversaciones como "excelentes" y "muy positivas", y anunció un "reinicio total" de las relaciones comerciales entre ambos países. Recalcó que fue un "GRAN PROGRESO" y que se discutieron muchos temas y se llegó a muchos acuerdos.
Por su parte, China, a través de la agencia oficial de noticias Xinhua, indicó que el contacto establecido en Suiza es un "paso importante para promover la resolución del problema". La directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala, describió las discusiones en Ginebra como "un paso positivo y constructivo hacia la reducción de la escalada".
Estas conversaciones buscan principalmente desactivar la "guerra comercial" entre las dos mayores economías del mundo. El objetivo es reducir las tensiones comerciales derivadas de los elevados aranceles impuestos por Estados Unidos a productos chinos, los cuales provocaron severas represalias por parte de Pekín.
Guerra arancelaria EU-China
Desde el inicio del segundo mandato de Donald Trump en enero de 2025, la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China ha experimentado una reactivación significativa. Trump retomó su política económica proteccionista, "America First", con énfasis en reducir el déficit comercial con China y promover la producción nacional.
En sus primeras semanas en el cargo, el gobierno estadounidense anunció la revisión de acuerdos comerciales previos y la imposición de nuevos aranceles a productos chinos, especialmente en sectores como tecnología, acero, maquinaria y bienes de consumo. Estados Unidos justificó estas medidas señalando prácticas comerciales desleales por parte de China, incluyendo el presunto robo de propiedad intelectual, subsidios estatales y restricciones al acceso al mercado chino.
En respuesta, China impuso aranceles recíprocos a productos agrícolas, automóviles y componentes electrónicos estadounidenses. Las tensiones se intensificaron con rondas de represalias mutuas.
La Casa Blanca ha afirmado que Trump "no va a bajar unilateralmente los aranceles a China" y ha pedido "concesiones". El secretario de Comercio, Howard Lutnick, señaló que el presidente desea resolver el problema y apaciguar la situación.
El resultado de esta guerra comercial ha sido que el comercio bilateral entre las dos principales economías se ha estancado y los mercados han sufrido grandes turbulencias. El impacto económico ha sido notable en los mercados internacionales y ha llevado a empresas multinacionales a enfrentar mayores costos e incertidumbre.
Estados Unidos también ha buscado limitar la dependencia de suministros críticos provenientes de China, promoviendo la relocalización de cadenas de producción.
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A lo largo de 2025, la guerra arancelaria se ha consolidado como un elemento central de la política exterior y económica de Estados Unidos, marcando un nuevo capítulo en la competencia estratégica entre ambas potencias. La OMC había expresado preocupación por las posibles consecuencias de un "desacoplamiento" entre ambas economías.
