La Ciudad de México enfrenta hoy un reto clave: regular las plataformas digitales de hospedaje sin frenar su capacidad de generar derrama económica, inclusión comunitaria e innovación.
Las plataformas digitales facilitan el hospedaje, y son un espacio de información y conexión donde anfitriones, viajeros y comunidades se encuentran. Gracias a ellas, hoy miles de anfitriones en la ciudad han logrado generar ingresos adicionales, promover el consumo de negocios locales y fortalecer el intercambio cultural entre residentes y visitantes.
Un estudio reciente elaborado por Despegar señala que el 75% de los mexicanos utilizan internet para planear sus vacaciones. Esto está directamente relacionado con las decisiones de los viajeros en el uso de plataformas digitales para contratar servicios de alojamiento, transporte, guías turísticos o hasta consumo de alimentos. En este ecosistema, la tecnología debe ser puesta al servicio del ciudadano, y en consecuencia, toda regulación debe tener como eje toral el impacto positivo en las personas que son parte de éste.
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El debate actual no es únicamente sobre turismo ni sobre vivienda, también es sobre el papel de la economía colaborativa como motor de desarrollo sin necesidad de grandes inversiones en infraestructura. Mientras que el hospedaje tradicional requiere años y grandes recursos para ampliar su capacidad, una plataforma digital puede integrar miles de espacios ya existentes en cuestión de días. Esta capacidad de expansión basada en tecnología permitirá a la Ciudad responder a eventos masivos como el Mundial 2026 sin alterar su composición central.
Hay valiosas aportaciones en las discusiones relativas al Bando 1 y los foros de discusión organizados por el gobierno capitalino donde se está escuchando la voz de los anfitriones y usuarios. Han mostrado sensibilidad frente a los descontentos y han propuesto medidas muy concretas y propositivas: fortalecer la economía barrial, mejorar la seguridad, impulsar la convivencia comunitaria y diferenciar entre anfitriones individuales y fondos de inversión o grandes desarrolladores inmobiliarios. Este es el camino correcto, con reglas claras, participativas y justas.
También en el debate, es importante advertir que restricciones como el límite del 50% de noches al año al alojamiento temporal son un error porque fomentan la informalidad, reducen la recaudación y afectan el bienestar de comunidades enteras. Experiencias internacionales como las de Nueva York y Barcelona demuestran que estas medidas terminan concentrando a los visitantes en una misma zona, encareciendo después el hospedaje tradicional y debilitando la competitividad con la que cuentan las ciudades; todo esto sin lograr regresar parque habitacional al mercado de largo plazo ni reducir precios de la vivienda en renta.
La Ciudad de México tiene la gran ventaja de poder observar los resultados emprendidos en otros lugares y mejorar la estrategia. Necesitamos que de forma colaborativa se genere un un modelo propio que reconozca que la tecnología puede ordenar, transparentar y potenciar la actividad turística, al tiempo que promueve el desarrollo económico local y la inclusión de las comunidades y barrios. La economía colaborativa y las plataformas son aliados naturales de las ciudades y los destinos al democratizar oportunidades para ciudadanos y emprendedores que, de otra forma, no tendrían acceso a generar ingresos. Esto cobra especial relevancia en ciudades como la CDMX donde, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, una de cada cinco personas se considera como autoempleada.
Con un marco regulatorio proporcional y basado en evidencia se puede garantizar certeza jurídica tanto a autoridades, comunidades, usuarios y anfitriones sin frenar la innovación ni marginar a miles de familias que buscan en el emprendimiento no solo fuentes adicionales de ingreso, sino también representan una vía muy clara de movilidad social. El reto es muy claro, regular sin frenar. Aprovechar la tecnología para crecer, fortalecer el turismo y crear un círculo virtuoso que potencie la economía local, y con ello, promueva el arraigo de ciudadanos que son parte esencial de la identidad cultural de comunidades y barrios enteros.
Fuera de tema (pero no tanto)
Con la entrada en vigor de la nueva Ley Federal de Telecomunicaciones, ha comenzado el plazo para el nombramiento de las comisionadas y comisionados de la Comisión Reguladora de Telecomunicaciones, así como la integración formal del órgano. A todas las personas que hoy se suman a esta importante tarea de regulación, les deseamos el mayor de los éxitos en la construcción de un un camino institucional sólido que construya el mejor escenario del sector para el país.
