TIJUANA.- En un rincón junto al pedazo de playa que comparten Tijuana y San Diego, donde hace apenas 50 años las familias separadas por la migración se reunían sin cercos de por medio, un pequeño jardín mitad en México y mitad en Estados Unidos parece la última resistencia a la reposición del muro internacional, uno de mayor altura.
Daniel Watman, el neoyorquino que inició ese jardín en 2007 junto a niños y niñas de escuelas de ambos lados de la frontera durante un festival medioambiental, advierte que, si Estados Unidos termina con esa pequeña área verde, estará mandando un mensaje completamente contrario al origen de esta orilla que comparten ambos países.
“Ya van como tres décadas de la supuesta solución de militarizar la frontera y no ha resultado en nada más que peligro y violencia, más muertes. Este parque fue dedicado con un concepto diferente de la frontera, un concepto en que la unión de las familias, de entablar amistades y conocernos y colaborar para mejorar nuestra región también forma parte de la seguridad”, comenta.
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En los últimos años, activistas pro migrantes como Daniel vieron a Estados Unidos aumentar las restricciones en los encuentros transfronterizos hasta prohibir el contacto físico, lo que terminó con la colocación de malla metálica entre los tubos que componen el cerco.
A través de los pequeños orificios que dejan esas mallas, vigiladas por los agentes de la patrulla fronteriza, las familias platicaban y podían apenas tocarse las yemas de los dedos.
Pero desde la pandemia y la llegada del aumento en las medidas de seguridad que incluyen reparar y renovar el muro principal, así como extender el secundario hasta la costa, eso también terminó.
Ahora, para aproximarse desde el lado estadounidense hay que pasar antes por una puerta instalada en el segundo muro, un acceso controlado por Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).
“Había un acceso muy restringido los sábados y domingos de 10 a 2 (pm), pero era como visita de prisión y empezó en 2012 después de haber cerrado el parque tres años, y lo fueron quitando. Empezaron con 25 personas a la vez, luego lo bajaron a 10. Luego había acceso al jardín y también al monumento, pero quitaron el acceso al jardín, solamente era para los voluntarios. Luego quitaron las sillas. O sea, poco a poco fueron cerrando el parque y en 2020 lo cerraron completamente”, narra Daniel Watson.
Aduanas y Protección Fronteriza ni siquiera permitió el paso cuando, en diciembre de 2022, los integrantes de asociaciones civiles e iglesias norteamericanas llegaron para celebrar con sus pares en Tijuana la ya tradicional posada binacional.
Los migrantes en suelo mexicano, cantando las súplicas de José en busca de refugio para su esposa embarazada, sí recibieron respuesta, pero fue desde el otro lado de los dos muros, por lo que la distancia obligó al uso de bocinas.
Patricio Murphy, el sacerdote norteamericano responsable de Casa del Migrante desde 2013, un albergue con más de 30 años de servicio en Tijuana, ha sido uno de los promotores de esa posada y lamentó las restricciones para celebrarla el año pasado.
“Otros años tuvimos cercanía, ellos llegaban hasta aquí (...) Van a construir aquí un muro grande y va a ser muy difícil que se abra” (el paso), dijo entrevistado ese día junto al obelisco que marca el límite territorial entre México y Estados Unidos.
En el suelo, recargados contra el muro y pegados a él, cartones pedían rescatar el parque y uno más sobre el obelisco invitaba mediante un QR a firmar una petición para detener la construcción del nuevo cerco
Tres meses atrás, en agosto, la patrulla fronteriza había anunciado que detendría temporalmente los trabajos de sus dos muros para atender las preocupaciones de la comunidad sobre el futuro del parque.
También dijo que comprende alrededor de 2 mil metros cuadrados compartidos entre Tijuana y San Diego.
“CBP se compromete a preservar el acceso al Parque de la Amistad y, una vez finalizada la construcción de la barrera en el área del Parque de la Amistad, CBP se compromete a abrir el parque un mínimo de dos días cada mes, permitiendo que los miembros del público regresen al parque por primera vez desde 2019”, dijo en comunicado de prensa.
Sin embargo, Daniel Watman definitivamente no confía en esas palabras porque pasaron tres años sin permiso para entrar a atender el jardín del lado estadounidense, donde está agonizando.
EL JARDÍN Y EL MURO
El nacimiento oficial del Parque Internacional de la Amistad en Tijuana, bautizado como Jardín Estatal de la Frontera en San Diego, fue en 1971. Pat Nixon, la esposa del entonces presidente norteamericano Richard Nixon, sembró un árbol y cruzó la línea imaginaria con México para convivir con las familias que ya habían hecho suyo ese lugar.
