Este 20 de enero entra un nuevo gobierno en Estados Unidos. El presidente que llega ha anunciado, entre otras cosas, algunas posibles medidas contra la población migrante indocumentada. Estos mensajes pueden tener origen tanto en convicciones personales, datos duros, así como en un intento de reflejar los intereses de una parte del electorado estadounidense, o también, para criticar el desempeño del gobierno saliente.
Entre los expertos reales (o no) de la comentocracia mexicana, existe un concurso para ver quien le atina a qué tan grave, o qué no tanto, se va a poner la cosa para la comunidad mexicana. Ya veremos.
Los migrantes de todas las nacionalidades, dentro y fuera de Estados Unidos, se están preparando para las decisiones, potencialmente perjudiciales para sus intereses, que se pudieran anunciar en los próximos días.
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SI bien todo mundo estará pendiente de lo que ocurra con el nuevo gobierno, de ninguna manera debe descuidarse la atención a la sociedad estadounidense.
Durante el 2024 pudimos ver cómo las distintas corrientes ideológicas en ese país catalizaban sus emociones y colisionaban estimuladas por las campañas políticas y los incidentes de la vida.
Se pudo observar cómo la sociedad se separaba en dos cuando un acto de violencia involucraba una persona blanca y una negra. Vimos las batallas entre quienes impulsan políticas y leyes en materia de género y personas transgénero, y aquellos que las rechazan.
Seguimos también los pleitos entre quienes desean armas por todos lados y quienes exigen mayores controles a éstas después de cada tragedia en una escuela.
Incluso, llegamos a ver cómo desde el progresismo hubo quienes aplaudían el asesinato de un empresario, tenían expresiones racistas contra la población blanca y cometieron agresiones contra gente judía, al tiempo de que, desde el conservadurismo, había quienes aplaudían la muerte de un vagabundo en el metro, politizaban los incendios en California y veían un terrorista en cada palestino.
En medio de estos desencuentros sociales también ocurre la discusión sobre la migración. A veces, desde México, generamos la idea de que el tema que divide principalmente las opiniones entre los estadounidenses es el de los migrantes, pero no es así. Este es apenas uno más de los temas de profundo desencuentro que existe en la sociedad.
Es por eso que, a pesar de los esfuerzos para hacer ver los grandes beneficios de los migrantes a Estados Unidos, una parte de ese país filtrará su opinión, de inicio, según su posición sobre el resto de los temas que forman parte de la discusión política y preferencias electorales.
Es por eso que los y las integrantes de la clase política van ajustando sus posiciones de acuerdo con lo que detecten como la tendencia en los electores. En los últimos días vimos un par de ejemplos de ello: el apoyo de algunos políticos demócratas a propuestas de leyes como la Lanken Riley Act que endurece el trato a migrantes que cometan delitos, o la Protection of Women and Girls in Sports Act, que prohíbe la participación de personas, biológicamente hombres al nacer, en actividades deportivas escolares destinadas para mujeres.
Sin embargo, el hecho de que las ideologías se reflejen en leyes que afecten a un grupo no siempre es el peor escenario posible. Un problema grave se da cuando la gente actúa con violencia siguiendo alguna interpretación de sus convicciones. Así como hemos mencionado la agresión a blancos, negros, judíos y gente del medio oriente, también ocurre, y posiblemente se incrementen, las agresiones contra migrantes. Los crímenes e incidentes de odio son una realidad.
Es por ello imprescindible que la comunidad mexicana, y la migrante en general, tenga claro que, si bien no es posible evitar rencores y agresiones de algún desequilibrado, la ley está del lado de las víctimas, sin que la calidad migratoria sea un obstáculo para denunciar lo ocurrido, incluso, contemplando beneficios migratorios que pudieran aplicar a los denunciantes. Desafortunadamente, no siempre es fácil distinguir un incidente de odio, del que no lo es. Eso mismo se ha visto en leyes y criterios de autoridad. Por ejemplo, se han documentado casos en los que la policía no investiga un crimen como posiblemente motivado por el odio, a pesar de involucrar personas de nacionalidad distinta (mexicanos, guatemaltecos, puertorriqueños, etc), por verlos a todos simplemente como “hispanos”.
Ojalá los incidentes de este tipo no ocurran mucho, pero de darse, lo importante será que se denuncien, que se acerque la gente a las autoridades y sus consulados, incluso, cuando no tengan la seguridad de que se trata de uno. Esto permitirá atender los casos concretos, y tener un panorama más claro de lo que está ocurriendo a nivel de cancha. Las autoridades, de ambos países, necesitarán esta información. Ahí es necesario poner mucha atención.