VIVIENDAS A ALTO COSTO EN CDMX

“Mi vida se me va en puro transporte”: Esperanza, trabajadora del hogar

Esperanza Hernández contó a La Silla Rota que pasa más 6 horas al día en el transporte público debido a que vive en la periferia de una ciudad que la expulsó, en un sólo año, su renta se disparó de mil 500 a 3 mil 800 pesos

“Mi vida se me va en puro transporte”: Esperanza, la trabajadora del hogarCréditos: Erik López | LSR
Escrito en METRÓPOLI el

Esperanza Hernández se levanta todos los días a las cuatro de la mañana. Su despertador suena incluso antes que canten los gallos de su vecino. Se baña, desayuna a prisa y a las 5:30 ya camina por las calles todavía oscuras de la colonia Ampliación La Magdalena, en Los Reyes La Paz. Le esperan casi tres horas de trayecto y 35 kilómetros por recorrer en transporte público para llegar a Coyoacán, donde trabaja limpiando casas.

“Mi vida se me va en puro transporte”, dice a La Silla Rota, mientras sube las escaleras del Metro, junto a miles de personas que, como ella, viajan cada día del Estado de México a la capital. Antes vivía a 15 minutos de sus trabajos. Hoy, vive en la periferia de una ciudad que la expulsó.

“Me subieron la renta 3 veces en un año”

Durante más de dos décadas, Esperanza vivió junto a su esposo e hijo en Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México. Su jornada laboral no incluía el martirio de los traslados. Sus trabajos estaban a sólo 10 o 15 minutos de su casa y su mayor trayecto, de 25 minutos, era para llegar a un domicilio ubicado cerca del Estadio Azteca.

Sin embargo, todo cambió en 2020. De la noche a la mañana, el cuarto que rentaba en la colonia Pueblo Quieto fue subiendo de precio. En un sólo año, su renta se disparó de mil 500 a 3 mil 800 pesos. Ante ello, Esperanza y su familia tuvieron que empacar.

Una casa más económica… a 3 horas de su trabajo

La mudanza la llevó a Los Reyes La Paz, Estado de México. Ahí encontró una casa más amplia y barata, de 2 mil pesos mensuales. Hoy ya paga 2 mil 500. “También acá nos la subieron. Pero sigue siendo menos que lo que costaría en la ciudad”, dice.

La diferencia es que ahora pasa hasta seis horas al día dentro del transporte público.

Su jornada comienza a las 4 de la mañana y el trayecto hasta el sur de la ciudad, donde se encuentran la mayoría de las casas en las que trabaja, pueden tomar hasta tres horas y media si llueve.

En los días buenos, el viaje no baja de las dos horas y media. A diario, su rutina es una cadena interminable de transbordos.

Esperanza Hernández: Erick López | LSR

La Silla Rota la acompañó en uno de esos recorridos. La jornada inició a las 5:45 AM. Primero la combi que cobra 13 pesos. Luego, transbordos: trolebús elevado, Metro, otro Metro, luego un camión. Al final, una caminata de 10 minutos más. Llegó a las 8:17 de la mañana a su trabajo. A limpiar la casa de una familia que confía tanto en ella, que incluso le ha entregado las llaves de su casa.

Trabaja de lunes a sábado, cada día en una colonia distinta. Los lunes, miércoles y sábados va a la colonia Portales Sur; los martes y jueves a Miramontes; los viernes puede tocarle en Lindavista o Clavería. Cada trayecto implica una nueva combinación de rutas, estaciones y riesgos. “Yo ya sé que el martes me va a llevar más tiempo, porque en Tasqueña el tren ligero a veces no funciona. Y cuando llueve, todo se satura”.

Hay días en que se gasta más de 70 pesos solo en transporte, casi una quinta parte de su salario. A Esperanza le pagan entre 400 y 500 pesos por día, dependiendo de la casa. Algunas son pequeñas, otras tan grandes que le toma más de seis horas dejarlas en orden.

En un mes, su ingreso ronda los 9 mil pesos. De ahí descuenta pasajes, comida y renta. El ahorro es nulo. “Si un día me compro una chuchería, ya valió”, dice con una sonrisa. “Hay días en que siento que trabajo solo para poder seguir yendo al trabajo”.

Esperanza Hernández: Erick López | LSR

“Me tratan como familia”

Pese a todo, Esperanza no se queja del trabajo. Al contrario. “Me gusta. Es como salir a pasear. Cada casa es diferente, cada familia tiene su forma de ser”. Habla con cariño de quienes la han contratado durante años. “Me respetan, me tratan como persona”. Ha vivido maltratos en el pasado, pero ahora, dice, se siente parte de las familias donde trabaja.

Los horarios varían, pero casi siempre debe salir a las tres de la tarde para poder llegar a un horario decente a su casa. “Hay días que me hago tres horas de regreso. Si llueve, más”.

Y si llueve, todo cambia. El cablebús se detiene, el Metro se inunda, los camiones se llenan, las combis se atrasan. Un trayecto que en condiciones normales tarda dos horas y media, se convierte fácilmente en cuatro.

- ¿Te gustaría volver a vivir en la Ciudad de México?, le preguntamos.

“Sí. Sí me cobraran menos, sí”, dice sin duda.

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No obstante, después de unos minutos de reflexión dice, “pero no me conviene, pagaría más renta de lo que gano”. Ha buscado opciones, pero un espacio para ella, su hijo y su esposo está por encima de los 10 mil pesos al mes. Imposible. Es más de lo que gana.

Al final, entre pagar más o pasar más tiempo en transporte, elige lo segundo. Como tantas otras mujeres que limpian casas ajenas para sostener la suya.

VGB