Las palmeras que por décadas fueron referencia del paisaje urbano de la Ciudad de México están muriendo y no hay medicina que pueda salvarlas. La Secretaría del Medio Ambiente capitalina (Sedema) reconoce que no existe un tratamiento efectivo contra las enfermedades que afectan a estos ejemplares y, afirman, la única opción viable es su sustitución.
En abril de 2022, las plagas se cobraron uno de los sitios icónicos de la capital, la Palma plantada en el cruce de Paseo de la Reforma y Havre. El sitio que por décadas fue conocido como “La Glorieta de la Palma", se convirtió en la del Ahuehuete, especie que debió ser plantada en dos ocasiones para lograr éxito en la implantación.
Durante casi un siglo, las palmas fueron plantadas como símbolo de modernidad y progreso en camellones, avenidas y glorietas de la capital. Fueron traídas desde las Islas Canarias en los años 30 y 40 del siglo pasado y se usaron principalmente como elementos ornamentales para embellecer el paisaje urbano.
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Sin embargo, desde 2011 comenzaron a evidenciar un deterioro progresivo: hojas secas desde la corona, debilitamiento estructural del tronco y muerte súbita.
La Silla Rota constató que este problema se extiende en varias zonas de la capital. Durante varios recorridos se observaron decenas de ejemplares secos, sin follaje o con la corona completamente colapsada en camellones de avenidas como División del Norte, Universidad, Periférico y Eje 3 Norte, donde las palmas muertas contrastan con otras aún erguidas, aunque visiblemente debilitadas.
¿De qué están enfermas las palmeras?
De acuerdo a José Carlos Martínez, director de Innovación de la organización Reforestamos México, las palmas están muriendo por el ataque de diversas enfermedades causadas por hongos; una de ellas, el Fusarium oxysporum, es de las más agresivas. Este hongo se transmite a través de las raíces y asciende por el tronco hasta provocar la muerte del ejemplar. Su propagación, advierte, ocurre con frecuencia mediante herramientas de jardinería contaminadas, por lo que especialistas han alertado sobre el riesgo de manipularlas sin protocolos adecuados.
Otro agente común, señala Martínez es el fitoplasma, un tipo de bacteria que también afecta gravemente a estas palmas. Estos microorganismos atacan el sistema vascular de la planta y provocan síntomas como letargo, debilitamiento progresivo y, en muchos casos, muerte súbita.
Asimismo, investigadores de la UNAM identificaron en México la presencia del Nalanthamala vermoesenii, un hongo asociado a la llamada “pudrición rosada”, enfermedad ya conocida en las Islas Canarias, lugar de origen de estas palmeras. De acuerdo con Hibraim Adán Pérez Mendoza, doctor en Ciencias Biológicas y académico de la FES Iztacala, este y al menos otros 11 hongos han sido vinculados con el colapso de cientos de ejemplares en la capital. Se trata, afirma, de patógenos que actúan como “un cáncer terminal y contagioso”.
La combinación de estos patógenos, sumada al estrés hídrico, la compactación del suelo urbano y las temperaturas extremas asociadas al cambio climático, ha acelerado el colapso de miles de ejemplares, muchos de los cuales hoy representan un riesgo físico para peatones, vehículos y mobiliario urbano.
Enfermas y sin cura efectiva
Para Pedro Camarena Berruecos, director de Infraestructura Verde de la Secretaría del Medio Ambiente, el cuadro clínico es claro, pero la cura, inexistente. “Las plagas y las enfermedades son muy oportunistas. Cuando el árbol o la palmera está estresado, son más fáciles de atacar”, explica en entrevista con La Silla Rota.
“Se sabe que la enfermedad está compuesta por varios patógenos, pero no se tiene la medicina para aplicarla y que la palma se regenere. Ese es el problema. Una vez que lo ataca, es cosa de tiempo”, sentencia el también académico de la UNAM.
Camarena compara la situación con la pandemia de COVID: “Es como cuando una enfermedad afecta a una población humana; algunos resisten mejor, otros no. Pero la realidad es que no hay un tratamiento efectivo ni una cura para revertir el daño cuando la palma está infectada”.
Adiós, palmeras; hola, ébanos, olmos, astronómicas…
Ante esta situación, desde 2022, la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México ha implementado un programa para sustituir las palmeras afectadas por especies nativas del Valle de México.
Se trata, señala Isidro Recillas Silva, subdirector de Diseño y Evaluación de Proyectos de la Sedema de “un proyecto de largo plazo” que tiene como objetivo detener la plaga y recuperar el equilibrio del arbolado urbano.
Para ello, se han retirado cerca de mil 349 palmeras enfermas y se ha comenzado a plantar árboles nativos como el ébano, la astronómica, la magnolia, el guamuchil y el olmo de Texas, especies más resistentes al clima y las plagas que afectan a la ciudad. “Afortunadamente ya tenemos una paleta de 15 o 20 especies”, afirma el funcionario.
En detalle, en el año 2022 fueron retiradas 828 palmeras. En 2023, esta cifra disminuyó a 219 ejemplares retirados. Durante 2024 se registraron 74 derribos y en lo que va de 2025 se han removido 228 palmeras en avenidas como Canal de Miramontes, Dr. Vértiz, Morena, Campos Elíseos, Cumbres de Maltrata, Av. Instituto Politécnico y Av. Universidad.
Los nuevos árboles plantados en la Ciudad de México provienen en dos viveros propios que son evaluados por personal técnico para garantizar que cumplan con la Norma 01, que regula las características que debe tener el arbolado urbano. “La norma nos indica parámetros como el vigor del ejemplar, el diámetro del tallo, la conformación de la copa y el tamaño del envase”, explica el funcionario.
Todos los árboles de la CDMX están en riesgo
Las palmeras son el símbolo más visible de un problema que, en realidad, afecta a la totalidad del arbolado urbano en la Ciudad de México. Según especialistas, todas las especies arbóreas enfrentan algún grado de vulnerabilidad debido a enfermedades, plagas, estrés ambiental y condiciones adversas del entorno urbano.
“Todos los árboles están expuestos”, advierte el doctor Hibraim Adán Pérez Mendoza de la UNAM, quien recuerda epidemias pasadas como la conchuela que devastó los eucaliptos y otra plaga similar que afectó a los colorines. Actualmente, asegura, el muérdago es uno de los mayores problemas en el Valle de México.
En este contexto, José Carlos Acosta, de la organización Reforestamos México, explica que la situación se agrava por el estrés crónico que sufren los árboles en la ciudad. “Todos están bajo presión, contaminación, compactación del suelo, exceso de cemento, paso constante de automóviles. Todo eso reduce su capacidad de sobrevivencia”, advierte.
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Aunque no existen datos oficiales actualizados sobre el deterioro general del arbolado urbano, algunos especialistas han estimado que, de no tomarse medidas urgentes, la capital podría perder hasta el 80% de sus árboles en la próxima década.
