Poco a poco los comerciantes que pernoctan en la calle empiezan a retomar sus actividades; a pesar de las condiciones en las que viven desde enero pasado, cuando fueron desalojados de sus departamentos en el número 27 de la calle General Anaya, en el barrio de La Merced.
“Pedí prestado, tuve que endeudarme, en vista de la necesidad para comprar todo para seguir vendiendo, compré ollas, termos, parrilla y me prestaron está carpa. Ya es un mes sin trabajar esperando ver si volvemos a casa”, dice una de las vecinas de nombre Clara.
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Tras un mes y cinco días de dormir en un campamento improvisado, la señora Clara, una de las afectadas, cuenta cómo el pasado 9 de enero el edificio donde habitaba fue asegurado por personal de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ-CDMX).
En los 27 años que la señora Clara llevaba viviendo en el edificio de La Merced, en su mayoría se ha dedicado a la venta de café y pan; sin embargo, tras el desalojo, los artículos para la venta se quedaron dentro del edificio, actualmente con sellos de la FGJ. Hoy ha vuelto a retomar su oficio en el barrio.
“Aquí todo es un gasto, pagamos para ir a bañarnos, para usar un baño y la comida que cocinamos”, explica.
Del trabajo al campamento en la calle
En el edificio que actualmente está bajo resguardo de la Fiscalía capitalina habitaban alrededor de 50 familias, ya que cuenta con 30 departamentos y varios cuartos en la parte superior.
Un día promedio para los vecinos de General Anaya 27 va desde despertar, limpiar sus casas de campaña, organizarse para preparar el desayuno colectivo y luego salir a trabajar.
“Ayer nos regalaron una caja de tomate e hicimos enchiladas verdes, así sin pollo, la pura tortilla, pero con eso y un arroz para llenarnos”, explica la señora Olga Guerra sobre el menú del día anterior.
El pasado 9 de enero, los habitantes, en su gran mayoría comerciantes de la zona, fueron desalojados sin poder tomar nada, excepto algunos documentos y lo que llevaban encima.
Tras el desalojo, los comerciantes pernoctaron primero en cartones y entre los esqueletos de los puestos semifijos de la zona, posteriormente con cobijas y colchonetas; actualmente, han colocado un campamento sobre el paso de los autos.
Los vecinos aseguran que los primeros días que pasaron en las calles pudieron sobrellevarlos con ayuda de otros comerciantes, pero conforme han pasado los días, han tenido que regresar a sus trabajos como han podido.
“Yo tengo un puesto de baberos, así es como lo he hecho, de allí para salir al día, pero hay gente que ya se fue otra vez a vender, porque aquí todos somos comerciantes”, afirma la vecina.
Entre las personas que acampan sobre General Anaya hay quienes no han podido volver a su trabajo como lo son los adultos mayores. Ellos, como la señora Perla, sobreviven de lo que se prepara entre todos los afectados.
“Hay niños, mujeres y nuestros ancianos, hace mucho frío y hemos aguantado pero el proceso legal va para largo”, cuenta Olga Guerra.
Los vecinos, que han retomado sus actividades económicas, siguen pasando las noches en la calle por las complicaciones para rentar un departamento en la zona: “piden comprobante de ingresos, un aval con copias de escrituras ¡de dónde! Por eso aquí seguimos en lo que se arregla esto y como va para largo, pues ya todos volvieron a trabajar”.