La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, está llevando al país por un camino extremadamente peligroso al buscar convertirlo en un estado comunista de pleno derecho. Aliándose firmemente con el régimen venezolano corrupto y autocrático, Castro se está convirtiendo rápidamente en la copia carbón del dictador Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro.
Venezuela todavía se está recuperando de décadas de corrupción y mala gestión por parte de gobiernos consecutivos que han sumido al país en una crisis política y económica, lo que ha provocado una delincuencia generalizada, enfermedades, hambruna y emigración masiva. Si Castro logra imponer sus políticas económicas radicales y defectuosas en Honduras, tendrán el mismo efecto, llevando a millones de hondureños decentes y trabajadores a la pobreza.
Entre los objetivos principales de Castro, se encuentran Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE). ZEDE se introdujeron en 2013 para atraer inversión extranjera y aumentar el empleo en áreas designadas del país. La presidenta está determinada a cerrar ZEDE. El año pasado firmó una medida para derogar la legislación que las rige. En particular, tiene sus miras puestas en Próspera, una ZEDE en la isla de Roatán, que ya ha atraído casi $100 millones de inversión privada de Estados Unidos.
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Mostrando un completo desprecio por la garantía de estabilidad jurídica de 50 años que protege a Próspera en virtud del Tratado de Libre Comercio de América Central, Castro quiere derogar su autoridad legal. Si tiene éxito, no pasará mucho tiempo antes de que otras ZEDE sigan su ejemplo.
También sentaría un peligroso precedente, permitiendo que cualquier organización que beneficie económicamente a los hondureños sea sistemáticamente desmantelada y significando que ningún principio legal sea verdadero. Esto es una amenaza directa no solo al estado de derecho del país, sino también a la prosperidad de sus ciudadanos y empresas.
Las consecuencias políticas y económicas de tal medida serían desastrosas en todos aspectos. Llevaría al país al colapso total, resultando en una grave inestabilidad política, la pérdida de millones de inversión extranjera y empleos, revirtiendo décadas de crecimiento económico.
Mesa de negociación
Por el bien de Honduras, Castro debe dar marcha atrás de inmediato y abandonar sus planes de suicido económico a favor de sentarse con el gobierno de Estados Unidos para negociar más acuerdos de inversión extranjera. Solo trabajando juntos, todos se beneficiarán: la economía de Honduras seguirá creciendo; su gente prosperará en nuevos empleos; y las empresas estadounidenses asegurarán que obtienen un retorno de su inversión.
Las ZEDE, en particular Próspera, son clave para sacar a miles de hondureños de la pobreza al proporcionarles la inversión y el conocimiento que necesitan para desbloquear su potencial y prosperar en los negocios. Si se les permite continuar y crecer, aumentarán el producto interno bruto per cápita a $36,000 para el 2050, estima la Universidad Francisco Marroquín, eclipsando el PIB actual de $2,772.
ZEDE ya tienen un gran impacto económico, impulsando un crecimiento del 17% del PIB per cápita entre 2020 y 2021. A una escala más amplia, las empresas estadounidenses han invertido casi $3.2 mil millones en la región, creando empleos en sectores existentes como la agricultura y en nuevos como la tecnología y la criptomoneda.
La conclusión es que los ZEDE, como Próspera, son clave para atraer inversión extranjera y crear empleos y prosperidad en países en desarrollo como Honduras. Esta inversión es vital para reactivar una economía en declive que todavía está sufriendo el costo de la pandemia de Covid-19.
Los planes de Castro de cerrar los ZEDE son mal concebidos y, si se llevan a cabo, causarán un daño incalculable tanto a la economía como a los empleos. También ahuyentarán a cualquier inversor potencial a largo plazo que busque un entorno estable en el que hacer negocios que respete el Estado de derecho.
El futuro de Honduras está en la balanza. No puede permitirse cometer los mismos errores que sus homólogos latinoamericanos, Venezuela y Bolivia, que ahora están sumidos en la pobreza y la corrupción después de décadas de mala gestión gubernamental.
Castro está trabajando directamente en contra de los intereses de millones de hondureños trabajadores. Al alinearse con países fracasados y atrasados como Venezuela, está destruyendo voluntariamente el potencial de su pueblo y obligando a cientos de miles de trabajadores jóvenes y talentosos a huir del país en busca de una vida mejor. Si no para pronto, Honduras no tendrá futuro.