TUXTLA GUTIÉRREZ.- En los últimos años, en la comunidad Nueva Palestina, municipio de Ocosingo, la situación cambió de forma radical: un pequeño grupo comenzó a traficar droga, armas y migrantes y, además, las violaciones a derechos humanos eran cada vez más constantes.
Quien no estaba de acuerdo con todas esas prácticas era amenazado, vejado o, en el mejor de los casos, solo lo expulsaban de su pueblo. A Versaín Velasco García, indígena maya hablante de las lenguas tseltal y tsotsil, no le importó eso, por lo que, desde hace poco más de dos décadas, se dedicó a defender las causas justas.
Si a una mujer la agredían sexualmente, él la acompañaba ante las autoridades a interponer la denuncia; si a una familia la hostigaban, él acudía ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) para hacer lo correspondiente.
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Incluso, Versaín fue una de las pocas voces que exigió justicia por la muerte de la doctora Mariana Sánchez Dávalos, en enero de 2021, hallada ahorcada en el Centro de Salud de esa localidad de la región Selva, cuyo caso llegó hasta las esferas internacionales, pero la justicia “quedó a medias”.
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Sin embargo, su activismo no agradó a las autoridades comunitarias, y empezó el hostigamiento, pues el campesino era como “una piedra en el zapato”; de hecho, desde diciembre del año pasado, él está preso en el Centro Estatal de Reinserción Social para Sentenciados (CERSS) número 16 de Ocosingo, acusado de homicidio calificado y homicidio en grado de tentativa, delitos que, está comprobado, no cometió.
Además, su esposa y una hermana también fueron encarceladas, pero ellas quedaron en libertad en noviembre de este año.
Por ello, el defensor de derechos humanos comunitario inició una huelga de hambre el pasado 14 de diciembre, debido a que no entiende por qué lo mantienen tras las rejas. Lo peor de todo es que a su proceso legal se le agregó otro delito: robo con violencia agravado, en un supuesto hecho cometido en 2014.
BROTÓ LA VIOLENCIA
En entrevista exclusiva para La Silla Rota, Moctezuma Velasco Aguilar, su hijo, cuenta a detalle cómo han sufrido diferentes hechos de violencia que, inclusive, hoy los mantiene expulsados de Nueva Palestina, y refugiados en otro municipio de la geografía chiapaneca.
Para él, acepta, el peor error de su padre fue convertirse en un activista comunitario, pues al poco tiempo recibió las primeras amenazas de muerte, como le ocurrió en el 2001, cuando fue expulsado de Nueva Palestina por hablar en contra del PRI, el partido que todas las familias estaban obligadas a apoyar. Tras un acuerdo logrado con el respaldo de una autoridad estatal, retornó con sus seres queridos.
La situación se tensionó cuando Versaín no solo brindaba apoyo moral a víctimas de alguna violación a sus derechos, sino cuando, en 2015, decidió dar acompañamiento a una persona ante la CEDH y señalar a las autoridades comunitarias por esas acciones ilegales.
Como sus intervenciones rindieron los frutos para quienes sufrieron esas vejaciones, el encono en su contra aumentó. “Por ello mismo, las autoridades buscaban cómo encarcelarlo, o acabar con mi papá”.
De las amenazas de las propias autoridades locales, éstas aumentaron su nivel: a Versaín lo acechaban traficantes de estupefacientes, migrantes y de armas.
Para febrero de 2020, cuenta Moctezuma, se registró un caso lamentable: uno de los policías de Nueva Palestina intentó abusar de su prima, por lo que su padre denunció el caso ante la autoridad competente, lo que llevó al agresor a la cárcel de Ocosingo, por siete años.
“Fue la gota que derramó el vaso, y a mediados de noviembre del año pasado, cuando mi papá compraba medicamentos en una farmacia, elementos policiacos lo detienen y lo presentan ante las autoridades ejidales”, entre ellos Emilio Bolom Gómez y Antonio Velasco Gutiérrez, quienes le dejaron en claro que su aprehensión de debió a las denuncias que hizo, entre ellas la muerte de la doctora Mariana Sánchez Dávalos.
