En una esquina de la colonia Doctores, Sonia acomoda botellas de jugos y refrescos en los más de 10 refrigeradores de su tienda. Todos los días, afirma, vende hasta 500 botellas en sus diferentes presentaciones. Lleva dos décadas detrás del mostrador y dice que ha visto pasar muchos aumentos. “Antes subían dos veces por año”, dice. “Pero la gente sigue comprando igual”.
A partir de 2026, México aplicará un nuevo incremento a los impuestos de refrescos y cigarros. El gravamen a las bebidas azucaradas pasará de 1.64 pesos por litro a 3.08 y, por primera vez, incluirá también a las opciones endulzadas con edulcorantes (sin azúcar). En el caso del tabaco, el IEPS aumentará gradualmente hasta alcanzar un 200% en cinco años.
El gobierno federal asegura que este impuesto es una medida de salud pública ya que el consumo promedio de refrescos es de 166 litros anuales por persona y las autoridades atribuyen a estas bebidas uno de cada tres nuevos casos de diabetes y uno de cada siete de enfermedades cardiovasculares.
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"Un solo envase de 600 mililitros contiene el equivalente a 15 cucharaditas de azúcar. Esta cantidad, ingerida diariamente, genera daños acumulativos a la salud”, advirtió el secretario de Salud, David Kershenobich, en agosto.
Pero en las tiendas de la esquina, la percepción es distinta.
“No va a servir”, advierten desde los mostradores
“Esto no sirve para nada, la gente sigue comprando”, insiste Sonia, que vende entre 400 y 500 botellas al día, desde los envases personales de 600 mililitros hasta botellas familiares de tres litros. “Los de cola son los que más se venden”.
A una calles, Manuel, con seis años de experiencia, coincide. “El comprador es el que absorbe el aumento, no nosotros”, explica. “A final de cuentas, el gusto y el vicio son más fuertes. Al principio la gente resiente el golpe, pero después se acostumbra”.
Para él, el impuesto tiene un fin más recaudatorio que sanitario. “Si fuera para la salud, harían campañas o invertirían en hospitales”, dice. “Esto es para recaudar”.
“Es lo más fácil y rápido”: entre el hábito y la necesidad
Aunque algunos tenderos ven el consumo de refresco como una adición, otros ven en estas bebidas una salida “rápida” para estudiantes, trabajadores y oficinistas que no tienen tiempo entre la escuela, trabajo y traslados.
Tal es el caso de José Luis, quien tiene una tienda en la colonia Obrera de la Ciudad de México. “La gente va a seguir comprando porque no tiene otra cosa que tomar”.
A diario despacha entre 20 y 30 botellas de refresco. “Aquí con lo que ganas, te alcanza para eso. La gente trae 15 o 16 pesos para su refresco, porque ya trae su comida de casa. Si tardas dos horas en llegar a trabajar, no vas a ponerte a hacer agua de Jamaica. Es más fácil y rápido comprar la Coca”.
En su tienda, el aumento, dice, afectará poco las ventas, pero sí el margen de ganancia. “Si realmente fuera por la salud, los quitarían”, dice. “Pero no los van a quitar, porque la gente los necesita y el gobierno necesita lo que dejan”.
Tenderos, entre absorber y trasladar el golpe
Durante un recorrido realizado por La Silla Rota en varias tiendas de la capital, los tenderos confirmaron que la ganancia por botella de refresco ronda los 1.5 y 3 pesos.
Si bien no es el producto que más les deja ganancia, sí es uno de los que más se vende, sea cual sea el precio. “Aunque la gente no tenga dinero, no sé de dónde sacan, pero lo compran. Se quejan, pero siguen comprando”, asegura Juana, otra tendera.
Sin embargo, para Araceli, quien tiene un puesto de gorditas y quesadillas, el alza ya se siente en su caja.
“Hay veces que se tienen que absorber esas alzas, entonces ya no es la misma ganancia”, dice. “Yo lo doy en 25 y me sale en 15. En esta ocasión lo voy a absorber todavía, pero ya empecé a perder”.
“No voy a dejarla”
El hábito está tan arraigado que ni los consumidores más conscientes imaginan renunciar a su refresco. “Ya va a estar un poquito más difícil tomar Coca-Cola”, admite Benjamín García, que bebe dos botellas de medio litro al día. “Pero no creo dejarla, ya es la costumbre”.
Aun sabiendo del aumento, dice que estaría dispuesto a pagar hasta 20 pesos por una botella. “Ya es el vicio. La Coca-Cola es parte de mí”.
Gonzalo, otro consumido habitual, dice que los aumentos serán excesivos, pero que aún así no dejará de consumir refresco. “¿Qué se puede hacer? Esta es para hidratarme”, dice en entrevista, mientras sostiene una botella de tres litros.
Contexto:
Desde 2014, México ha aplicado impuestos especiales al azúcar y al tabaco con el argumento de reducir el consumo y mejorar la salud pública.
Sin embargo, los tenderos afirman que sus ventas no han disminuido y que el único golpeado es el bolsillo de los consumidores.
“Esta semana subieron los refrescos Jarritos un peso y la gente sigue comprando igual”, dice Sonia mientras abre el refrigerador, lleno de botellas rojas y negras. “Se quejan”, dice, “pero siguen comprando”.
