Silao.- En el estado de Guanajuato existen alrededor de 500 haciendas, muchas en ruinas y otras renovadas, las cuales que esconden entre sus muros una historia de riqueza y abundancia que tuvieron durante la época colonial y, sobre todo, del auge minero que tuvo la entidad.
Una de estas ex haciendas en ruinas es la de Chichimequillas, en una comunidad del mismo nombre en Silao, localizada a las faldas del Cerro del Cubilete, a 10.5 kilómetros al sur de Silao y a menos de una hora de la ciudad de León.
De lo que fuera una majestuosa casona se conservan algunas estructuras y muros, de manera especial su fachada que ha sido respetada por el paso del tiempo, aunque en sus interiores todo luce entre ruinas, y el descuido de su gran explanada.
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Visitar el lugar es entrar al pasado señorial de la época colonial de auge minero, pues las ruinas son suficientes para imaginar la época de bonanza de aquellos tiempos.
El primer propietario
El primer propietario de esta hacienda fue Juan de Jasso, con extensiones para ganado que colindaban al norte con la ex Hacienda de Comanjilla, al sur Aguas Buenas y San Agustín, al oriente con Santa Lucía del Cubilete y al poniente con la ex hacienda de Nápoles.
El doctor Mariano González Leal narró que Juan de Jasso fue uno de los capitanes que acompañaron a Hernán Cortés en sus campañas de afianzamiento y expansión de lo ya conquistado, estuvo con el conquistador en la fallida aventura a Las Hibueras (Honduras) y que más tarde se unió a los conquistadores y pacificadores de "La Gran Chichimeca".
Como premio a sus méritos, fue recibiendo mercedes de tierras en varios lugares del Bajío
En el siglo XVI "le fueron mercedes La Estancia de Señora, precursora de la Villa de León, y la Estancia Nueva en ese municipio de León, y acá en Los Llanos de Silao, le mercedaron las Comanja de la Quebradilla, el Cazadero, el Mármol, La Laja, precursora de Romita, el Zapote de Jasso, ahora Comanjilla, el Coecillo y otras", escribió González Leal.
En 1721 tenía ya varios dueños, todos ellos parientes, hijas y yernos de don Juan de Jasso. Aunque había arrendatarios que luego se sintieron dueños por posesión pacífica.
En 1763, el capitán Pedro Ponce, se quedó con todas las fracciones, pues todos los minipropietarios le debían dinero.
Uno de los parientes era Lorenzo de Mendoza, quien murió en defensa de los dueños de la hacienda, peleando contra los indios belicosos que querían fundar un pueblo en ese lugar.
Al principio esta hacienda era conocida como La Sauceda. En el padrón de 1680, aparece como propiedad de Jasso y familiares y habitada por 32 personas. En el censo general de 1792, es una de las propiedades del teniente Joaquín de Laris y tenía 64 habitantes.
Del latifundio de Juan de Jasso, sólo se encuentra a mano la historia continuada de dos estancias: El Coecillo, de donde salieron las haciendas de Nápoles, La Sauceda o Chichimequillas, el Coecillo y Sotelo, y de La Laja, importante por la íntima relación de sus poseedores con el desarrollo de Silao y la fundación de Romita.
Los primeros pobladores
Todavía al inicio del siglo XVI, el área conocida ahora como el Bajío, era lugar ignoto para quienes no habitaban en ese territorio frontero del Anáhuac, cuyos bosques y praderas, ricas en flora y abundante fauna, albergaba clanes de nómadas que vivían semidesnudos, recolectando semillas, raíces, frutos y de caza mayor y menor.
Esas tribus conocidas como guamares, guachichiles, guashabanes, pames, jonaces, copuces, etcétera, vivían en estado semi-salvaje, pero, defendiendo su hábitat, eran feroces y su territorio era impenetrable. Tribus más civilizadas les llamaban a todos ellos con el nombre genérico de chichimecas -linaje de perros-, y su región era conocida como "La Gran Chichimeca" o "País de los Chichimecas".
En el siglo XV, Moctezuma Ilhuicamina, con sus huestes aztecas, pretendiendo ampliar el señorío mexica, incursionó por esas tierras, pero fueron rechazados, sin lograr someter a sus moradores.
Despojaron a los indígenas
No sólo la Sierra de Guanajuato, el Valle de Señora y Los Llanos de Silao, sino todo el Bajío, fueron donados a unos cuantos, considerados con derecho a recibir gratificación por sus servicios, pero cometiendo una gran injusticia, porque entregaban esas sierras y esos valles sin tomar en cuenta que en ellos vivían muchas tribus a las que estaban despojando de su hábitat y obligándolos a trabajar para los amos, es decir, los privaban de su libertad para convertirlos en esclavos.
Grandes extensiones de terreno siguieron abandonadas entre un latifundio y otro; esos espacios vacíos, fueron el refugio de los indios que no quisieron someterse.
Al inicio del siglo XVI, las tierras del Bajío no tenían dueños particulares, estaban habitadas por tribus chichimecas que en ellas vagaban y las sentían suyas como propiedad común, con la única limitación a áreas en las que predominaba una denominación étnica, con alguna particularidad lingüística o religiosa. Fue con la Conquista, con la que llegó el concepto de propiedad de la tierra; fueron los conquistadores los primeros que recibieron en propiedad, algunas extensiones de tierra (mercedes) para cultivarlas y tenerlas por suyas, como una fuente de riqueza y como un patrimonio familiar.