LO QUISIERON QUEMAR VIVO
Versaín, quien se dedicaba a la agricultura, estaba a punto de ser incinerado en el centro de Nueva Palestina, por un supuesto acuerdo comunitario. Pero esa vez, quienes recibieron, en su momento, apoyo de ese hombre, alzaron la voz por él.
Moctezuma recuerda que, en esa ocasión, vieron de cerca la muerte, pues los policías locales los golpearon con palos, piedras y otros objetos. En la revuelta, dice, su papá, de 43 años, fue liberado luego de que sus aliados rompieron las rejas de la cárcel preventiva.
Las amenazas continuaron. Según el declarante, “nos decían que nos arrancarían la cabeza… ya se imaginará usted”.
En diciembre de 2021, ocurre un hecho aislado: cinco jóvenes (la mayoría menores de edad) de la comunidad fueron encarcelados luego de ser acusados por robo a una zapatería. Durante casi dos semanas, a ellos los mantuvieron sin alimentos y hacinados; incluso la celda carecía de un baño.
Versaín, como de costumbre, no se calló, y el día 16 de ese mes acudió ante la Fiscalía Indígena para evidenciar la situación; asimismo, las madres de los “imputados” denunciaron secuestro y detención ilegal en contra de esas autoridades.
El entrevistado señala que personajes como Ricardo “D”, conocido “pollero” de la región, y otros traficantes de drogas lo rodearon a él y a su papá, a quien le dispararon en la altura de la frente, “pero gracias a uno de mis hermanitos, la bala no impactó de forma más certera, pues empujó al agresor”.
Como pudo, Versaín escapó del lugar; sin embargo, Moctezuma quedó a merced de los enfurecidos policías y otras autoridades; ese día, un milagro lo salvó.
A la par, su mamá Antonia Aguilar y sus hermanitos, el de 15 y una bebé, también eran agredidos. Pese a que él fue rescatado, sus seres queridos no corrieron con la misma fortuna.
NOCHE DE TERROR
Al otro día, al amanecer, comienza la búsqueda de su papá y de toda su familia, incluidos hermanos y hermanas, para lincharlos a todos. Esto provocó que cinco familias huyeran hacia el monte para no ser encontradas.
En la “cacería” participaron policías, quienes comenzaron a agredir a Moctezuma, mientras sus cinco hermanos y dos hermanas, todos pequeños, escapaban. “Me puse enfrente para evitar que entran a nuestra casa, pero nos vuelven a golpear”.
De pronto, sintió un machetazo. “Escuché una voz que dijo: ‘¡Móchale la cabeza!’, era un policía de nombre Antonio Hernández, me quería dar en el cuello, pero metí el brazo y me provocó una herida muy grave en el brazo derecho”.
Según Moctezuma, además de policías, pobladores y autoridades locales, en esa agresión también se presentaron jefes del “narco” de la zona, conocidos como Martín “M” y Mariano “D” y algunas personas armadas que, de acuerdo con su relato, al parecer no eran mexicanas.
El hijo de Versaín era arrastrado por la calle, pues la intención era acabar con su vida. Pero antes, escuchó de nueva cuenta una orden: “¡Córtale la cabeza!”
Moribundo, Moctezuma recuerda que alcanzó a escuchar un disparo: era uno de sus tíos, quien mató al policía que quería matarlo a machetazos. Como pudo, él, se levantó y huyó.
En respuesta, y enardecidos, los agresores, armados con escopetas y AK-47, conocidas como “cuernos de chivo”, destrozaron las viviendas no solo de Versaín, sino de otras cuatro familias.
Tras recontarse con un tío, su padre y otros familiares, emprendieron el éxodo en plena selva; el trayecto les duró tres días, hasta llegar al “corazón” de Ocosingo, pero no se sentían seguros porque había gente de Nueva Palestina que los persiguió.
EL CALVARIO NO ACABABA
Hasta el 19 de diciembre de 2021, Moctezuma recibió atención de su brazo macheteado: fue ingresado al Hospital de Las Culturas de San Cristóbal de Las Casas, pero el personal médico le advirtió que la herida era de gravedad. “Tengo una placa a la altura del codo derecho, me dejaron la movilidad limitada”.
