Mientras el gobierno de Nicolás Maduro responde a las advertencias del presidente estadounidense Donald Trump sobre una posible acción militar en Venezuela, la mayoría de los ciudadanos continua enfocada en sobrevivir a la inflación, al alza del dólar y a la escasez de ingresos. Entre temor, resignación y silencio, la población enfrenta una economía que se deteriora día tras día.
En el popular mercado de Quinta Crespo, en el centro de Caracas, la expectativa de un ataque militar estadounidense parece lejana. Allí, la prioridad es otra: conseguir comida.
“No va a haber intervención, nada de eso. Aquí lo que nos tiene fregados es el aumento del dólar”, afirma Alejandro Orellano, vendedor de hortalizas, en conversación con BBC Mundo.
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El comprador escasea y los pasillos vacíos reflejan el principal drama del país: la inflación y el desplome del salario real.
Movimientos militares de EU y cancelación de vuelos internacionales
Contexto: Desde septiembre, el gobierno de Trump ha movilizado tropas y recursos a poca distancia de Venezuela. Según reportes citados por varios medios internacionales:
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- El despliegue incluye más de 15.000 soldados.
- Participa el USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo.
A esto se suma una advertencia de la Administración Federal de Aviación de EU. (FAA), que llevó a siete aerolíneas internacionales a cancelar vuelos hacia y desde Venezuela por riesgos de seguridad aérea.
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Ataques contra “narcolanchas” y señales de presión
En el Caribe y el Pacífico oriental, Estados Unidos ha realizado ataques contra presuntas “narcolanchas”. Según cifras citadas por BBC Mundo:
- Al menos 83 personas han muerto en estas operaciones.
- Washington acusa a los objetivos de tráfico de drogas, aunque no ha presentado pruebas públicas.
Para algunos analistas, estas acciones son parte de una estrategia para forzar la salida de Maduro, cuyo gobierno es considerado ilegítimo por Estados Unidos y varios países latinoamericanos tras las controvertidas elecciones presidenciales de 2024.
Inflación, hambre y miedo a expresar opiniones: el otro conflicto diario
En Venezuela, el costo de la vida supera con creces la retórica geopolítica. Un kilo de pollo puede costar cuatro veces el salario mínimo mensual, mientras que los bonos del gobierno no compensan la pérdida de poder adquisitivo.
“Aquí nos está comiendo la inflación; no hay dinero que valga: dólar, euro”, resume Javier Jaramillo, comerciante de 57 años.
En ese sentido, y tras las manifestaciones posteriores a las elecciones de 2024:
- Más de 2.000 personas fueron detenidas (cifras oficiales).
- 884 permanecen presas por motivos políticos, según la ONG Foro Penal.
Expertos de la ONU han señalado denuncias de desapariciones forzadas, uso excesivo de la fuerza y ejecuciones extrajudiciales. Este clima ha llevado a muchos ciudadanos a evitar hablar de política, incluso ante periodistas.
Perspectiva gubernamental: Maduro habla de conspiraciones y llama a la vigilancia
En cadena nacional, el presidente Nicolás Maduro pidió alerta máxima:
“Mosca todo el mundo, mil ojos. ¡Que nadie se duerma!”
También acusó a la CIA de financiar acciones para dañar la economía venezolana, afirmando que el país está “bajo asedio”.
Mientras tanto, dos economistas consultados por BBC Mundo prefirieron guardar silencio por temor a represalias. Un tercer experto, bajo anonimato, explicó:
“La inflación ha llegado a niveles del 20% mensual en los últimos meses”.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta para este año una inflación del 548%, y del 629% para 2026, la más alta del continente.
Maduro, sin embargo, asegura que el PIB crecerá 9%, aunque sin ofrecer mayores detalles técnicos.
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Voces desde Caracas: miedo, esperanza y cansancio
Esther Guevara, trabajadora de un laboratorio médico, expresa inquietud:
“Puede morir gente inocente. Siento que se está cocinando algo, pero estoy en expectativa”.
Francisco Ojeda, miembro de la milicia en Petare, asegura:
“Aquí nadie se va a quedar tranquilo a la hora de una invasión… pero queremos tranquilidad y armonía”.
Y, mientras tanto, en bulevares y mercados, la vida sigue: vendedores ambulantes, familias en las calles y una sensación de “normalidad” que oculta la fragilidad social.
“Aquí todo el mundo baila, va a la playa, trabaja… todo está normal”, dice Ojeda, con una mezcla de desafío y resignación.
AJA