La creciente población de Guanajuato, que reclamaba víveres para su subsistencia y el auge de sus minas que requería acémilas para molienda y acarreo de minerales, hicieron que las estancias de los Llanos de Silao se organizaran en haciendas y ranchos productivos tanto agrícolas como ganaderos.
Haciendas y Ranchos Siglos XVII ? XVII?
El obispo de Valladolid, don Baltazar de Covarrubias, en la relación que hace en 1619, de los partidos de su obispado, narra: "Los Llanos de Silao -Llámase así, a una gran llanura en redondo, de cuatro leguas, y en medio de ella hay una iglesia parroquial, y en ese punto hay doce casas de españoles casados y algunos mercaderes con sus tiendas. Hay veinte haciendas o labores y otras algunas estancias, y en todo ello, hay cuarenta y cuatro vecinos españoles casados y más, cincuenta por casas, y mayordomos, arrieros, labradores, y en servicio de sus casas, hay veinte y dos negros y negras esclavos, y alrededor de esa parroquia y en las labores de su doctrina, 708 indios chichimecas y otomites...".
Esa área que ahora ocupan los municipios de Silao y Romita (Unos 1,200 km.) era parte de lo mercedado a tres ilustres conquistadores, don Rodrigo de Vázquez, don Pedro Muñoz maese de Roa y don Juan de Jasso, a mediados del siglo XVI.
Decían antiguas consejas, que aquellos latifundistas solían subir a algún altillo a contemplar su heredad y exclamaban: "¡Es mío hasta donde la vista me alcanza!".
Los latifundios en Silao
El de Rodrigo Vázquez, que lo recibió como merced en 1546, se vio de la noche a la mañana convertido en un rico mineral. Según parece, a este señor ya no le interesó tener ni explotar sus tierras (excepto donde estaban las minas) y se dedicó a minero viviendo en la Ciudad de México.
De su latifundio, que abarcaba también la parte norte y oriente del municipio de Silao, surgieron las haciendas de Santa Lucía del Cubilete, la de Aguas Buenas, la de Los Aguilares y probablemente también la de Cerritos y las de Cuarta Parte y Sopeña.
Otra de aquellas grandes extensiones de terreno en Los Llanos de Silao, fue la concedida a maese de Roa, la cual se extendía sobre los actuales municipios de Guanajuato, Silao y Romita.
Don Pedro de Núñez o Muñoz, era un célebre médico o curandero que sanó a Cortés de un brazo fracturado y luego enviado a España a curar a un ilustre paciente. Era conocido como maese de Roa, por ser de ese lugar de España. A su regreso, el conquistador le recompensó sus servicios mercedándole tierras.
En esas tierras había y hay, un cerrito al que don Pedro Muñoz dio su nombre, Cerro de maese de Roa y que ahora la gente conoce como Cerro de Mancerrúa.
Al historiador don Antonio Pompa y Poma le parece que el latifundio de maese de Roa, podría ser más antiguo que el de Rodrigo de Vázquez (1546) y su idea parece verosímil, si tomamos en cuenta que lo recibió de Cortés, en pago de servicios particulares y el conquistador se fue a España por 1540.
Poco conocido es el destino de la heredad de maese de Roa al final del siglo XVI, quien ya era viejo en 1535. De sus tierras surgieron: La hacienda de Cuevas en el municipio de Guanajuato; las de La Pila, Trejo y San Francisco en Silao, Mezquite Gordo, Rancho de Ovejas, Mancerrúa, la Cruz de Aguilar, El Pedregal, El Guaricho, El Mármol, Sants Rosa, etcétera, en tierras de Romita.
Curiosamente, todas estas haciendas y ranchos, vinieron a ser del capitán Teobaldo de Luna y Gorráez, en el siglo XVII y de su hijo el Mariscal de Castilla en el siglo XVIII.
El doctor Mariano González Leal, al hablar sobre el feudo de don Juan de Jasso, nos dice que abarcaba varias haciendas y estancias y menciona nombres de esos predios secundarios. Algún nombre como el Valle de Señora, resulta indiscutible, porque sabemos de él desde antes de la llegada del terrateniente. Comanja de Jasso (ahora Comanjilla) sería el nombre que Jasso dio a la finca donde vivió o quiso vivir, pero no es el caso de otros nombres:
Probablemente que nombres como la Quebradilla, La Losa, Cazadero, La Laja, el Coecillo, etcétera, se irían dando al vender alguna fracción de terreno o al morir don Juan en 1571, para señalar lo que heredaba a cada uno de sus descendientes o bien, al ejecutarse la cédula real de 1591, que significó una nueva repartición de tierra.
Y del latifundio de Juan de Jasso eran 2 estancias: Coecillo, de donde salieron las haciendas de Nápoles, La Sauceda o Chichimequillas, el Coecillo y Sotelo, y de La Laja.
| Con datos de: SEDU Coahuila: "Silao en tiempo colonial"
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