Con una sana alimentación que la ha mantenido “a flote” durante sus 94 años de edad, Josefa Aquino Martínez se levanta, a diario, desde las 5 o 6 de la mañana para acudir a uno de los mercados más populares de esta ciudad capital de Chiapas, el “20 de Noviembre”, donde ofrece heno y musgo para los tradicionales nacimientos de Jesús.
Sin embargo, “Chepita”, como la conocen de cariño otros locatarios y hasta clientes, lo tiene que hacer sola, debido a que su esposo y sus seis hijos fallecieron, y los 14 nietos que tiene no la cuidan, ni la visitan.
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A pesar de que no sabe leer, ni escribir (nunca pisó un aula), ella no se detiene,
“esta vez no iba a vender, pero la gente del mercado me dijo que viniera, me ayudan, y pues acá estoy; como estoy solita, tengo que trabajar”.
Aunque la mayor parte de sus ventas las hace desde su casa, es decir donde ofrece “chicharrines”, palomitas de maíz y mango verde con chile casi todo el año, la mujer originaria del barrio de Niño de Atocha de esta ciudad aprovecha la época decembrina para ofrecer el heno y musgo y, con ello, ganar un poco más de lo que percibe a diario.
“Estoy un poco cansada, porque traigo dolor en las rodillas, pero de ahí estoy sana, no tengo azúcar, no tengo presión alta, ni nada (sic)”, confiesa la mujer, cuyas canas cubren gran parte de su cabellera.
Según ella, a diario recaba alrededor de 150 o 200 pesos, cuando le va bien, aunque declara que este diciembre el musgo y heno lo consigue casi 40 por ciento más caro, por lo que las ganancias son menores.
“Chepita” acude al también conocido Mercado de las Flores desde hace como 35 años, pues antes ofrecía sus productos en la zona del Calvario, de esta misma capital.
Resiste ante las dificultades
Le duele que, en la actualidad, sus hijos ya no estén presentes; incluso, recuerda que hace cinco años se le fue el último, un hijo de 65 años de edad, y hace tres, una hija de 56.
Rememora a su marido, un hombre fuerte que trabaja de peón de albañil, con quien sostenía a su familia. “Ahora yo tengo que hacer todo, mis pagos, mis mandados, tengo nietos, pero ya no me buscan; una nieta me acompañaba antes, pero ahora ya no quiso”.
Pese a las dificultades de la vida, la anciana externa que, hasta donde Dios le dé fuerzas, seguirá en sus ventas, ya sea en su propia vivienda o en el mercado, aunque en ocasiones, confiesa, solo obtenga, al día, 20 pesos de ganancia.
Si de algo está convencida, es que aún hay gente buena, que la ayuda, como sus compañeros del centro de abasto, quienes la animan a no quedarse en casa, y vender.
“Me ayudan mucho, solo por eso vine; gracias a Dios me quieren, me regalan mi comidita”.
Augura que entre más se acerquen las fechas de celebración, sus ventas aumenten y puedan obtener más dinero.