Pachuca.— Casi siete kilómetros separan a la Plaza Independencia del Bordo, un poblado de Pachuca que desde el Siglo XV coexiste con empresas mineras, hacía allá se dirige un grupo de personas que atendió la invitación de colectivos independientes para inaugurar Piedrateca, un proyecto de arte que resignifica y convierte en un símbolo de resistencia comunitario lo que la industria rechaza.
Pasan las nueve de la mañana, varones, mujeres y niños se desplazan a buena velocidad por la calle Allende, doblan a la derecha por Julián Villagrán que intercepta con Ermenegildo Galeana hasta el arco del Arbolito, donde empieza Humboldt, una pendiente muy empinada que atraviesa el barrio de La Nueva Estrella.
Tras media hora de camino las piernas pesan, aparecen gotitas de sudor en las frentes, respiración agitada. Las viviendas en obra negra de la Nueva Estrella van dando paso a peñas y cerros, el maltrecho asfalto a terracería. Al fondo se distingue la Hacienda de Beneficio de Loreto: techos de lámina roja sobre grandísimas bodegas rectangulares en las que exprimen oro y plata a la tierra de jales.
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Alan Islas es integrante del colectivo CoperActiva y lleva la voz principal del recorrido, narra que el famoso Alexander Humboldt vivió y exploró Hidalgo; dibujó sus peñas y bosques y lo más importante, facilitó el traslado de esclavos de Pachuca a las minas de Mineral del Monte al trazar el camino que hoy lleva su nombre.
“Hizo un trabajo mercenario”, sentencia el joven parado sobre la calle terregosa.
Aunque no hay información sobre esclavitud en la historia oficial de la capital, el joven artista dice que la Iglesia de la Asunción tiene un viejo registro de manos esclavas que llegaban a Pachuca, esos datos borrados de la memoria de la ciudad son parte de lo que la Piedrateca busca rescatar.
El camino trazado por Humboldt serpentea por la sierra de Pachuca, al subir hacia El Bordo las casas de cemento van quedando atrás en La Nueva Estrella; aparece la cañada del Tulipán de la que sobresalen casas pintadas de colores.
Al avanzar, el cielo se ensancha a una panorámica desde donde parece una hormiguita la estatua del Cristo Rey, que mide 33 metros. A la derecha hay una cascada que se llenó de agua con las lluvias recientes, a los costados del camino las siemprevivas floreadas, hierba, nopales, mirasoles, flores silvestres sobre las que revolotean muchas mariposas amarillas.
Una barda de cemento rectangular irrumpe el paisaje serrano, es la Mina El Cristo, al igual que la Hacienda de Loreto, es propiedad de la Minera del Norte, una filial de Altos Hornos de México (AHMSA), que durante muchos años fue propiedad del magnate Alonso Ancira Elizondo hasta que el año pasado que se declaró en quiebra.
La mina está activa, el Área Académica de Ciencias de la Tierra y Materiales, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), reportó recientemente que es un yacimiento al que extraen oro, plata, plomo, zinc y cobre.
Sobre el muro de la mina se asoma una peña café y un cerro agrietado del que sobresalen montículos de rocas grises que contrastan con la vegetación esmeralda. En los alrededores han ido apilando toneladas de piedras, algunas se han desperdigado a lo largo del sendero.
Alán se planta muy cerca de la entra de la mina, lleva una mochila en los hombros y un gorro de explorador beige, narra a la veintena de personas que esos montículos y rocas no eran originalmente parte del paisaje, pero ahora lo son, que todo lo que no es oro o plata es considerado basura.
Mientras tanto, mujeres, niñas, adolescentes y hombres reciben costalitos de manta que reparten integrantes de los colectivos que son parte del trabajo comunitario en El Bordo, CooperActiva, Ruta Arqueológica Minera y los colaboradores Julio, Liz, Eduardo y Catalina.
Las bolsitas de manta que recibió el grupo son para guardar piedras del camino. Los niños y las niñas son los más entusiasmados, se hincan, acercan la cabeza al suelo, meten las manos a la tierra, toman una roca y otra, eligen sus tesoros bajo el sol ardiente, atípico, considerando que hace varias semanas entró el otoño y que la serranía de Pachuca es, o más bien, era especialmente fría en esta época del año.