En el espacio donde Watman inició el Jardín Binacional hay una placa colocada hace apenas un par de años con el episodio en una fotografía blanco y negro en la se ve a la mujer en vestido sastre con una pala en las manos y al fondo un trío de músicos.
“Fue como supuestamente el inicio de un lugar de amistad y entonces por muchos años así fue, pero con cada vez más militarización se ha ido esa parte o ha sido un una lucha muy difícil de mantener”, dice el neoyorquino radicado en Tijuana.
En ese terreno, el jardín que él y otros activistas crearon y luchan por mantener está compuesto por tres semicírculos de cada lado de la frontera con aproximadamente 200 plantas nativas de 35 especies.
Las plantas nativas que nacen en territorio mexicano siguen siendo nativas dentro del territorio norteamericano sin importar la frontera, sostiene Watman.
Cuenta que cuando abrieron un cuarto semicírculo en Tijuana con la intención de ampliar el área verde también en San Diego, las autoridades norteamericanas respondieron con el endurecimiento de las restricciones y pasaron tres años sin poder cuidar la parte norte del jardín.
Unos días antes de platicar con La Silla Rota, Watman y otros activistas habían cometido un acto que las autoridades norteamericanas fácilmente podrían haber sancionado: cruzaron la frontera desde Tijuana entre los tubos de la playa, solo para caminar hasta el jardín.
Lo hicieron para replantar 8 de los 10 ejemplares que fueron retirados por la patrulla fronteriza como parte de la reposición del muro principal por uno de nueve metros de altura.
CBP anunció en enero de este año que después de la pausa de agosto de 2022 para escuchar a la comunidad, reiniciaría los trabajos en los alrededores del parque de la amistad.
Una vez concluidos, informó, permitiría el paso a través de la puerta instalada en el segundo muro “durante los períodos de tiempo designados, una vez que sea operativamente seguro hacerlo”.
También insistió en que hay un compromiso por restaurar el Jardín Binacional dentro del parque, pero Daniel Watman sostiene que la autoridad norteamericana sencillamente está enfocada en levantar el nuevo muro.
“Destruiría el jardín porque reemplazaría éste con uno casi del doble de tamaño, y cuando hagan eso van a tener que destruir el jardín. Lo que ha pasado últimamente en sus preparaciones, es que han querido quitar las plantas, empezaron a quitarlas y supuestamente iban a trabajar con nosotros desde el verano pasado. Cuando hablaron con nosotros nos dijeron que querían que ayudáramos a quitarlas”, comenta Daniel Watman.
El día que Daniel y el resto de activistas cruzaron la frontera por la playa para llegar al jardín, la patrulla fronteriza molesta e impedida para actuar por la presencia de medios de comunicación, respondió bloqueando el área por la el grupo pasó entre los dos cercos.
“Para asegurar que no pase otra vez pusieron un muro con alambre de púa encima, para que nadie pueda subir hasta aquí. Estuvimos hasta la una de la tarde y ellos estuvieron después hasta las 8 de la noche construyendo eso”, comenta.
El 27 de julio pasado, CBP envió un nuevo comunicado de prensa solo para dar a conocer que esa semana iniciaba la reposición del muro primario, que los trabajos para extender el secundario estaban casi terminados y que seguían comprometidos con la preservación y cuidado del jardín.
“El Proyecto del Círculo de la Amistad, una vez completado, proporcionará las mejoras necesarias de vida, seguridad y protección a la infraestructura fronteriza en esta área”, indicó.
TRES AÑOS SIN VERSE
Por lo pronto, ya son tres años sin que las familias puedan verse a través del cerco internacional porque no hay permiso de Estados Unidos para que su población se aproxime al muro primario.
El Jardín Binacional resiste y lo hacen también las familias que tienen años separadas a causa de la migración.
“Hay gente que viene desde muy lejos de lugares en Estados Unidos y lugares en México solamente para verse aquí, y por más que tratamos de difundir el mensaje de que el parque está cerrado, sigue llegando gente casi todos los sábados y domingos. Uno viene y hay una familia que viene de Veracruz, de Chicago. Están pensando que se van a poder ver y están al otro lado del muro grande, o sea, están a una distancia de 50 metros y solamente se pueden saludar y hablar por teléfono”, dice Daniel Watman.