Cada que me propongo escribir acerca del Derecho no puedo dejar de pensar en un espectáculo. Un teatro. Un circo. Por definición, siguiendo el Diccionario de la lengua española (Dle), un circo se trata del edificio o recinto cubierto por una carpa, con gradería para los espectadores, que tiene en medio una o varias pistas donde actúan malabaristas, payasos, equilibristas, animales amaestrados, etc.
Para el circo del Derecho no hay fecha fija en la cartelera, se hace patente en la dinámica social mexicana más veces de las que me gustaría que así fuera. Aquí también tenemos un edificio —el edificio jurídico— compuesto por 3 grandes perspectivas: 1) estructural: que da cuenta de los elementos que sostienen el edifico, las normas [se corresponde con el normativismo jurídico]; 2) funcional: la cual resalta la interacción que tienen las estructuras (normas) entre sí y con respecto a la ciudad donde se sitúa el edificio [correspondiente a las versiones críticas del Derecho, por ejemplo el realismo jurídico]; 3) ideal: que haya consuelo en la visión del arquitecto, desentendido de la obra, su labor fue la de diseño, el mejor diseño (a veces imposible) del edificio [aquí se situarían las mejores versiones del naturalismo jurídico, aquellas que no consistan en una mistificación del Derecho]. Esta metáfora pertenece a Manuel Atienza.
Yo diría que la carpa es el manto/velo de la ignorancia. Difícil de quitar, de librarnos de él. Por principio de cuentas, todos somos ignorantes; sólo ignoramos cosas distintas. Desafortunadamente ignorar el elemento jurídico al interior de la dinámica social conlleva un harakiri social. Prácticamente la sociedad/humanidad es indisoluble del Derecho. Rawls ha expuesto al respecto en el tratamiento que da a la justicia.
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En el caso de la gradería se impone, el orden de participación se limita, en el mejor/peor de los casos a la democracia representativa, el ejercicio del voto. No es suficiente con salir a votar. Habría que formar parte de la discusión; ser capaces de emitir juicios y críticas al sistema actual, cuestionar permite conocer. Preguntar es necesario, tanto como lo es reírnos o saber reírnos —mediante la tragedia o la comedia— de nuestra estructura jurídica, política y social. Pienso en el caso del ágora griego. Hoy, democracia deliberativa le llaman.
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Respecto a las pistas, basta decir que las expresiones jurídicas no se limitan al escenario del juicio —quizá el más popular por ser el más socorrido a la hora de plasmar imágenes del Derecho en el ideario colectivo—. Los juristas cabemos en muchos y en ningún lado: la filosofía, la academia, el arte (muchos genios literarios estudiaron Derecho), el parlamento, el periodismo, la política, etc.
Por último, los elementos siguientes: malabaristas, payasos, equilibristas, animales amaestrados. Vamos a trabajarlos en próximas publicaciones, aunque me encantaría leerte. Si quieres, puedes escribirme en cualquiera de mis redes. Ayúdame a tejer el último discurso de esta publicación. Te espero…
Al final, el Derecho es un Teatro, un circo, un chiste. Hasta la próxima.
cacf
@quenosoyabogado
mb