Alán explica que desde hace un año aparecieron cuarzos morados que antes no figuraban. “Para que estén aquí en el camino, la minera los tuvo que desechar”, deduce. Los cuarzos lila están mezclados con cuarzos blancos, rocas verdes, cafés, moradas, rojas, otras que tienen dos o tres colores, todas extirpadas de las entrañas de la tierra, todas tiradas en el camino, pero ahora son seleccionadas como tesoros que serán exhibidos en la Piedrateca y que representan la conexión con el territorio y la historia de El Bordo.
La mayoría del grupo avanza mirando hacia el suelo hasta llegar a un muro de piedra que es parte de la Exhacienda de San Buenaventura, otro edificio del Siglo XVII construido a fuerza de sangre de locales y foráneos de Zacatecas, Guanajuato o San Luis Potosí. Cerca de este punto la calle Humboldt se convierte en el Camino Real, que se dejó de usar paulatinamente después del incendio del Bordo.
El grupo se detiene mientras Alán da detalles del incendio que mató a 87 mineros, que acabaron en una fosa común debido a que las autoridades se negaron a trasladar los cadáveres a Pachuca pretextando que podrían estar infectados de la Fiebre Española. La historia señala que los capataces sellaron los tiros de mina para sofocar las llamas dejando adentro a muchos trabajadores.
El grupo recobra el aliento y vuelve a avanzar, ha transcurrido hora y media, el andar es más lento, las botellas de agua se han vaciado, todavía no es mediodía y el sol ya está implacable: se nota en las frentes empapadas de sudor, en las mejillas enrojecidas, en las espaldas húmedas.
Falta menos de un kilómetro para llegar al Bordo, a la Piedrateca, atrás quedó la cañada, el camino se ha estrechado. Es imposible que pase un coche por aquí, del suelo sobresalen enormes rocas moradas, rojizas, violetas, a la derecha y a la izquierda hay cerros, algunas casas, arriba el cielo azul sin una sola nube, el sol intenso.
Metros adelante, la iglesia del Bordo recibe al visitante que llega a pie, es un edificio anaranjado con un campanario, atrás está el Centro Comunitario, donde 87 barras representan a los mineros que fallecieron en el incendio del 10 de marzo de 1910.
La Piedrateca está ubicada a unos metros de la iglesia, es un esqueleto de cemento y metal que réplica el edificio vecino, un almacén que data de mitad del Siglo XX y fue construido por el padre del señor Roberto y la señora Lilia, explica Julio Ordaz, integrante del colectivo El Bordo.
“…decidimos sacar esta intervención para que fuera un poquito más pública y a la hora de hacerlo nos dimos cuenta que iba a convivir directamente con este edificio que tiene a lado y que justamente, a manera formal, tratamos de replicar algunos de los gestos más importantes: la altura, la cubierta inclinada, el tamaño de las puertas, el mismo dintel que tiene cada puerta de la preexistencia encima de ella, entonces, digamos que es una especie de réplica”, detalla.
Llevó alrededor de dos meses dar forma al esqueleto de cemento y varillas, Julio narra que los señores Anastasio y Roberto, este último delegado de la comunidad, destinaron algunos días a trabajos de herrería mientras que otros vecinos como José Luis colaboraron con faenas los domingos.
Julio y Catalina, ambos arquitectos, consiguieron el financiamiento para la Piedrateca a mediados de este año, mediante una beca del Patronato de Arte Contemporáneo, que es una asociación civil que promueve la producción artística en México, aunque confiesan que inicialmente era una intervención de seis edificios, pero no ganaron otro proyecto más grande, que daba más recursos.
Además de Julio, Catalina y Alán, los otros jóvenes involucrados en el proyecto comunitario exponen sus puntos de vista afuera de la Piedrateca, mientras tanto, dos niñas del grupo, una pelirroja de cabello corto y la otra de cabello largo muy negro, se ponen en cuclillas, meten sus manitas a los costalitos de manta, van sacando lo que recolectaron: rocas de colores que desechó la Minera del Norte que aquí serán exhibidas en la Piedrateca.
sjl