A ratos, la voz de Jeffrey vendiendo paletas se pierde entre el bullicio del ambulantaje del Centro Histórico. Con dos niñas de cuatro y ocho años, él y su esposa Amalia salieron huyendo de la violencia que azota a Honduras. En su tránsito hacia Estados Unidos llegaron a la Ciudad de México, donde las esperanzas de continuar su camino al norte del país se han estancado debido a que no tienen documentos, ni comida, ni techo para dormir. Su casa, por ahora, es la calle, donde deben soportar las bajas temperaturas, la lluvia y la inseguridad.
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Cerca del llamado “Callejón de la Belleza”, en el perímetro de La Merced, Jeffry se gana la vida vendiendo dulces. Los ochenta pesos que a veces reúne en un día no le alcanzan ni para cubrir las necesidades básicas de su familia, como la alimentación. Mucho menos le alcanza para pagar una renta, por lo que han tenido que arreglárselas para usar las banquetas como camas.
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Aunque la incertidumbre ha ido carcomiendo el camino hacia el llamado “sueño americano”, Jeffrey y Amalia se aferran a buscar una mejor vida, pues señalan que en su país de origen la inseguridad y la violencia les arrebataron una vida digna.
Tan solo entre enero y junio de 2023, Honduras registró 1,639 homicidios, de acuerdo con cifras de la Subsecretaría de Seguridad en Asuntos Policiales.
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Aunque de acuerdo con este reporte, el país arrojó una disminución del 18.4 por ciento en las incidencias por criminalidad, narcoactividad, robos y pandillas al pasar de los 304 casos en enero a 248 en junio, la vida de Jeffrey y Amalia se caracterizaba por amenazas constantes a su integridad por parte del “Barrio 18”, una de las pandillas con mayor crecimiento en Honduras, dedicada mayormente al narcomenudeo, la extorsión y al cobro de cuotas a transportistas.
Huyeron de la guerra entre las pandillas y la pobreza que azota a Honduras
Jeffrey y su esposa vivían en San Pedro Sula, clasificado como uno de los municipios con más altos porcentajes de homicidios. La cotidianidad que los rodeaba se integraba por asesinatos, asaltos a mano armada, venta de ‘crack’, masacres y persecuciones policiales. Todo esto producto de la guerra entre Barrio 18 y la MS-13, que son las pandillas que se disputan los territorios en 28 colonias de ese municipio.
De acuerdo con un reporte elaborado por la Asociación para una Sociedad más Justa, en los meses recientes Barrio 18 ha hecho incursiones en San Pedro Sula y Tegucigalpa, intentando desplazar a la pandilla MS-13 atacando sus puntos de distribución de narcóticos.
De esta sangrienta guerra es consciente Jeffrey, quien recuerda con dolor que el 14 de abril de 2022 su compañero, de la fábrica de textiles donde ambos trabajaban, murió entre el fuego cruzado de las pandillas.
“A Honduras la abandonó Dios a su suerte”, dice Jeffrey al referir que la violencia no era todo lo que asfixiaba su tranquilidad, pues también lo era la falta de dinero.
De acuerdo con cifras del Banco Mundial, Honduras sigue siendo uno de los países más pobres y desiguales de la región: en 2020, como resultado de la pandemia y de los huracanes Eta e Iota, la proporción de la población que vivía en la pobreza alcanzó el 57.7 por ciento.
Cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Honduras indican que el 73% de la población del país es pobre y que un 53% vive en situación de pobreza extrema. El documento indica que de los 9.5 millones de habitantes, solamente cuatro millones conforman la fuerza laboral del país, y que de ese total, cerca de 350 mil están desempleados y 2. 5 millones están subempleados.
Esa asfixiante burbuja de violencia y pobreza orillaron a Jeffrey y Amalia a dejar Honduras. La madrugada del pasado 9 de noviembre salió de San Pedro Solula junto con sus hijas y sin llevarse nada, más que un bonche de sueños y esperanzas, partieron a la frontera con México.
Su vida en la Ciudad de México es más llevadera, pero no más tranquila. Mientras Amalia aferra a sus brazos a su hija más pequeña, cuenta que le da miedo dormir en la calle por el riesgo que corren las niñas. En los albergues ya no hay espacio y en los campamentos de migrantes aledaños a La Merced han encontrado a personas que pretenden abusar de ellos cobrándose 500 pesos por noche para dormir en una casa de campaña.
A pesar de las adversidades, Jeffrey cuenta que buscará, a como dé lugar, llegar a Estados Unidos para encontrar un trabajo y cumplir con el sueño americano del que tanto ha escuchado.
VGB