APATZINGÁN. - Desde el pasado lunes y, conforme pasan las horas, el número de víctimas de desplazamiento forzado por la violencia, ha aumentado, principalmente en tres localidades del municipio de Apatzingán, Michoacán, inmersas en una serie de enfrentamientos entre grupos antagónicos del crimen organizado.
Un censo de los encargados del orden, que le han hecho llegar a la iglesia católica, indica que ya son más de 800 habitantes, quienes han sido expulsados de sus comunidades por la violencia de los últimos días en esa zona de la Tierra Caliente.
Jorge Armando, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de El Rosario, es quien ha recibido y albergado a la mayoría de desplazados.
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Expuso, que es “una situación como todos sabemos de violencia, del desplazamiento de las comunidades, específicamente tres: El Llano, El Tepetate y Bateas”.
“La gente empezó a salirse de acuerdo a la inseguridad y aquí a la parroquia han llegado buscando un refugio. Han llegado sufriendo, llorando”, reiteró.
El sacerdote, informó que tan solo de una comunidad, son cerca de 600 personas las que abandonaron sus hogares, víctimas de la violencia.
“Pero hay otras dos localidades más chiquitas, donde también salieron otras 200 personas más”, dijo el religioso, mientras atiende a los refugiados.
Luis Gabriel, es padre de tres niños pequeños y junto con su esposa y otros cuatro integrantes más, tuvo que huir de su comunidad y buscar refugio y ayuda en El Rosario.
“Se armaron las balaceras y tuvimos que huir para salvar a nuestras familias, porque si nos quedamos, nos iban a matar seguramente”, cuenta.
El joven campesino, relató que el último enfrentamiento en el que les tocó quedar en medio, se suscitó cerca de la 1 de la mañana del pasado lunes. Detalla que se resguardaron debajo de las camas, aunque no era de mucha ayuda, ya que sus casas son de cartón.
Sin embargo, hicieron lo que pudieron para proteger a los niños, a los adultos mayores y a una familiar que está embarazada.
“En la mañana agarramos las poquitas cosas que pudimos, las subimos a la camioneta y corrimos para acá (El Rosario), porque sentíamos que íbamos a morir”, narra.
LA SILLA ROTA estuvo en ese lugar donde llegan las víctimas y donde son atendidas por el sacerdote Jorge Armando, por voluntarios y religiosos, apoyados por la ciudadanía.
Los habitantes de la cabecera municipal y de otras localidades cercanas, han llevado agua, alimentos y ropa, desde que empezaron a arribar las primeras víctimas.
Algunas familias deciden quedarse ahí y otras, han buscado a amigos y familiares en la ciudad de Apatzingán, donde luchan por conseguir algún trabajo temporal.
Las familias, piden ayuda inmediata y que el estado y la federación, intervengan para que frenen la ola de violencia en sus localidades y puedan regresar a continuar su vida.
“Solo pedimos vivir en paz y que a nosotros que no tenemos nada que ver con esos grupos, nos dejen trabajar, nos dejen dormir y nos dejen vivir”, reitera, Gerónimo, otro desplazado.
A pesar de los testimonios de los desplazados y de algunos videos que dan cuenta de lo ocurrido, ninguna autoridad de seguridad, ha hecho algo en los puntos donde permanece el choque a tiros, entre grupos antagónicos del crimen organizado.