Cinco de sus hermanitos (uno de 11, 9, 7, 5 y 3 años) aún permanecían en Nueva Palestina; por acuerdo de los agresores, ellos quedaron en la intemperie por dos días, pues si alguien de la comunidad les brindaba cobijo, había la amenaza de matarlos o desterrarlos.
Mientras que, a su madre, hermano de 15 años y la bebé los mantuvieron secuestrados por más de una semana; asimismo, fue privada de su libertad su tía Isaura Velasco García, con sus dos hijas. En el mismo espacio, estaban los cinco jóvenes que según asaltaron una zapatería, y que fueron apoyados por Versaín en la parte legal.
“Luego metieron a otro de mis hermanitos, de 13 años, ya casi inconsciente, porque también lo torturaron; fue brutal la golpiza que le dieron, incluso creyeron que se murió”.
Al “rescate” llegó un fiscal de la región, quien ordenó el traslado de los encarcelados; sin embargo, sus hermanitos y primas, fueron puestos a disposición del DIF.
Según Moctezuma, a su madre, tía y un hermano les imputaron el delito de robo con violencia, es decir los vincularon con los otros cinco jóvenes del robo de la zapatería. Todos fueron llevados al CERSS 16 de Ocosingo.
Para el 28 de diciembre, fueron llevados a otra prisión: el CERSS 5 de San Cristóbal de Las Casas, menos su hermano de 15 años, a quien 20 días después lo llevaron a un sitio especial para menores infractores, pero lo dejaron libre porque no se le comprobó ningún delito.
LA RECUPERACIÓN Y EL LARGO VIACRUCIS
Una vez recuperado, Moctezuma se avocó a acudir a diferentes instancias: la CNDH y la Fiscalía Indígena de San Cristóbal de Las Casas, donde su padre y él explicaron a detalle lo que sucedió en Nueva Palestina.
En estas denuncias, incluyeron el nombre del tío, Fredy Gómez Sántiz, aquél que le salvó la vida tras dispararle al policía agresor. “Él sigue desaparecido, pero supimos que lo torturaron y lo hicieron pedazos a balazos”. No obstante, existe un registro de atención en la Fiscalía de Desaparecidos.
El 10 de enero de este año, un juez los llamó para desahogar una diligencia sobre el mencionado registro de atención; sin embargo, al salir de ahí, policías especializados los detuvieron, a su papá por homicidio calificado y homicidio en grado de tentativa, y a él por este último delito.
De inmediato, los llevaron al CERSS 16 de Ocosingo, y para el siguiente día los vincularon a proceso. A Moctezuma, sin embargo, lo cambiaron a una prisión para adolescentes porque en ese entonces tenía 17 años; su causa continuó bajo proceso, pero con libertad condicional.
“Luego me dan una suspensión condicional de seis meses que se cumplen en este mes, pero a mi papá no lo liberan”. Por su parte, su madre y su tía lograron la libertad absolutoria en noviembre pasado; el juez no halló pruebas para inculparlas.
Mientras tanto, Versaín, cuyo estado emocional y físico es cada vez más complejo, lucha por su libertad, y ahora se sometió a un ayuno para presionar a las autoridades y que éstas le den fecha para la audiencia de juicio, la cual se la han pospuesto desde julio pasado, cuando se celebró la audiencia intermedia.
Según su Moctezuma, su papá, a quien mantienen en el área médica de ese centro penitenciario, sufre amenazas por parte de otros reclusos que, para colmo, son originarios de la comunidad Nueva Palestina, por lo que el riesgo es mayor.
En lo que respecta a las cinco familias desalojadas con violencia (34 personas en total) permanecen desamparadas en otra localidad de Chiapas, pues sobreviven con trabajos temporales o con lo que puedan conseguir. “Lo único bueno es que mis hermanitos van a la escuela, eso sí se facilitó; pero el gobierno no nos brinda la atención adecuada”.
Aunque ya no sería lo mismo, Moctezuma sueña con que, un día no muy lejano, su familia vuelva a sus actividades como la venta de plantas y de peces.
DJC